Etiquetas:
Cristina Romera Castillo (Jaén, 1982) es química y oceanógrafa, se dedica a estudiar el principal componente de la hidrosfera de la Tierra, y constata los daños que la acción humana provoca en él. Durante sus expediciones, puede pasar semanas en alta mar estudiando la composición del agua. Asegura que el plástico ha llegado a cara rincón del océano. Lamenta que la actual generación será la última en poder maravillarse con los arrecifes de coral que agonizan por el calentamiento del agua marina.
Romera también es autora del libro AntropOcéano (Espasa), en el que resalta que hay soluciones a muchos de los problemas que azotan al océano. Actualmente, trabaja en el instituto de Ciencias del Mar-CSIC de Barcelona y ha recibido varios premios internacionales por sus investigaciones sobre el ciclo de carbono oceánico y el impacto de los microplásticos en los ecosistemas marinos. Atiende esta entrevista en medio de gestiones burocráticas para poder seguir con su labor científica. Su mensaje es cristalino: proteger el océano es fundamental para proteger la vida.
Asegura en un artículo que ha publicado recientemente en el CCCB que el mar nos devuelve todo aquello que le damos. ¿Qué se le está dando?
Le estamos dando más cosas malas que buenas, y yo a esto le llamo karma oceánico: todo lo que le damos nos vuelve a nosotros. Si le damos protección y conservación nos devuelve alimento y protección a nuestras costas. Y es capaz de secuestrar más carbono, de retirarlo de las emisiones de gases de efecto invernadero que hemos lanzado a la atmósfera. Por el contrario, si le damos basura, nos va a devolver basura como plásticos en el pescado. Lo mismo con otros tipos de contaminación química que estamos vertiendo al océano y que luego nos estamos comiendo en los alimentos.
«El océano absorbe un 90% del calor que provocan los gases de efecto invernadero»
En relación al secuestro de carbono, la meteoróloga Isabel Moreno explica que el océano actúa como un «salvavidas frente al cambio climático». ¿Qué papel juega el océano en esta crisis?
Esto tiene una repercusión en nuestras vidas de la que no somos conscientes. El océano absorbe un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero, de ese exceso que lanzamos por la actividad antropogénica. Además, absorbe un 90% del calor que provocan esos gases, así que sin el océano las temperaturas serían mucho más altas. Pero esto no le sale gratis. Algunas consecuencias son la acidificación del agua –lo que afecta a organismos con estructura o esqueleto calcáreo–; la modificación las corrientes marinas, que afectan al clima; afecta también a la fauna: algunos animales que no pueden moverse mueren y otros emigran a otra zona con temperaturas más frescas, lo que hace que repercuta en la pesca. Hay muchos efectos secundarios.
Estudia el impacto de los microplásticos en los sistemas marinos y para ello hace expediciones. ¿Cómo es su trabajo de campo?
Cuando vamos en expediciones en un barco, estas pueden ser de unos pocos días hasta meses. Dormimos en el barco, hacemos campaña en alta mar, donde vamos a recoger muestras. En mi caso, analizo la química del agua. Otros compañeros analizan la microbiología del agua o las poblaciones de peces. Luego se pone en común todo este trabajo para tener como un cuadro global de todo lo que está pasando en el océano. Me parece muy bonito porque no solo te dedicas a tu esfera, sino que interaccionas con otra gente y entiendes mejor tus datos.
Lo que hago es tirar un instrumento que se llama roseta y tiene acoplados unos sensores que miden temperatura, salinidad, oxígeno, clorofila… Con la temperatura y la salinidad, por ejemplo, podemos saber la masa de agua que tenemos. El aparato se tira hasta el fondo, hasta 5.000 metros, y en un ordenador vamos viendo los datos y con eso podemos saber de dónde viene el agua que estamos viendo. El agua que viene del Mediterráneo es más salada que la que viene del Atlántico, entonces la podemos identificar. Como el agua no se mezcla, o se mezcla muy lentamente, está como en bloques y podemos identificar la procedencia de cada agua. También hay unas botellas que nos permiten coger agua de donde nos interesa, y en cubierta analizamos el agua de cada masa.
