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574. Quinientos setenta y cuatro. Eran las 5 de la mañana. La cámara me hacía una foto frente a un furgón policial y junto a ese número escrito a mano en una placa de plástico. Hacía 24 horas que nos habíamos despertado en el campamento junto a la localidad de Viersen (Renania del Norte-Westfalia), cuando casi 1.000 personas nos preparábamos para formar el golden finger que lograría entrar a la mina de Garzweiler. Mil personas que pusimos nuestros cuerpos y nuestros gritos para exigir justicia climática y el cierre de esta enorme mina de carbón en el oeste de Alemania.
A mediodía, bajábamos las laderas que se adentraban en una inmensidad que parecía sacada de un decorado de Star Wars para un planeta perdido. A las seis de la tarde, la policía empezó a llenar camiones de activistas entre cánticos y aplausos. Pero, aun en este decorado extraterrestre, los autobuses tienen un número limitado de plazas, así que iban a necesitar muchos viajes. De esta forma, pasamos nuestra particular noche de San Juan bailando sobre la arena de la mina al ritmo de la música que nos llegaba desde el borde.
Cuando finalmente tocaba el turno de subirse al camión, nadie iba con miedo. Sabíamos que habíamos conseguido bloquear las instalaciones, y que otras miles de compañeras también. Vías de tren, carreteras y excavadoras. La mina al completo se encontraba bloqueada.
Este año, más de 6.000 personas participamos en la acción de desobediencia civil masiva de Ende Gelände. El foco está en la mina y las centrales térmicas de RWE, una de las 100 empresas responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para evitar las peores consecuencias del cambio climático, estas instalaciones deben cerrarse en un plazo muy corto. Quizás dos años, cinco como mucho. Una mina de carbón es lo último que necesitamos para avanzar hacia la urgente transición ecosocial.
El activismo climático tiene dos factores que lo determinan y caracterizan. Por un lado, los números importan mucho. Por otro lado, el tiempo en el que se logren alcanzar los objetivos es fundamental. Justamente, esto le da cierta belleza y nos puede ayudar a transmitir entusiasmo. 574 era el número junto al que me fotografiaron. 580 Gigatoneladas de CO2 es la cifra que estableció el último informe del IPCC como el presupuesto de carbono para tener una probabilidad del 50% de limitar el aumento de temperatura a 1,5 ºC.
El lignito que se encuentra bajo los cultivos, pueblos y bosques de la región de Renania puede reducir a gran velocidad ese presupuesto, o puede quedarse bajo tierra. Eso era justamente lo que cantamos con fuerza cientos de veces, cientos de veces: ¡Keep it in the ground!. No es suficiente con instalar aerogeneradores en los alrededores, tenemos que cerrar minas, tenemos que apagar centrales térmicas y tenemos evitar que grandes empresas pongan sus beneficios económicos por delante de la destrucción de nuestro futuro.
En el camino a la mina, una continua presencia de policías nos rodeaba y seguía nuestros pasos. ¿Hasta qué punto seríamos capaces de lograr llevar a cabo una acción de desobediencia civil con tal vigilancia?, nos preguntábamos. Pero cuando la cabecera del bloque empezó a bajar las laderas arenosas de la mina, lo comprendimos. Sabían dónde estábamos, pero vamos a desbordarles: somos muchísimas más.
Cuando los números y los plazos importan tanto, debemos desbordar. El presupuesto de carbono de 580 GtCO2 tiene una probabilidad del 50% de limitar la subida de temperatura a 1.5ºC. El lanzamiento al aire de una moneda macabra. Cuando nos quedan apenas unas décadas de margen y ni si quiera unas enormes transformaciones nos pueden dar certezas, no podemos dudar. Libramos una lucha que tiene objetivos concretos: queremos ver esa mina cerrada, que el carbón se mantenga bajo tierra, que se apaguen las centrales térmicas. Pero también libramos una lucha que va mucho más allá, que va de un cambio de sistema socio-económico, que va de justicia social, que va de decrecer.
El hecho de tener varias laderas que sortear nos ayuda a avanzar. El hecho de encontrarnos con un conflicto sistémico fuerte nos exige desbordar. El actual reto del movimiento ecologista consiste en conseguir ser masivo. Solo de esta forma podremos empezar a concebir tener los números de nuestra parte. Solo así podremos conseguir que las probabilidades se inclinen a favor de una transición ecológica que no deje a nadie atrás.
Nos jugamos tanto que no nos podemos permitir que nuestro futuro lo marque el lado del que caiga la moneda, no podemos permitir que esa decisión esté en mano de mercados e instituciones atadas de manos. Por eso, necesitamos una masa crítica cada vez mayor que no dude en señalar a los responsables de la crisis climática y empiece a construir alternativas: Auf gehts, ab gehts, Ende Gelände!
