¿Es Australia la zona cero del cambio climático? No todo es efecto invernadero

El último informe sobre el estado del medioambiente del territorio trata por primera vez el cambio climático como un problema del presente y señala las consecuencias derivadas de la tala de bosques, las especies invasoras, la contaminación y la expansión urbana.
¿Es Australia la zona cero del cambio climático? No todo es efecto invernadero
Foto: Gobierno Nueva Gales del Sur

Su ronroneo nos acompaña desde hace al menos 10.000 años. Durante siglos, su misión era la de mantener las casas y los graneros libres de roedores. Hoy son los dueños del sofá. Se estima que existen unos 600 millones de gatos en el mundo, entre ejemplares domésticos y otros que viven en libertad. Son cazadores tan efectivos que en algunas partes del mundo han llegado a convertirse en un desafío para la biodiversidad.

Australia es quizá el mejor ejemplo. El país insular no conoció a los gatos hasta principios del siglo XIX. Hoy tiene cerca de siete millones de ellos y están presentes en todo el territorio. Entre todos, cazan 2414 millones de pequeños animales cada año, en especial invertebrados, mamíferos y reptiles. Son el mayor riesgo para 50 especies de mamíferos y 71 de aves en peligro de extinción.

Y los gatos no son los únicos. Australia también tiene problemas con los conejos, los zorros o las ratas. De hecho, el informe Australia State of the environment, que cada cinco años analiza el estado del medioambiente en Australia, señala en su última edición a las especies invasoras como una de las causas de degradación ambiental más importantes del país. Eso, y el cambio climático, claro.

“Las especies invasoras son una de las grandes amenazas para los ecosistemas terrestres en Australia. Son una de las grandes causas del declive de las poblaciones de mamíferos, aves y reptiles autóctonos que no están adaptadas a vivir con predadores como los zorros o los gatos”, explica Ian Cresswell, profesor de biología y ciencias ambientales y de la tierra en la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) y uno de los autores del informe. “La otra gran amenaza para los ecosistemas terrestres es la degradación del entorno. En la última década, más de ocho millones de hectáreas han sido deforestadas y los hábitats están cada vez más fragmentados”.

No todo es cambio climático en Australia (pero casi)

Hace más de medio siglo que la comunidad científica avisa con insistencia del cambio climático y las consecuencias que puede tener en nuestras sociedades y en los ecosistemas que sustentan a los humanos y al resto de especies del planeta. Sin embargo, durante décadas, el mensaje sonaba a amenaza lejana y futura. En Australia, hace ya un tiempo que saben que el cambio climático es algo del presente. De hecho, el país oceánico ha sido bautizado muchas veces como la zona cero del cambio climático.

“En los anteriores informes sobre el medioambiente australiano, nos referíamos al cambio climático como algo que iba a ocurrir. Pero en este hablamos de él en presente”, señala Cresswell. “Está claro, científicamente hablando, que la mayoría de eventos meteorológicos extremos que hemos experimentando en Australia llevan la huella del cambio climático. La última década ha sido la más cálida de la que tenemos registros. 2019 fue el año más seco y cálido en la historia y acabó con la peor temporada de incendios de la que se tiene constancia. También estamos experimentando intensas olas de calor marinas en el océano y algunas especies se está desplazando hacia climas que son más propicios”.

De acuerdo con el informe, el cambio climático está introduciendo nuevas amenazas y está exacerbando muchos de los impactos humanos que ya estaban presentes en Australia. Está agravando los daños presentes y pasados causados por la tala de bosques, las especies invasoras, la contaminación y la expansión urbana. Además, como sucede en el resto del planeta, la intensidad y la frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones, sequías y olas va en aumento. Y los fenómenos estacionales (como las temporadas de incendios) cada vez son más extensos.

Así, el cambio climático es una de las causas principales de degradación del medioambiente australiano, pero no la única. Cada vez hay más especies en peligro de extinción (de 1774 en 2016 se ha pasado a 1918), las costas sufren la erosión y el impacto de las especies invasoras, los arrecifes sufren la subida de las temperaturas y la contaminación del agua, y la deforestación es la primera causa de pérdida y fragmentación de los hábitats (sobre todo en los estados más poblados de Queensland y Nueva Gales del Sur).

El informe, además, subraya algo que parece evidente, pero que no es tan fácil de probar: el estado del medioambiente influye directamente en la salud, el bienestar y la seguridad de las personas que lo habitan. Las comunidades y las familias marginadas son las más vulnerables a los eventos meteorológicos extremos. Y las poblaciones de las periferias de las ciudades son las que menos acceso tienen a espacios verdes y más sufren los efectos de la contaminación.

Las voces indígenas y la salida al laberinto ambiental

El último informe sobre el estado del medioambiente en Australia incluye, por primera vez, el conocimiento de las poblaciones indígenas. Su visión del mundo, sostienen los autores, podría contener muchas de las soluciones que necesitamos para frenar la degradación ambiental y el cambio climático. “En Australia es muy obvio. Muchas de las prácticas importadas con la colonización europea están degradando el medioambiente”, explica Cresswell. “Están basadas en ideas que puede que funcionasen en Europa, pero no en Australia. Si usamos técnicas indígenas, los resultados desde el punto de vista de la seguridad, la conservación del suelo o incluso la huella de carbono son mejores”.

De acuerdo con el informe, el conocimiento y las prácticas culturales indígenas son claves para avanzar hacia una gestión ambiental sostenible, una que pueda ser positiva para todos los australianos. En líneas generales, aquellas zonas de tierra y mar que han sido devueltas a los pueblos indígenas para su cuidado se han recuperado. Los saberes tradicionales, en colaboración con el conocimiento científico, pueden resultar en una nueva forma de gestionar el entorno. De hecho, otros estudios e informes (incluyendo los del IPCC) sostienen la importancia de incorporar el conocimiento indígena en la búsqueda de soluciones al cambio climático y la crisis de biodiversidad.

“Todavía podemos cambiar las cosas, soy optimista en ese sentido”, concluye Cresswell. “Es evidente que las tendencias para el medioambiente australiano son negativas. Pero la degradación de nuestro entorno tiene poco más de 200 años, desde la colonización europea. Por eso creo que es más que posible darle la vuelta a las cosas. Basta con eliminar las presiones humanas que están destruyendo el medioambiente. Algunas son difíciles de dejar atrás, pero otras, como la deforestación, son relativamente sencillas de abandonar”.

Además del conocimiento indígena, el informe señala otros hitos desde los que reconstruir la relación del ser humano con la naturaleza. Por ejemplo, cada vez son más las organizaciones no gubernamentales y las empresas que adquieren extensiones importantes de tierra para su conservación (la Australian Wildlife Conservancy gestiona ya unos 6,5 millones de hectáreas de territorio). El informe también subraya la necesidad de mayor colaboración entre los sectores gubernamentales y no gubernamentales y de más esfuerzo y recursos para medir los progresos.

“Hacer todo esto requerirá valor y liderazgo, pero es fundamental si queremos revertir el declive y construir un país más fuerte y resiliente capaz de enfrentar los desafíos que tenemos por delante”, concluye el informe.

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