Olivia Mandle: «El ‘lobby’ delfinario me intentó desacreditar tachando mi activismo de ‘capricho de niña’»

La joven activista sigue con su campaña para cerrar los delfinarios en España. Hablamos con ella sobre el negocio detrás de estos espectáculos con animales y la falta de concienciación sobre lo que suponen.
Foto: Cedida por la entrevistada. Víctor Cabo.

Si Olivia Mandle (Barcelona, 2007) pudiese tener un superpoder, sería respirar bajo el agua. Pero sabe que no es posible. Así que se conforma con lo siguiente más cercano a estar conectada al océano: protegerlo. El ingenio y las ganas de hacer algo la llevaron a crear con tan solo 12 años el Jelly Cleaner, un aparato para limpiar microplásticos en la superficie del agua y concienciar a los demás que actuar no requiere mucho esfuerzo si verdaderamente se quiere.

Con 17 años y sin haber acabado el instituto todavía, Mandle ya es embajadora del Pacto Europeo por el Clima de la Comisión Europea, ha sido galardonada con el Premio Internacional Mini Heroína a su trayectoria por el Instituto Jane Goodall Global, y es considerada la Greta Thunberg española. Su voz y su optimismo han logrado recoger 158.000 firmas en su campaña ‘No es país para delfines’, un pulso contra los zoos, acuarios y delfinarios para exigirles que dejen de usar a los cetáceos (en especial a los delfines) como negocio y entretenimiento.

¿Cómo empezó tu activismo?

Siempre he tenido mi activismo dentro, porque desde pequeña siempre me han encantado los animales, la naturaleza… Y mis padres, a mi hermano y a mí, nos han inculcado este amor por el planeta. En 2019, fui a visitar a mis abuelos a Nueva York y me llevaron a un museo, a una exposición sobre los impactos del cambio climático. Yo ya sabía de la existencia de esta problemática y la de los plásticos y microplásticos, pero hasta ese momento no fui del todo consciente de que podrían causar la muerte de los océanos. Salí de allí muy impactada. Cuando volví a Barcelona, me puse a buscar más información acerca del tema. Y me di cuenta de que tenía que hacer algo. Fue entonces cuando creé la Jelly Cleaner, un utensilio para limpiar microplásticos en la superficie del mar hecho con materiales reciclados que todos tenemos en casa. A partir de ahí, no he parado.

¿Crees que el activismo es más eficiente cuando se centra en una problemática en concreto? ¿Te interesaría educar sobre otros aspectos?

Si el activista se centra en uno o dos temas, es mucho mejor que si haces activismo en general, porque así la gente que te sigue es gente a la que le interesa lo que estás tratando. Mis dos temas principales son los océanos y los derechos de los animales porque son las dos áreas a las que más me siento vinculada y en las que siento que puedo aportar más por las experiencias que he vivido. Pero eso no quiere decir que no pueda luchar por otras cosas. En mi caso, he hecho varias colaboraciones con diferentes activistas y organizaciones relacionados con temas en los que no me centro, porque creo que es crucial crear una comunidad.

El año pasado se aprobó la polémica Ley de Bienestar Animal, pero a los delfines se les dejó fuera de ella. ¿Cuál es el estado de los derechos de los delfines en España?

España es el país en Europa con más cetáceos en cautiverio y el sexto país a nivel mundial, después de Estados Unidos, Rusia o China. En 2020, lancé mi primera campaña pidiendo al Ayuntamiento de Barcelona que trasladara a los delfines que estaban ahí a un santuario marino. En pocos meses, esta campaña recibió más de 55.000 firmas y fueron trasladados, pero no adonde yo pedí, sino a otro zoo en Atenas, en Grecia, donde actualmente siguen realizando espectáculos. Tras esa derrota, estuve muy decepcionada, muy frustrada. En vez de darles una mejor vida, los pusieron en un lugar igual al que estaban, en cautiverio y lejos de su hábitat natural. Pero, aun así, cogí fuerzas para lanzar mi actual campaña No es país para delfines. Con ella, pido al Gobierno español una ley del cierre programado de delfinarios en España. De hecho, en abril de 2023, entregué 150.000 firmas. Actualmente, tengo ya más de 160.000 y el apoyo de un grupo de científicos que le dan más credibilidad a la campaña.

¿Has visto voluntad política tras esta última campaña?

He ido varias veces al Senado y conseguí que se registrara dos veces una moción de ley para poder crear la normativa que pido. Pero, a causa de la presión de los lobbies de delfinarios, se votó en contra. La campaña está muy parada, también porque hasta hace poco no teníamos Gobierno por las elecciones. Ahora estamos preparando una estrategia para volver a lanzarla más fuerte aún y conseguir que esta ley ocurra.

Hablemos de los lobbies de delfinarios. ¿Cómo ejercen presión para que siga habiendo delfines en cautiverio?

Los acuarios y delfinarios se basan en tres excusas para seguir con el negocio: la educación, la conservación y la ciencia. Y las tres se desmontan fácilmente. La primera, la educación. ¿Cómo vas a educar a un niño mostrándole un animal que está en cautiverio, lejos de su vida natural y haciendo cosas que no haría naturalmente? Eso es mala educación. No hace falta ver animales en cautiverio para aprender sobre ellos. Con todos los recursos que tenemos hoy en día, es totalmente innecesario.

Luego, la ciencia. Jacques Cousteau, uno de los científicos más importantes de la historia, dijo que estudiar a los animales en cautiverio es como si estudiáramos a la humanidad encarcelada. La única forma es estudiarlos en libertad, donde tienen comportamientos naturales.

Y, por último, la conservación. Ni las orcas, ni los delfines ni las belugas están en peligro de extinción actualmente. No tiene ningún sentido tenerlos encerrados por cuestiones de conservación.

