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Este fragmento forma parte del libro ‘Energy fakes. Mitos y bulos sobre la transición energética’ (Barlin Libros, 2024), de Pedro Fresco.
Ante el despliegue masivo de energías renovables, los grupos opuestos a la instalación de parques fotovoltaicos recurren muchas veces a exageraciones y a imágenes prácticamente distópicas que quieren llegar a la emoción y al miedo del receptor. Una de las cosas que se escucha es que el campo o el mundo rural se va a llenar de paneles solares, que los parques fotovoltaicos lo van a ocupar todo y que van a vivir rodeados de placas y prácticamente inundados por las mismas. El concepto «mar de placas», parecido al «mar de plástico» de aquellas zonas repletas de invernaderos, también se utiliza mucho.
La energía solar fotovoltaica es una energía maravillosa, pero tiene el problema de ocupar mucha superficie. Su impacto visual es, por tanto, potencialmente amplio y puede suponer un cambio en el paisaje al que la gente no está acostumbrada, aunque en muchas ocasiones estos parques no son perceptibles desde los núcleos de población. La transición energética requiere la implantación masiva de energías renovables, por lo que es inevitable cambiar nuestro paisaje. Aunque sea costoso, en pocos años, las vistas de aerogeneradores y parques solares estarán interiorizadas como algo normal cuando se salga de las zonas urbanas, al igual que ahora lo están las carreteras, las vías del tren o las propias líneas de alta tensión. Este es un proceso inevitable si queremos frenar el cambio climático a niveles no catastróficos. Pero una cosa es que vayan a ser habituales y otra muy distinta es que lo vayan a ocupar o «inundar» todo. Eso no es cierto.
A principios de 2022 la Generalitat de Catalunya publicó la Prospectiva Energètica de Catalunya a 2050, en la que se indicaba que, para que Catalunya pudiese generar prácticamente todo su consumo de energía, las energías renovables deberían ocupar un 2,5% del territorio catalán. En Alemania, por poner otro ejemplo, también se está diciendo que se debe reservar un 2% del territorio para la energía eólica. Eso no quiere decir que el territorio quede totalmente ocupado en superficie en ese porcentaje; habrá otras actividades que podrán convivir con las renovables. Por ejemplo, podrá haber ganadería o agricultura en las zonas cercanas a los aerogeneradores, podrá también haber ganadería dentro de las plantas solares —una forma habitual de desbrozar los parques solares— o se podrán compatibilizar algunas de ellas con cultivos que se vean beneficiados por la sombra de los paneles.
Catalunya o Alemania son lugares con alta densidad de población y alto consumo energético per cápita, así que el porcentaje de ocupación de las energías renovables en otros lugares será generalmente más bajo en comparación. Hace un tiempo preparé para un congreso una estimación muy aproximada de cuánta energía solar y eólica habría que instalar en España para llegar a 2050 cumpliendo el Net Zero. Asumiendo una reducción del consumo de energía final del 20% y la presencia muy minoritaria de otras fuentes de energías, los números que obtuve eran 200 GW de energía solar fotovoltaica y 160 GW de eólica. De estos 160 GW eólicos, calculé 20 GW de eólica marina y 140 GW de eólica terrestre —debido a que España no tiene plataforma continental y la eólica marina tardará más en desarrollarse porque debe ser flotante—, mientras que estimé que 50 GW de fotovoltaica podrían ir en los tejados, teniendo que situar 150 GW en suelo o en estructuras creadas para tal fin.
En España se suele instalar la energía solar fotovoltaica con seguidor a un eje, aunque no siempre. Esta estructura tiene una ocupación de unas 2 hectáreas por MW instalado, mientras que las estructuras fijas ocupan algo menos de espacio, sobre 1,5 hectáreas por MW. Suponiendo una generosa media ponderada de 1,9 ha/MW, hablaríamos de una ocupación de 270.000 hectáreas. La superficie de España son 50,6 millones de hectáreas, por lo que hablamos de una ocupación para la energía solar fotovoltaica del 0,56% de la superficie del país. Esta superficie, insisto, puede ser en muchos casos compatibilizada con otros usos, o incluso parte de ella podría ser fotovoltaica flotante sobre láminas de agua o agro-voltaica donde se cultive debajo de los paneles.
