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ÁLVARO ENRÍQUEZ DE SALAMANCA // A lo largo del año 2020 llegaron a las costas de Canarias 23.023 migrantes irregulares, un 757 % más que el año anterior. En 2021 la cifra se redujo ligeramente, a 22.316 personas, pero sigue siendo muy superior a los valores de años anteriores.
Los datos recabados de 2020 apuntan a que aparte de los migrantes que alcanzaron las islas Canarias o que fueron rescatados en sus inmediaciones, cerca de 1.500 se quedaron en el camino y unos 600 murieron ahogados o deshidratados.
Los migrantes partieron desde las costas de África Occidental, sobre todo desde Senegal, aunque también desde Costa de Marfil, Marruecos, Sáhara o Mauritania.
¿De qué huyen los migrantes?
Este incremento de la llegada de migrantes se ha enfocado más como una crisis migratoria institucional y organizativa en el país receptor que como una manifestación de importantes problemas en los países de origen.
Un reciente informe de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado destaca cómo la ruta de Canarias nunca ha dejado de estar activa. Por tanto, la llegada de migrantes no es una situación de emergencia sino un fenómeno estructural.
Se ha prestado muy poca atención a las razones que motivaron y siguen motivando el aumento en la llegada de migrantes. En un reciente estudio he analizado los factores desencadenantes de esta tragedia migratoria. Lo he centrado en tres aspectos esenciales que están operando sinérgicamente: el cambio climático, la sobrepesca y la pandemia de COVID-19.
El cambio climático
El cambio climático está afectando intensamente a África Occidental. Está generando impactos en la agricultura por reducción de cosechas y en la pesca, con reducciones del 4 al 8 % en las capturas, y acelerando la erosión costera, que afecta a edificaciones, playas e infraestructura turística y pesquera.
Esta fuerte incidencia se debe a la vulnerabilidad de la región y a su baja capacidad adaptativa, aunque su contribución a las causas que están desencadenando el cambio climático es muy escasa.
La sobrepesca
El sector pesquero es esencial en África Occidental. Emplea a más de 1,7 millones de personas de forma directa y 6,7 millones de forma indirecta. Existe un sector pesquero artesanal, que ocupa a la inmensa mayoría de los trabajadores y que crece de forma continuada, y un sector industrial, con un número muy inferior de trabajadores pero un peso clave en cuanto a las capturas.
Hay un amplio consenso respecto a la sobreexplotación del banco pesquero de África Occidental. El agotamiento de otros bancos pesqueros del mundo ha incrementado la presión sobre esta zona y como consecuencia más de un tercio de los stocks se explotan de forma insostenible. Las extracciones no paran de crecer.
A la actividad pesquera tradicional se ha sumado la de flotas extranjeras con una enorme capacidad de extracción que actúan tanto de forma legal como ilegal.
La pesca ilegal en los bancos del Atlántico oriental alcanza el 37 %, frente a una media global del 18 %. La mayoría de la flota industrial que opera en la zona pertenece a la Unión Europea, China, Rusia, Taiwán y Corea. Aunque estas flotas operan por medio de acuerdos de pesca, la mayor parte de su actividad no es legal: entre 2000 y 2010 la UE declaró el 29 % de sus extracciones y China el 8 %.
Además, los acuerdos pesqueros han despertado numerosas críticas por agotar las pesquerías sin promover el desarrollo local. Tras analizar 15 años de acuerdos pesqueros entre Senegal y la UE, algunos autores concluyen que el balance es claramente negativo desde los puntos de vista ambiental y social.
Estas conclusiones no son novedosas: ya en 1997 un informe del Parlamento Europeo indicó que estos acuerdos socavaban la política de desarrollo de la Unión Europea y que no promovían el desarrollo económico y sostenible de los países. Aun así, la Comisión Europea los considera fundamentales para el mantenimiento de la actividad de la flota comunitaria.
La pandemia de COVID-19
La pandemia de COVID-19 ha causado numerosas víctimas y ha dejado a la región sin turismo y con una economía en recesión. En países como Senegal el turismo es el segundo sector económico tras la pesca. La caída del turismo en 2020 ha sido dramática y centrada en zonas costeras donde se ha sumado a la crisis pesquera.
Los países de África Occidental dependen de la exportación de pocos productos, por lo que se ven muy afectados por cambios en sus precios o su demanda. Entre otros, la pandemia redujo la demanda de productos pesqueros de lujo destinados a restaurantes y eventos, pero en cambio aumentó el precio de productos básicos para la población.
