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La alternativa verde es una propuesta política integral, que incluye las cuestiones medioambientales, pero va mucho más allá. Habla de la sociedad y las personas, y busca y hace propuestas para la construcción de un modelo social que, tanto en lo económico, como en lo político y en lo cultural, tenga como eje central el cuidado de las personas en el marco de la casa común que habitamos.
La también llamada, con más precisión, ecología política, parte de una comprensión del mundo y de la realidad desde una mirada ecosistémica, según la cual nada es independiente, todo está interrelacionado, incluido lo social y lo humano, y depende de esas relaciones.
La mirada clásica de izquierdas y derechas ve la economía como una caja cerrada en la que se extrae materia, se transforma en productos que se venden en el mercado y el beneficio se reparte entre salarios y beneficios. La mirada verde abre esa caja para incorporar a ese proceso el coste y la sostenibilidad del ritmo de extracción de materia y de energía, y los residuos y la contaminación que genera. Es decir: no concibe la economía sin tener en cuenta estos otros procesos, que son también economía.
Los verdes entendemos que cuando hablamos de descarbonización, de energías limpias, de calidad del aire, de gestión de residuos, de economía circular, de reindustrialización verde, o de digitalización, estamos hablando también de economía.
Cuando los verdes miramos el trabajo, no lo confundimos con el empleo, que es la forma capitalista de organizar una parte del mismo. Porque trabajar es poner en acción nuestra capacidad creativa, y el empleo productivo refleja solamente una ínfima parte de esta capacidad humana. El trabajo se entiende mal si no se incorporan las dimensiones de la autorrealización y de la contribución al bien común.
Los verdes también entendemos que, cuando hablamos de la inequidad, la insuficiencia y las desigualdades del salario, del reparto del empleo, de la reducción de la jornada laboral, de la garantía de rentas, de la Renta Básica Universal, de la conciliación, de la revalorización de las tareas reproductivas, y de tiempo para disfrutar de lo que nos gusta hacer, estamos hablando también de trabajo.
La mirada verde al medio ambiente, al contrario de las miradas clásicas y de lo que algunas personas puedan pensar, no lo concibe como un lindo cuadro para el éxtasis estético, sino como la casa común de la humanidad, como el espacio que le permite ser, vivir, desarrollarse y del que forma parte. La humanidad no es más que otra hebra de la trama de la vida. La sociedad humana no se desarrolla al margen de lo natural, sino que depende de ello. Por ello, no puede concebirse como la administradora (leal o desleal) de un patrimonio que le pertenece, sino como albacea de un testamento que debe legar al futuro.
Por eso, cuando los verdes hablamos de renaturalización, de biodiversidad, de derechos de los animales, de protección del medio ambiente, de bosques, parques naturales y arbolado urbano, de agroecología, de pesticidas, y de turismo sostenible, estamos hablando también de lo social.
Lo verde quiere ofrecer un nuevo sentido al vivir y al convivir. No tiene sentido una vida puesta al servicio del empleo (vivir para trabajar), sin tiempo para lo que realmente nos importa y nos hace felices, que produce desigualdades tremendas entre personas, regiones y países, que excluye a un buen porcentaje de gentes, que nos enferma física y psicológicamente, que nos coloca ante el otro como el enemigo o el competidor, y que, a la postre, nos conduce a la destrucción de la casa, y con ella, de nosotras.
La propuesta verde es heredera de lo mejor de las diversas tradiciones liberadoras de la humanidad, pero supera algunas de sus visiones más caducas. La apuesta ecologista propone una nueva manera de mirar, de pensar y de hacer con la capacidad de responder a los viejos y a los nuevos retos de la humanidad. Necesitamos transitar hacia esas formas de mirar, pensar y hacer. Somos tan conscientes de que no es posible hacerlo de un día para otro como de que, o decidimos hacerlo (y, por tanto, controlamos el proceso), o se impondrá por la fuerza de la interdependencia (con consecuencias incontrolables).
Pedro Fuentes es miembro de la Mesa de Madrid de Verdes Equo
Lo malo Pedro es que en las Universidades parece ser que forman para servir o ser útiles a la dictadura del capital, lo malo Pedro es que tu sabiduría no permiten que llegue más que a una minoría de personas, lo malo son los medios de comunicación que sirven al capital, los medios honestos, comprometidos e independientes, ya lo ves, ¡a por ellos!.
Y la gente sigue ciega o dormida o ves a saber lo que le han hecho para que esté de parte del enemigo común de los Pueblos.
La madre Tierra es el bien más preciado que tienen las familias campesinas; representa para ellas no solo el lugar donde trabajan sino también el espacio vital que las alimenta, en el que viven, del que aprenden y del que dependen su presente y su futuro. Mujeres rurales de diversas Comunidades en los cinco Continentes son muy conscientes de todo ello. Por eso luchan por cambiar los modelos de agricultura que empobrecen el suelo y explotan los recursos, como el agua, por nuevas formas de producción más sostenibles y respetuosas con el medio ambiente.
Para estas mujeres, la agroecología supone una apuesta por la recuperación de los recursos (la tierra, el agua, la biodiversidad y el paisaje), promueve la producción saludable (libre de contaminantes) y mejora la alimentación de las familias y las comunidades, al ser una agricultura más sostenible, que proporciona alimentos sanos y diversos durante todo el año.