Martin Lallana es graduado en Ingeniería en Tecnologías Industriales, implicado en Fridays For Future Madrid y diversos movimientos ecologistas como 2020 Rebelión Por el Clima.
Excelente artículo. No sabéis la esperanza que me dáis viendo tanta juventud despierta.
…»libramos una lucha que va mucho más allá, que va de un cambio de sistema socio-económico, que va de justicia social, que va de decrecer».
Así es, y no nos queda otra que luchar. Porque en esta lucha, si luchas puedes perder; pero si no luchas estás perdido.
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Una de cada dos bocanadas de aire que respiramos procede de los océanos. Sin ellos, la vida en la Tierra sería inviable. Pero solo el 3% de sus aguas internacionales están protegidas. La comunidad científica exige que, para 2030, al menos el 30% lo esté. El momento es ahora.
Gobiernos de todo el mundo están trabajando en un Tratado Global de los Océanos. Si lo hacen bien, abrirán la puerta a una gran red de santuarios marinos que podrían proteger una tercera parte de los mares del planeta.
Firma y exige la creación de esta red de santuarios marinos en nuestro planeta azul.
https://es.greenpeace.org/es/que-puedes-hacer-tu/peticiones/tratado-oceanos/?utm_medium=email&utm_source=newsletter-socios&utm_campaign=Oceanos&utm_content=Expedición%20
ALERTA ANTE EL DESPLIEGUE DEL 5G
Ecologistas en Acción alerta de que el despliegue de la tecnología 5G se está haciendo sin evaluar sus posibles efectos sanitarios y ambientales, a pesar de los contundentes y numerosos llamamientos científicos a aplicar el principio de precaución.
No se ha realizado la evaluación de impacto sobre la salud que exige la Ley de Salud Pública, y sin que se haya puesto en marcha el Comité de Radiofrecuencias y Salud recogido en la Ley de Telecomunicaciones.
En 2017, Hardell, científico en base a cuyas investigaciones epidemiológicas la OMS declaró las tecnologías inalámbricas como cancerígeno de nivel 2B, encabezó un llamamiento firmado por 180 científicos pidiendo a la Unión Europea una moratoria del despliegue del 5G hasta que se demuestre su inocuidad, pues ya se han publicado miles de artículos científicos que evidencian el daño producido por las anteriores tecnologías inalámbricas para la salud de las personas, pero también para los animales y para las plantas. Sin embargo, el 5G no se ha investigado previamente a su introducción. En 2018 se puso en marcha un nuevo llamamiento científico firmado ya por más de 100.000 investigadores, médicos, asociaciones y ciudadanas de 187 países pidiendo a la OMS y a la ONU que se detenga el despliegue hasta contar con evidencias de inocuidad. Numerosos científicos han escrito a políticos, senadores y gobernadores pidiendo una moratoria.
A finales de 2018 el SCHEER, Comité Europeo de Riesgos Emergentes clasificó en su informe de riesgos con un 3 sobre 3 el daño potencial para la fauna salvaje que se puede producir por el aumento de contaminación electromagnética debido al despliegue del 5G.
A lo largo de la historia nos hemos equivocado muchas veces con nuestras decisiones tecnológicas. Aunque nos hayan proporcionado grandes avances en nuestra calidad de vida, también han llevado aparejados graves inconvenientes para la salud, los ecosistemas y el planeta. Hasta ahora, esos errores han sido fruto del desconocimiento. Esta va a ser la primera vez en la historia de la humanidad en la que la ciencia nos ha alertado de los potenciales y graves efectos negativos que esta nueva tecnología 5G puede tener para la vida si no se investiga previamente y se corrigen sus posibles riesgos.
Para Ecologistas en Acción estamos siendo víctimas de un “despotismo tecnológico”. Políticos y medios de comunicación, salvo honrosas excepciones, parecen estar más al servicio de la tecnología que de la ciudadanía. La tecnología debería estar sujeta a un control democrático real. La ciudadanía debería estar informada de sus ventajas, pero también de sus posibles riesgos, y entre todos deberíamos decidir si nos interesa seguir hacia adelante o si preferimos “parar un poco” para perfeccionar la nueva tecnología y no cometer errores que luego se demuestren irreversibles. Aunque nos vendan la rapidez y la baja latencia del 5G que va a permitir bajarnos una serie en segundos, lo que una vez más podemos poner en riesgo desde la inconsciencia es la vida misma. Hay que aplicar el principio de precaución y desplegar una tecnología solo cuando se garantice su inocuidad.
https://www.ecologistasenaccion.org/121090/alerta-ante-el-despliegue-del-5g-2/