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La transición ecológica y energética debe ser, por encima de todo, justa. Si no, que se lo digan a Ana. Ella es una de las 100 personas que durante meses ha participado en la Asamblea Ciudadana para el Clima (ACC). Y, como asturiana que es, esta informática de 30 años tiene claras las medidas a las que daría prioridad de las 172 que aprobaron los miembros de la asamblea: aquellas que “tienen en cuenta a los trabajadores que han perdido su empleo debido al cierre de las minas y de las centrales térmicas”, explica. “Estas personas necesitan encontrar un trabajo, y sería deseable que fuera en las mismas condiciones económicas que tenían”, detalla.
Su aventura en este experimento climático-ciudadano comenzó en redes sociales. Un día vio un anuncio donde se buscaba gente para formar parte de la asamblea. Rellenó un formulario… y hasta ahora. Acabó entrando como suplente en diciembre, un mes más tarde que el resto y justo para el comienzo de la primera de las cinco sesiones con especialistas.
La joven explica que empezó “muy emocionada”, pero según el equipo de especialistas que les asesoraba les explicaba los efectos del calentamiento global, empezó “a estar muy preocupada» al darse cuenta «de que el problema es mayor de lo que yo pensaba”. Sin embargo, con las recomendaciones ya materializadas, ese sentimiento se tornó en “satisfacción”. Y, a día de hoy, lo que le invade es la esperanza de que se hagan realidad, asegura.
Entre el centenar de personas elegidas había gente que apenas sabía nada del cambio climático o no lo veía como una prioridad. Ana, sin embargo, reconoce que tenía conocimientos básicos y cierta preocupación por el tema. “Ahora me preocupa aún más porque estoy más informada”, explica. Esta experiencia, además, le ha servido para aprender sobre otros muchos temas que desconocía, “como los sumideros de carbono”. Su trabajo, a partir de ahora, será “sensibilizar” a toda su familia para que sepan el desafío que tiene la humanidad por delante.
A diferencia de las primeras sesiones, que fueron telemáticas, la dedicada a aprobar las recomendaciones fue presencial y se celebró el pasado 22 de mayo en Madrid. Este lunes 6 de junio, Ana fue una de las asambleístas que hizo entrega de las propuestas al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y a la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera. Ella “elogió nuestra labor y nos agradeció el trabajo realizado”, explica. Él, cuenta, “recalcó que este es un tema urgente y que no se puede esperar para tomar medidas”.
Aunque confía en que las medidas se tengan en cuenta, Ana tiene miedo de que con un cambio de gobierno caigan en el olvido. Por eso, junto al resto de participantes, reclama un pacto de Estado “que se comprometa a acelerar la lucha contra el cambio climático y la transición energética”, se recoge en el decálogo de medidas. Lo ve posible porque “no todos los partidos políticos son negacionistas del cambio climático. Creo que nuestras propuestas no dejan a nadie atrás y tienen muy en cuenta la economía de las personas y las pequeñas empresas, y plantean ayudas para que se puedan llevar a cabo sin esfuerzos económicos. No veo motivo para estar en contra de ninguna de ellas”, argumenta.
Desde que arrancó en noviembre hasta que terminó, la asamblea ha sido criticada por varios motivos. Uno de los que más se ha repetido es la falta de transparencia, sobre todo al principio. Poco a poco se fue mejorando en el aspecto comunicativo, aunque los más críticos insistían en que se estaba perdiendo una buena oportunidad para que el proceso participativo llegara a toda la población.
Lo cierto es que el hermetismo fue absoluto durante toda la asamblea. Y fue así por una razón: no se quería que las personas participantes estuvieran influidas ni presionadas por gente externa. Aun así, esto no ha evitado que se manipulen y tergiversen posteriormente algunas medidas, como denuncia Ana, muy molesta con las noticias falsas. “Cuando leo que ABC publica que queremos prohibir los vuelos nacionales me da mucha pena”, se queja la asturiana. Lo que la asamblea aprobó, tal y como se recoge en la recomendación número 66, es “minimizar los vuelos domésticos en España cuando haya alternativas de tren”. Más tarde, el citado medio acabó corrigiendo el titular.
Las propuestas fueron aprobadas por mayoría
Todas las propuestas que se han lanzado están unidas por un hilo común: la necesidad de dar un rumbo a la forma de producir y consumir. Muchas incluyen conceptos o ideas que podrían generar fricciones, pero eso no fue un obstáculo, según Ana: “No hubo mucho choque porque en el fondo todos tenemos la misma preocupación”. Cuenta que, ante opiniones extremas, se buscó un punto intermedio de entendimiento.
El consumo de carne es uno de esos temas delicados. En el último año, cada que se tocaba, los argumentos al respecto eran víctima de manipulaciones hasta el punto de generar un rechazo injustificado. La asamblea, entre sus recomendaciones, no habla de forma explícita de reducir su ingesta, pero sí de regresar “a una dieta mediterránea basada en alimentos de cercanía y de bajo impacto ambiental, y equilibrada en el consumo de proteína animal y vegetal, según los criterios de salud de la OMS”. Es lo mismo que, recientemente, pidió el IPCC, el panel de especialistas en cambio climático de la ONU.
Más directa en este tema es Ana: “Los últimos estudios indican que en España se consume demasiada carne. La OMS relaciona el consumo excesivo de carne con enfermedades como el cáncer digestivo. Así que haciendo un cambio en la dieta ayudas al medio ambiente y también a tu propia salud”.
Otra de las propuestas lanzadas por la asamblea, y que puede dar pie a ‘polémicas’, es la de “sensibilizar sobre el concepto de decrecimiento”, como aprobó un 93% de los asambleístas. La asturiana lo interpreta así: “Yo lo llamaría decrecer en un sector para crecer en otros”. Y pone ejemplos: “decrecer en consumo para crecer en reparar. ¿Cuántas tiendas de reparaciones han cerrado porque cada vez se compra más y se repara menos? Y, sobre todo, crecer en salud, que es a lo que afecta muchísimo el cambio climático. Creo que ahí no se puede ahorrar”. Tal y como lo ve ella, abordar la crisis climática implica ir más allá y no cortarse: “Los tabúes, en algo tan crucial, deben romperse. La vida está en juego”.
El ABC y todos los falsimedia son las armas del enemigo. No esperes otra cosa de ellos, que no te afecten, pues acabarás sintiéndote derrotada y vencida de antemano.
Yo no los puedo leer. Me falta la necesaria entereza pero no le quito la razón a quienes opinan que hay que conocer al enemigo.
Según SEO BirdLife,
la biodiversidad de nuestro entorno está pasando por un momento crítico:
Más de 90 especies de aves en España viven ahora mismo amenazadas.
Un dato terrible que revela un problema mucho más amplio: la ya conocida como sexta extinción de especies, profundamente agravada por la crisis climática que sufrimos. Si no actuamos ya, con todas las herramientas de las que disponemos, podríamos perder más de 1 millón de especies en todo el mundo, entre ellas muchas especies de aves.
Debemos crear proyectos de conservación de aves.
Llevar a los Tribunales delitos contra la fauna y el medio ambiente.
Recuperar espacios para la naturaleza a través de nuestras reservas ornitológicas.
Proponer soluciones y alternativas frente a cada amenaza para las aves y la biodiversidad como los incendios o la destrucción de parajes naturales.