El 0,56% de la superficie de un país puede parecer mucho o poco en función de la perspectiva de quien lo analice, pero evidentemente no es una ocupación masiva de territorio que lo vaya a inundar todo de placas. Lo mejor para relativizar el número es ver qué otros usos del suelo existen en España y compararlos. En el año 2014, la superficie española ocupada por suelo artificial era del 3,95% de su superficie total, que correspondía a las zonas urbanas y también al suelo ocupado por carreteras o zonas transformadas como vertederos o minas. Este porcentaje es inferior a la media europea, que está en el 4,6%.

Por poner otros ejemplos. La superficie de olivar en España era en 2021 de 2.770.000 hectáreas, alrededor de diez veces más que toda la fotovoltaica necesaria para alcanzar el Net Zero. La superficie que ocupa el olivar es más o menos la misma que la dedicada al cultivo de la cebada —2.710.000 hectáreas—, mientras que el viñedo ocupa 950.000 hectáreas o, por ejemplo, el cultivo de girasol ocupa 644.000 hectáreas. Y no hace falta irse a cultivos: los terrenos baldíos ocupaban más de 900.000 hectáreas en 2021 y los improductivos, 750.000 hectáreas. La necesidad superficial de la fotovoltaica se empequeñece ante cualquiera de estas comparaciones.
En el año 2022, en el Reino Unido hubo también una polémica por la ocupación superficial de la energía solar fotovoltaica. En aquel momento, habían instalados casi 14 GW de capacidad solar fotovoltaica, y alrededor de un tercio de esta potencia estaba instalada en tejados mientras otros dos tercios estaban en suelo. Muchos miembros del partido conservador británico se posicionaron en contra del despliegue de energía solar en el suelo porque, según ellos, algunas de estas plantas solares iban a ocupar las mejores tierras de cultivo del Reino Unido. Los dos futuros primeros ministros y en ese momento candidatos a serlo, Liz Truss y Rishi Sunak, se situaron próximos a esas posiciones. Muchos analistas interpretaron esto como un intento de guerra cultural de la derecha, asentada en un ruralismo conservador que se opone a las políticas climáticas defendidas por la izquierda y promovidas por organizaciones internacionales.
La realidad es que en ese momento la energía solar ocupaba menos del 0,1% de la tierra del Reino Unido. Para cumplir los objetivos climáticos del país en el año 2035, este porcentaje debía aumentar al 0,29%. El proyecto Carbon Brief publicó entonces una infografía en que mostraba cuánta tierra representaba y la comparaba con otros usos.

Como se puede observar, los aeropuertos del Reino Unido ocupan el 0,2% de la superficie del país, equivalente a toda la necesidad de suelo adicional para instalar fotovoltaica hasta 2035. Pero es que los campos de golf ocupan más de un 0,5%, más que las necesidades totales de fotovoltaica. El área construida en el Reino Unido representa el 7,6% de la superficie del país, acercándose al 10% en Inglaterra y Gales. Como se puede comprobar, la ocupación superficial que requiere la fotovoltaica es inferior a otros muchos desarrollos y transformaciones territoriales a las que estamos acostumbrados y que hemos normalizado.
La capacidad solar fotovoltaica instalada en el mundo superó los 1.100 GW en el año 2022, pero, para el año 2050 y para poder cumplir con los objetivos de descarbonización, esta capacidad se tendrá que multiplicar, al menos, por diez y posiblemente por bastante más. Diversas estimaciones hablan de una capacidad instalada a 2050 de entre 10.000 y 23.000 GW a nivel mundial. Esto va a cambiar sin duda el paisaje y habrá que ser imaginativos para poder instalar esta energía de diversas maneras y en las mejores condiciones.
Pero a pesar de esta enorme cantidad de paneles —¡más de 20.000 millones de paneles! — se ocupará una superficie mínima de tierra. Incluso en la mayor de esas previsiones, incluso si toda esa capacidad solar estuviese en el suelo con una ocupación generosa, no llegaría a ocupar el 0,3% de toda la superficie terrestre —sin contar los océanos—. Incluso si quisiésemos producir toda la energía final que consume el mundo con energía solar fotovoltaica, necesitaríamos poco más del 6% de la superficie del desierto del Sáhara para poder generarla. Así que no se preocupen ustedes que no se va a inundar la tierra con paneles solares. Ni siquiera el desierto del Sáhara.
Pedro Fresco es Licenciado en químicas por la Universitat de València y divulgador de energía en varios medios de comunicación. Actualmente es el Director General de la Asociación Valenciana del Sector de la Energía. En 2021 fue asesor del Ministerio de Transición Ecológica, y hasta diciembre de 2022 Director de Transición Ecológica de la Generlitat Valenciana.