En 2020 se calculó para Senegal una reducción del 16 % en las exportaciones y del 30 % en la llegada de remesas de migrantes asentados en la Unión Europea, a lo que se sumaron unas mayores necesidades de inversión para hacer frente a la pandemia. Como resultado, se estima una contracción de la economía regional del 3,6 %. África ha sido un gran perdedor en esta pandemia, los débiles sistemas sanitarios de muchos países han impedido una lucha efectiva.
Todos estos problemas afectan a unos países con una población joven y con fuerte tasa de crecimiento, con elevado desempleo juvenil y con casi la mitad de la población viviendo por debajo del límite de la pobreza.
La migración en la región ha evolucionado a lo largo del tiempo y en la actualidad es una forma de promoción social para los jóvenes y un modo de ayudar a la familia. Las remesas son esenciales en la economía regional, y en especial para los hogares más pobres.
La falta de alternativas, unida a una nutrida flota de cayucos lista para partir, empuja a los migrantes a la incierta ruta canaria. Tradicionalmente se ha asociado la migración a la huida de la violencia o la pobreza, pero también tienen un peso esencial las aspiraciones a una vida mejor.
Las preocupaciones de la UE en cuanto a política migratoria son sobre todo el control de fronteras y la devolución de migrantes a los países de origen. Sin embargo, un mayor control fronterizo fuerza el uso de rutas irregulares, como la canaria.
Además, es esencial que esa política se centre menos en las fronteras y más en ayudas para adaptarse a los efectos del cambio climático, en políticas de desarrollo para lograr una industria pesquera local y sostenible, en apoyo masivo en la vacunación frente a la COVID-19 y en ayudar a los países afectados por la pérdida de ingresos asociados al turismo. Así, tal vez los jóvenes africanos tengan unas mejores expectativas de vida y no se vean abocados a jugarse la vida en el mar.
Álvaro Enríquez de Salamanca es profesor en el Departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución, Universidad Complutense de Madrid.
Exigimos que los gastos militares mundiales sean trasvasados a la financiación de políticas de seguridad para la paz, rechazamos las respuestas militares a las crisis regionales y mundiales; éstas son parte del problema no parte de la solución.
Tenemos que reducir los gastos militares, dirigiendo estos recursos a satisfacer las necesidades humanas.
Canarias ya dijo «no a la OTAN» en 1986 y sigue pensando igual
El pueblo canario manifiesta una vez más estar en contra de la violencia y la guerra, algo en lo que nos venimos reafirmando desde el 12 de marzo de 1986, fecha en la que mayoritariamente dijimos como pueblo NO a la OTAN. Por ello, desde la Federación Ecologista Canaria no compartimos el reciente posicionamiento del presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, a favor del despliegue de la OTAN en Canarias; ni el que parece que va a ser posicionamiento del Gobierno de España de proponer dicho despliegue en nuestra tierra en la próxima cumbre de la OTAN a celebrar en Madrid.
Desde la Federación Ecologista Canaria Ben Magec “no salimos de nuestro asombro al ver como se pretende mercadear con Canarias y su gente ante uno de los principales culpables de la inestabilidad internacional, más preocupados de vender armas y enriquecer a unas cuantas grandes empresas, que de trabajar por la paz en el planeta”.
Tras el reciente posicionamiento español a favor de Marruecos y contra los intereses del pueblo Saharaui, ahora pretenden convertir estas islas en territorio para la guerra, utilizando para ello veladas amenazas e infundiendo miedo y temor entre la población hablándonos de enemigos y blindar nuestra seguridad, pero previamente han hecho todo lo posible por ponernos en el “disparadero” por usar una terminología que ellos si entienden. La propuesta de que la isla de La Palma albergue las instalaciones de la OTAN en Canarias, tal como ha propuesto el Senador del Partido Popular, sólo será un “espaldarazo” a la guerra, la violencia y la vulneración del derecho internacional.
Como hemos dicho en anteriores ocasiones desde Ben Magec “creemos que la solución de conflictos pasa por la desmilitarización. Los afanes expansionistas de los actores en el conflicto solo pueden traer tragedia, sufrimiento y muerte. La llamada seguridad internacional se basa en la defensa de los intereses de unos pocos: las élites, pisoteando la dignidad y derechos de las personas. Como recalca el Centro Delàs de Estudios para la Paz, “la transición ecológica pasa necesariamente por procesos de desarme y desmilitarización: reducción del gasto militar mundial, conversión de la industria armamentística en industria de energías renovables, y desmantelamiento del arsenal nuclear”.
Necesitamos avanzar hacia el fin del intervencionismo militar, hacia modelos de justicia social, hacia la justicia climática y hacia un sistema de seguridad desmilitarizado.
