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Mary Mattingly, Courtney Mattinson y Paul Villinski son tres artistas con tres proyectos totalmente distintos pero con algo en común: los tres creen en el arte como motor transformador para remover conciencias. Miran hacia la naturaleza desde lo introspectivo y coinciden en que también se puede combatir la crisis climática desde los museos, las instalaciones en los espacios públicos o las intervenciones en la naturaleza.
Allí donde no llegan ni el periodismo ni los informes científicos ni los libros de ensayos, llegan esculturas, pinturas y todo tipo de artefactos artísticos. El arte, presentado en todas sus infinitas e inabarcables formas, nos ayuda a digerir lo que pasa en el mundo. Con una crisis sanitaria galopante que ha hecho de este uno de los años mas extraños que hayamos vivido, y una crisis climática, quizá no tan mediática pero igual de importante, el arte se convierte, muy a menudo, en esa ventana a la que asomarse para escapar y/o entender la realidad.
Es, posiblemente, la conjunción de los artefactos artísticos con la ciencia una de aquellas uniones potentes con posibilidades de transformar el mundo; y es cada vez más común que la comunidad científica se arrime a los artistas para transmitir sus conocimientos y hacerlos llegar a más gente. Mary Mattingly, Courtney Mattinson y Paul Villinski nos proponen tres maneras de acercarnos al cambio climático para crear conciencia en el seminario How can art help sabe the world?, que tuvo lugar el 17 de diciembre de manera virtual.
“Para abordar el cambio climático, necesitamos cambiar la cultura. El arte jugará un papel importante. La influencia del arte es subjetiva y emocional, un complemento a la objetividad de la ciencia. El arte es una herramienta poderosa que afirma las creencias culturales, los valores y nuestra comprensión de las relaciones de la humanidad en las sociedades y el mundo natural. Pero los artistas también crean trabajos que presentan nuevas ideas para desafiar el statu quo. En la comunidad que crea el arte, la sociedad comparte estas diferentes, a veces profundamente diferentes, formas de ver el mundo”
Manifiesto del seminario How can art help sabe the world?
Arte y sostenibilidad
Mary Mattingly (1978) es una artista con sede en Brooklyn. Su trabajo artístico gira entorno a la sostenibilidad y el cambio climático y combina diferentes disciplinas, que van desde la fotografía hasta instalaciones en el espacio público. Es simple: la artista busca cómo sobrevivir siendo sostenible y sin morir en el intento. Lucha contra ella misma y contra sus propios objetos y así lo muestra en ‘House and Universe’, para la que catalogó sus pertenencias personales y rastreó los orígenes. Sin embargo, Mattingly no se queda solo con la crítica, no es de las que se limitan a señalar: ofrece arte y algo más (e igual de importante): soluciones, opciones, posibilidades, ventanas.
Uno de sus proyectos artísticos estrella es ‘Waterpod’ (2009), una instalación abierta al público con muchos meses de trabajo a las espaldas y un gran trabajo conceptual, así como requerimientos de permisos y subvenciones. En palabras de la misma artista: “Se prepararon páginas y páginas de solicitudes de subvención para presentar este proyecto a las agencias federales, estatales y de la ciudad correspondientes, desde la Guardia Costera de los Estados Unidos hasta la Unidad Dockmaster de NYC, nuestro asesor legal Blank Rome, las empresas de barcazas recolectoras, inversores, donantes en especies (paneles solares y equipos de purificación de agua, servicios de remolque e instalaciones de astilleros) y patrocinadores fiscales”.
El Waterpod fue más que una instalación artística, fue una opción, una nueva manera de comprender la movilidad, la naturaleza y el mundo.
“El diseño del Waterpod se compone de un modo de acciones y compromisos sociales, políticos y ecológicos que describen la movilidad, la comunidad y la autonomía respetando el agua, la naturaleza y los sistemas naturales. Waterpod es expresión de una intención colectiva, basada en los recursos disponibles, ensayo y error, así como un objeto y un espacio que se sigue negociando a través de la participación e implementación democráticas. El Waterpod es una extensión del cuerpo, del hogar y de la comunidad, siendo su permanencia el cambio. Conecta el río con el visitante, lo global con lo local, la naturaleza con la ciudad y las ecologías históricas con las futuristas”.
Manifiesto del prouyecto The Waterpod.
Mattingly se prepara para lo que viene, para lo que ya está aquí, para el cambio y –¿por qué no?– para la catástrofe: “El Waterpod encarna la interdependencia y el ingenio, el aprendizaje y la curiosidad, la expresión humana y la exploración creativa”.
Durante el seminario, Mattingly hizo incidencia en las dificultades de trabajar y realizar intervenciones en el espacio público a causa de las trabas en los permisos y en la necesidad de trabajar con nuevos materiales para cambiar percepciones y perspectivas.
