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Verdes, sí, pero no revolucionarios

Las elecciones alemanas auguran un gobierno entre socialdemócratas, verdes y liberales. Será ambicioso en los objetivos climáticos y conciliador con los mercados.
Verdes, sí, pero no revolucionarios
«El futuro se decide aquí», puede leerse en el atril de Annalena Baerbock, la candidata que ha llevado a Los Verdes alemanes al mejor resultado electoral de su historia. Foto: DIE GRÜNEN / FLICKR

El socialdemócrata Olaf Scholz ganó las elecciones alemanas pero no podrá gobernar en solitario. Tendrá que pactar con Annalena Baerbock, la esperanza verde de Europa, y con los liberales de Christian Lindner (FDP). Hay otros acuerdos posibles pero este es el que cuenta con más posibilidades de salir adelante. Las negociaciones no serán fáciles. La conformación del último gobierno de Angela Merkel tardó seis meses. El nuevo Ejecutivo alemán, al decir de especialistas, no verá la luz antes de final de año. Y cuando lo haga, ¿a qué nivel de cepillado será sometido el programa original de Los Verdes? ¿Y qué influencia tendrá el nuevo gobierno en la política climática europea?

Para todos los candidatos estas han sido las elecciones de la crisis climática. Unos lo asumieron por convicción, como el caso de Los Verdes, y otros por no perderle el pulso a la sociedad: el 46% de los alemanes opina que el clima es el tema más importante para el próximo gobierno. Así pues, el Partido Socialdemócrata (SPD) prometió en la campaña acelerar la transición energética, aumentar los objetivos de las renovables y desmantelar las barreras a la expansión de la energía solar, eólica y de la red. Scholz, en un arrebato de optimismo (o en un guiño a sus futuros socios de gobierno), dijo que si la expansión de las energías renovables tiene éxito, está dispuesto a adelantar la salida alemana del carbón a 2038. El plan inicial, fijado incluso por los tribunales alemanes, es lograr un nivel de emisiones cero neto en 2045.

«La crisis climática será una prioridad absoluta para la próxima coalición, independientemente de su constelación de partidos. El cambio climático se ha convertido, por fin, en una cuestión interpartidista. Las elecciones de 2021 han sido las primeras en las que los socialdemócratas y los conservadores han comprobado que el compromiso con una acción climática más fuerte les sale a cuenta en las urnas», explica Arne Jungjohann, politólogo y miembro de la Academia Verde de la Fundación Heinrich-Böll. «Anteriormente, había una ley no escrita que decía que cualquier intento de plantear la cuestión del clima acabaría favoreciendo a Los Verdes. Parece que esto ya no es así. De hecho, los resultados de Los Verdes habrían sido mejores si el SPD y la CDU no hubieran abordado este tema de forma tan destacada en sus campañas». Todos los partidos se han subido al carro climático, está claro. Lo que está por ver es con qué convicción. El pueblo ha hablado y Jungjohan señala las obligaciones adquiridas con él: «Las elecciones han dado a la próxima coalición un mandato claro para abordar una política climática. Ahora los partidos deben cumplir».

¿Marcarán Los Verdes una diferencia sustancial al respecto? Importante, sí. Sustancial quizás sea mucho decir. La política de Los Verdes, tal y cómo lo han expresado en campaña, se basa en aumentar la ambición de los objetivos climáticos ya fijados. Es decir, subir la apuesta sin exhibir un perfil político demasiado definido. Si hay prevista una reducción de emisiones del 65% para 2030, ellos quieren llegar hasta el 70%. Si el presupuesto anual para hacer frente a la crisis climática es de 8.000 millones de euros, ellos quieren gastar 50.000 millones. Y lo que es más importante: no quieren asustar a nadie.

Los Verdes alemanes, en el espectro político, estarían situados en algo parecido al centro-izquierda. Quizás más centro que izquierda: Baerbock asegura que sus recetas contra el cambio climático son factibles «sin poner en cuestión la economía de mercado». Este es el tipo de manifestaciones que hacen recelar a los ecologistas más radicales. Y puede que también sean el motivo de que las urnas no hayan materializado el ascenso verde con la fuerza que auguraban las encuestas. Han logrado el mejor resultado de su historia, pero esperaban más. En cualquier caso, están acariciando el gobierno. Y pactar con los liberales, en principio, no parece un escollo insalvable para acceder a él. Verdes, sí, pero moderados y sobradamente preparados para manejar la locomotora económica de Europa sin perturbar a los accionistas.

Un proyecto verde… e industrial

El más que probable canciller, Olaf Scholz, lo ha dejado claro: «La protección del clima es un proyecto industrial, no una carrera de reeducación». El socialdemócrata, consciente de estar pisando un campo de minas, afirmó que no va a decirle a la ciudadanía que es lo que tiene que comer y lo que no. El comportamiento de los alemanes y las alemanas respecto al clima es un asunto individual. Y la crisis climática obliga a cambiar algunos parámetros de la economía, pero no a pararla. Ni siquiera a frenarla. Los mercados cambiarán de atuendo, sí, pero no su esencia. «Los mercados del futuro serán mercados neutros en emisiones, también en lo que concierne a la industria del automóvil», dijo la candidata verde. El decrecimiento, por tanto, no está en la agenda. Hasta el conservador Armin Laschet (CDU) está de acuerdo. Para él la transición energética es «un motor de reducción de emisiones y de nuevos empleos». Y no ha dicho su última palabra: aún aspira a suceder a Merkel pactando con Verdes y liberales en una coalición que ha sido bautizada como «Jamaica» (por los colores negro, verde y amarillo de su bandera).

Sea como sea, la previsible llegada de Annalena Baerbock al poder ha sido recibida con optimismo. «Tener a Los Verdes como parte de una posible nueva coalición impulsaría la política climática en Alemania», asegura el investigador Niklas Höhne, del instituto NewClimate. «Esto también significa que Alemania utilizará su poder para convencer a otros países, especialmente al G20, de una política climática más ambiciosa», añade. «El próximo gobierno alemán será decididamente verde y proeuropeo. Esto también influirá en la presidencia alemana del G7 del próximo año, ya que Alemania está dispuesta a consolidar el G7 como motor de la acción climática», declara, por su parte, Jennifer Tollmann, asesora política del think tank medioambientalista E3G.

Las expectativas depositadas en Baerbock son enormes. Lo que sea capaz de arrancar a sus socios en las negociaciones de gobierno marcará su éxito o su fracaso. El reto, en principio, pinta bien. Martin Kaiser, director ejecutivo de Greenpeace Alemania, explica así el partido que está por jugarse en Berlín: «Ni el SPD, ni la CDU, ni el FDP superarán las negociaciones de la coalición sin cambiar sus posturas anteriores, por ejemplo, sobre la eliminación del carbón, la expansión de las energías renovables o el cambio a la movilidad limpia. Con ello, el nuevo gobierno podría convertirse en un motor de la ambición climática tanto dentro de la UE como a nivel internacional«.

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