Adaptarnos o morir: los efectos de las olas de calor en la salud

El mundo entero busca soluciones para mitigar el cambio climático. Sin embargo, estamos en un punto donde la gravedad de los impactos hace urgente priorizar medidas de adaptación.
Adaptarnos o morir: los efectos de las olas de calor en la salud
Un obrero de la construcción bebe agua para refrescarse durante una ola de calor en Ronda. Foto: REUTERS/Jon Nazca

Salir a la calle a ciertas horas ahora es un peligro. Las personas que tienen el lujo de contar con aire acondicionado en sus casas sentirán cierto alivio este verano. Otras no tendrán ese privilegio y, además, deberán ir a trabajar de sol a sol arriesgando sus vidas si la temperatura sube unas décimas y sus cuerpos no acaban soportando el aumento. Y esto no es una exageración o una premonición: en los últimos días han muerto dos personas por un golpe de calor en apenas 24 horas.

Las olas de calor suceden cada vez más pronto, más fuertes, con más frecuencia y alcanzado a más provincias como consecuencia del calentamiento global. España lleva varios veranos siendo víctima de las altas temperaturas. Este junio se han superarado máximas de 44 ºC en una estación que tiene entre 10 y 12 días más de calor extremo que en los años 80. Y este año no será el último.

Según los modelos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y otras investigaciones, las olas de calor en España pasarán a ser más de 2.200 entre los años 2051 y 2100 en un escenario poco favorable con la reducción de emisiones. Esto significa que las muertes atribuibles al calor pueden llegar a las 12.000 en el año 2100.

Menos muertes atribuibles al calor

No son pocos los estudios que alertan de los efectos del calor en la salud. La ciencia actúa, en estos casos, como un refugio. Como una sombra donde cobijarse y que, paradójicamente, arroja luz sobre qué podemos hacer para evitar o atenuar los efectos de un calor abrasador.

Cristina Linares, investigadora y responsable de la Unidad de referencia en Cambio Climático, Salud y Medio Ambiente Urbano del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), hace unos años que estudió junto a Julio Díaz, codirector del organismo, «el calor en España como indicador del funcionamiento del proceso de adaptación al calor en diferentes escenarios de cambio climático».

En ese estudio, se observó que la temperatura de mínima mortalidad había aumentado a lo largo del periodo analizado respecto al aumento de la temperatura media global en España. Es decir, que la población se había adaptado al calor a un ritmo más rápido que el aumento de la temperatura máxima.

Los datos de fallecimientos asociados al calor también corroboran esa conclusión: las muertes de este tipo han descendido en el territorio del 14 al 1% en una década. Cabe aclarar que las muertes asociadas al calor son diferentes a las muertes por calor, que son aquellas instantáneas y conocidas como «golpes de calor». Estas últimas solo conforman un pequeño porcentaje de las defunciones provocadas por las altas temperaturas.

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