Analizando el agua un día se encontró con una señal de carbono más alta de lo habitual. ¿A qué se debía esto?
Analizando datos de muchas campañas oceanográficas vi que había una acumulación de carbono en una zona del Atlántico norte y no encontraba la explicación. Estando en Miami trabajando en una universidad, vino un físico que estudiaba el plástico a la deriva a dar una charla y explicó las zonas donde se acumulaba. Justo una de ellas era donde yo veía esta señal. Entonces se me ocurrió que el plástico podría estar liberando compuestos de carbono y así empecé a estudiarlo.
¿Se puede afirmar que los microplásticos ya han llegado a todos los rincones del océano?
Sí. Los microplásticos son todos los que tienen menos de 5 mm y se han observado en toda la columna de agua, en el fondo marino, en superficie, dentro de animales… Están llegando a todos los sitios.
A parte de en los ecosistemas, ¿repercuten los microplásticos en la salud humana?
Sí. Todavía no se sabe muy bien los efectos que tienen en nuestra salud. Muchos de los animales que comemos, el plástico que se ha observado lo tienen en el estómago y normalmente se retiran las vísceras y no las comemos. Pero como hay plástico tan pequeño, no sabemos si pueden traslocarse a tejidos. Se ha visto en algunos casos que el plástico puede llegar a otros órganos o tejidos.
Y lo que me parece más preocupante son los compuestos químicos que lleva el plástico. Porque el plástico no es el polímero puro, sino que se le añaden un montón de aditivos para que dure más. Estos aditivos se liberan fácilmente en el agua de mar. También si calentamos un taper de plástico en un microondas, por ejemplo. Muchos de estos compuestos químicos son disruptores endocrinos, otros son carcinogénicos, y se ha visto que tienen un efecto en la salud de los organismos marinos. El médico Nicolás Olea estudia el efecto de los aditivos en la salud humana y explica que se ha relacionado también con la salud de la mujer, con casos de endiometrósis. Se han hecho análisis de orina y todas las personas tenían estos aditivos. Son pequeñas cantidades pero en una exposición constante, por lo que pueden ser un problema.
¿Se puede limpiar el océano?
No. ¡Hay tanto plástico y tan pequeño! Hay alguna iniciativa para quitar plásticos grandes de la superficie, pero en la superficie solo se ha encontrado un 1% del plástico que llega al mar. El otro 99% se intuye que está en la columna de agua o en el fondo marino. Es muy difícil limpiarlo, la tecnología que se ha propuesto alguna vez también quitaría los microorganismos que son fundamentales para el ecosistema marino. Creo que con el tiempo ese plástico irá sedimentando al fondo…
¿Se degradará finalmente?
Pensamos que se quedará enterrado en el fondo en cientos de años y los científicos del futuro que estudien el sedimento encontrarán una capa de plástico e identificarán nuestra era como el Plasticeno. El principal factor de degradación del plástico es la luz solar; en el fondo marino no tiene luz solar, el agua es fría y no hay tanto oxígeno como en la superficie. Entonces, en el fondo marino ni se sabe cuánto puede durar.
«El Mediterráneo tiene todos los problemas que tiene el océano, pero elevados a la enésima potencia»
Las olas de calor marinas son cada vez más frecuentes. ¿Es el Mediterraneo un mar especialmente vulnerable al calentamiento global?
Sí. El Mediterráneo tiene todos los problemas que tiene el océano, pero elevados a la enésima potencia. Si hay sobrepesca en general, en el Mediterráneo más. En el océano global la sobreexplotación de especies de peces es del 35%, en el Mediterráneo es del 75%. La acumulación de plásticos en el Mediterráneo es equivalente en muchas zonas a la de los giros subtropicales, que es donde más se acumula el plástico. Es un mar con mucha presión antropogénica porque hay mucha gente viviendo en sus costas y hay mucha contaminación química. Al estar poco conectado con el océano global –tan solo lo está por el estrecho de Gibraltar–, hay menos intercambio de aguas y se concentra más la basura. Se está calentando mucho, el año pasado en junio teníamos temperaturas de septiembre, las más altas del año.