Nos negamos a vivir bajo el terror de las armas, y rechazamos la carrera de armamento. Tenemos que reducir los gastos militares, dirigiendo estos recursos a satisfacer las necesidades humanas. Debemos cerrar todas las bases militares extranjeras. Nos oponemos a todas las estructuras militares utilizadas para intervenciones bélicas. Debemos democratizar y desmilitarizar las relaciones entre los pueblos y establecer nuevas formas de cooperación pacífica para construir un mundo más seguro y justo”.
No a la OTAN.
Menos del 1% de los océanos del mundo están efectivamente protegidos de la explotación humana. Los océanos están amenazados por la extracción de petróleo, la sobrepesca industrial, las prácticas pesqueras destructivas, la contaminación plástica y el cambio climático, entre otras cosas, y los países de la UE tienen una gran responsabilidad por estas amenazas.
Los científicos están de acuerdo en que debemos proteger al menos el 30% de los océanos del mundo para 2030, y los países de las Naciones Unidas han comenzado nuevamente las negociaciones sobre un tratado oceánico global que podría convertirse en la herramienta de protección que tanto necesitan los océanos del mundo. Es triste que el Tratado del Mar se haya pospuesto todo el tiempo. Con cada oportunidad perdida para acordar un tratado sólido, los gobiernos se están alejando cada vez más de cumplir su promesa.
Es probable que se concluya un tratado en agosto de 2022 y es nuestro trabajo garantizar que este sea el último aplazamiento(Noticias Greenpeace)
Hay pocos momentos en los que se puede hacer historia y hoy precisamente, en el Día Mundial de los Océanos, estamos en un momento en que se podría aprobar un tratado internacional que podrá proteger al menos el 30% de océanos y mares para 2030.
100 millones de tiburones mueren anualmente y los cientos de miles que España captura cada año de manera descontrolada en aguas internacionales. Las poblaciones de tiburones se han desplomado en un 70% en los últimos 50 años. La pesca de tiburón es uno de esos ejemplos de por qué se necesita un Tratado Global de los Océanos ambicioso.
Estamos en un momento histórico, pero…siempre hay un “pero”. Aunque hoy (8/6) sea un día de celebración y un día en el que muchas empresas se “tiñen de azul” para alabar las bonanzas de los océanos, algunas de ellas son precisamente las que más están destruyendo los océanos y las que quieren frenar la ambición de ese tratado para las aguas internacionales.
La intención de descafeinar el Tratado Global de los Océanos que se negocia en Naciones Unidas tiene una razón: el tratado frenará a quienes quieren seguir actuando con impunidad.
Un número muy limitado de países se benefician de la pesca en alta mar y el 86% de la misma se realiza por parte de cinco de ellos: China continental, Taiwán, Japón, Corea del Sur, y España. Tan sólo 100 grandes empresas en el mundo son las responsables de un tercio de la pesca en aguas internacionales. Y una empresa siempre tiene a determinados políticos cerca para escuchar sus demandas. Pero esperemos que no esté más cerca que los casi cinco millones de personas que pedimos un Tratado Global de los Océanos ambicioso.
Precisamente hoy, en el Día Mundial de los Océanos, denunciamos el doble juego del gobierno de España que, a medida que se ha avanzado en el texto del Tratado, paradójicamente, ha expresado interés en excluir la pesca del futuro acuerdo de conservación de los océanos.
Si el Ministerio de Pesca quiere mantener el statu quo y defender el interés de unos pocos señores del negocio marino, no hay mucho que celebrar en este Día Mundial de los Océanos y seremos testigos de la desaparición de especies emblemáticas para la mar como son los tiburones. España es líder mundial en el comercio de carne de tiburón con el mayor número de exportaciones entre 2009 y 2019. Nada da más miedo que un océano sin tiburones.
La historia se escribe para los océanos protegiendo a la pesca y no a los bolsillos de la industria pesquera destructiva. Teniendo en cuenta que más del 70% de la flota española es artesanal.
En el Día Mundial de los Océanos, queremos impulsar el posicionamiento de la UE, señalando a España por su escaso liderazgo y ambigüedad entre lo que dice y lo que hace. El ministro de Pesca, Luis Planas, debe dejar claro en qué lado de la historia está.
Faltan apenas dos meses antes del inicio de las negociaciones históricas en Nueva York. No podemos permitirnos más retrasos ni palabras vacías por parte de los gobiernos, los océanos necesitan urgentemente un Tratado Global ambicioso y vamos a seguir trabajando sin descanso para conseguirlo. (Noticias Greenpeace)