Crecida en un entorno rural, Mattingly tiene muy claro lo que persigue: abrazar la ciencia desde el arte y proporcionar las herramientas-objetos necesarios (ya sea en forma de print, instalación o performance) para forzar un cambio de paradigma cultural que nos invite a ver el problema ante el cual estamos expuestos, una crisis climática imparable.
Courtney Mattison, la frágil belleza de los corales
Resulta casi imposible que la obra de Courtney Mattison (1985) deje indiferente. Sus esculturas de cerámica a gran escala inspiradas en el blanqueamiento de los corales a causa del cambio climático y los desastres naturales son obras de una belleza frágil que consiguen transmitir su cometido: alertar sobre la muerte de estos ecosistemas y crear conciencia sobre ello.
Mattison tiene una formación curiosa: estudió ecología marina y tiene un máster en estudios ambientales por la Brown University, pero también tiene estudios de escultura. Asentada actualmente en Los Ángeles, ha exhibido su trabajo en diferentes museos y galerías y, este año, Naciones Unidas incluyó su trabajo en un sello postal para conmemorar el 50 aniversario del Día de la Tierra.
“Mis esculturas gigantes están inspiradas en la fragilidad y la belleza de los corales marinos. El cambio climático también es una fuente de inspiración”. Mattison representa conceptos ecológicos de manera visualmente impactante para que la gente pueda conectar con la crisis climática. Trabaja con los esqueletos de corales muertos y su obra destaca por tener una figura predominante: la espiral, una forma que, por otra parte, es común en la naturaleza. Su obra es luminosa, pero transmite cierto pesimismo, a pesar de que no es su intención. Consciente de lo que provocan sus esculturas, más allá de crear una ecoansiedad evitable, lo que pretende Mattison es “hacerle ver a la gente que la pelota de la crisis climática está sobre nuestro tejado”.
“Confluence (Our Changing Seas V) rinde homenaje a los arrecifes de coral de Indonesia y el valor que brindan a los indonesios y al mundo. Espero que la idea de crear una instalación escultórica de arrecifes de coral de cerámica tan monumental e intrincadamente detallada a mano inspire entusiasmo en los espectadores sobre las conexiones que compartimos con los arrecifes, al tiempo que empodere a las personas y a los responsables políticos para actuar y conservar estos ecosistemas”
Mattison, que se autodefine como una científica artista, quiere salir de lo conceptual que a veces rodea el arte. “Mi obra no es así, mi obra es directa porque quiere tener un impacto”. Si bien reconoce que nunca podrá ser “tan creativa como lo es la naturaleza”, en esas esculturas gigantes y realistas sí intenta recrear un poquito de ella.
Sobre la imposibilidad de (re)crear hábitats naturales y la posibilidad de incorporar artistas a los desastres
Paul Villinski (1960) es un escultor norte americano conocido por instalaciones a gran escala con mariposas fabricadas con latas de aluminio que el artista se encuentra por las calles neoyorquinas, donde reside habitualmente. Esas pequeñas mariposas le permiten a Villinski trabajar de manera metafórica y simbólica sobre la transformación de la naturaleza. Con su trabajo con mariposas (las de aluminio, pero también reales), Villinski asegura que se ha dado cuenta de la imposibilidad de (re)crear los hábitats naturales de manera artificial. “El mundo natural es complejo y difícil de replicar. Eso se nos muestra evidente cuando se intenta proteger algunas especies a las cuales hemos destruido su hábitat. Es imposible recrear la naturaleza”.
El escultor también tiene otra línea de trabajo, la que estudia cómo puede el arte responder a una situación de fenómeno meteorológico extremo, como es un huracán. ¿Podrían los artistas formar parte de un equipo de emergencia y de primeros auxilios? Uno de los trabajos más conocidos de Villinski en esta línea es la transformación de contenedores habitacionales (los que se asignan a gente que lo ha perdido todo en una catástrofe) para que sean espacios más amables y que puedan funcionar con energía solar. Concretamente, destaca la reconversión de un modelo de contenedor que fue usado por los equipos de emergencias después del huracán Katrina, que azotó Luisiana y que causó casi 2.000 muertes.
Villinski apuesta por el arte que investigue posibilidades, que transforme, como él hace con las latas que se encuentra por la calle. “El arte es lo que permite explorar todas las posibilidades”, dice. Y en la lucha contra la crisis climática, por todas las grietas por donde puedan salir ideas, habrá que asomarse a mirar. “El arte da acceso a aquello que habitualmente no vemos, y nos da acceso a una mirada diferente. A la oportunidad de reflexionar”.
El seminario cierra con una idea compartida por los tres: solo cambiando un poquito de nosotros mismos, seremos capaces de cambiar el mundo.