Por otro lado, el lobby de delfinarios, al ver que yo ya había recopilado muchas firmas y que la campaña estaba avanzando hacia el Senado, lanzó un comunicado diciendo que mi acción era «un capricho de niña», que no tenía ni idea de lo que estaba diciendo y que solo lo estaba haciendo porque me gustaban los delfines. Al final, es un negocio multimillonario y, a nivel mundial, billonario. Es este triángulo terrorífico, como le llamo yo: la captura, el comercio y la cría.

¿Qué otras medidas crees que podrían ayudar a mejorar la situación de los cetáceos en España?

Para empezar, que nadie compre un tique a un zoo, un delfinario o a un acuario para ver espectáculos de delfines, orcas o belugas. De cualquier animal, en general. Porque, si no les damos dinero, al final no van a poder seguir con el negocio. Pero hay que ir a la raíz también: hemos de prohibir la captura de esos animales, prohibir el comercio y, una vez suprimamos la captura y el comercio, llegará un punto en que no tendrán más delfines en cautividad.

Eres una firme defensora de la educación ambiental a partir de los dos años.

Sí, creo que es algo crucial porque, sobre todo en España, hay una falta de conciencia y una falta de educación medioambiental increíble. Cuando voy a otros sitios de Europa o a Estados Unidos, hay mucha gente joven concienciada que se está movilizando, pero aquí en España falta muchísimo de eso. Si concienciáramos a los niños desde los dos años, crecerían con valores que luego en un futuro podrían enseñar a la gente de su alrededor. Al final, la educación es algo clave en todo. Si la gente se da cuenta de los problemas que está sufriendo el planeta hoy en día, querrá hacer algo por cambiarlo.

Justamente, tu libro se llama Sí es cosa tuya. ¿Crees que la gente se desentiende del cambio climático? ¿O le han hecho creer que no es cosa suya?

Yo creo que es una mezcla de pasotismo y de no querer salir de la zona de confort. También hay gente que no tiene los recursos para saber estas cosas. En España, ese no es el caso, en mi opinión. En España, lo que hay es pasotismo y un sentimiento de no querer salir de la burbuja. Para mí, eso es terrible. Yo lo veo en la gente joven cuando voy a escuelas: no quieren salir de esa burbuja porque esperan que lo arreglen las empresas, los gobiernos, y creen que no son capaces de hacer nada. A mí esto me sorprende muchísimo, sobre todo viendo que las consecuencias de la crisis climática las está sufriendo España también, por ejemplo, con la sequía. Si no actuamos ahora, será demasiado tarde. Aunque yo soy muy optimista porque sí que veo que cada vez más gente joven está saliendo a la calle y está reclamando un cambio. Al resto, a la gran mayoría que sigue dentro de esa burbuja, hay que quitarles la venda.

¿Crees que ser joven juega a tu favor en esto del activismo? ¿O al contrario: que lo usan a veces como argumento para desfavorecer tu causa?

Ambas cosas, creo. Es una ventaja ser joven porque la comunidad joven es la que está más implicada y puedo tener más notoriedad. Pero, al ser joven, también tengo menos credibilidad. La gente no me escucha porque, al final, tengo 17 años, no soy científica, no he acabado el bachiller… Me he encontrado en muchas ocasiones con que me dicen que no sé lo que estoy diciendo porque soy pequeña y no tengo experiencia.

En la defensa de los animales, obviamente juega un rol importante el especismo. ¿Cómo hacer que a estas alturas nos creamos iguales y no superiores a las demás especies?

Los científicos han demostrado que los animales son mucho más superiores que nosotros. Tienen sentidos que los humanos no tenemos. Por ejemplo, los delfines tienen la ecolocalización, un sexto sentido que nosotros no tenemos y que les permite comunicarse a kilómetros de distancia y cazar en la oscuridad. Son animales fascinantes de los que tenemos mucho que aprender. También del resto de los animales, que seguro nos enseñarían muchas cosas. Sin los animales, no podríamos existir. En cambio, ellos, sin nosotros, vivirían estupendamente.

Creo que esto es cuestión de educación porque, en humanos, siempre se ha creído que, por poder tener armas, por ejemplo, con apretar un botón ya puedes matar a quien sea, incluyendo a un animal. Esto viene desde hace muchísimo tiempo atrás porque no podemos entender a los animales y por eso pensamos que somos superiores. Si los entendiéramos, seguramente todo iría muchísimo mejor, porque nos habrían dicho hace tiempo que el planeta estaba empeorando, que lo estábamos destruyendo. Yo estoy superconectada con la naturaleza y no puedo entender a los animales, pero sí que veo que la naturaleza nos da señales. Todas las consecuencias que estamos viviendo, las inundaciones, las sequías, todo ello son señales de que algo no está yendo bien. Y, si seguimos así, irá todo a peor.

¿Qué mensaje quieres lanzar?

El activismo es mi misión de vida. Soy una persona muy optimista y creo que vamos a ver un cambio y que vamos a volver a tener un planeta sano. No sé de aquí a cuánto, pero creo que lo podemos conseguir. Sin embargo, solo lo conseguiremos si trabajamos juntos y nos subimos al mismo barco. Porque, si no, solos, nosotros los jóvenes no lo podemos hacer. Sin la ayuda de los gobiernos y de las empresas, no lo conseguiremos. Es hora ya de que nos hagan caso porque, si lo hiciesen, hace tiempo que las cosas habrían ido a mejor. Tengo un hermano de diez años, ¿qué mundo le vamos a dejar a él y qué mundo lo voy a dejar yo a mis hijos si llego a tenerlos? Hace falta salir de la zona de confort y quitarle la venda que tiene en los ojos la gente porque ahora es el único momento de actuar.

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