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La concentración de CO2 y otros gases de efecto invernadero alcanzaron en 2018 un nuevo récord, según los últimos datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). El dióxido de carbono alcanzó una concentración de 407,8 partes por millón, lo que representa un ascenso de 2,3 partes por millón desde el año anterior. Además, el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), ambos más potentes que el CO2, también alcanzaron nuevos máximos, de 1869 y 331,1 partes por mil millones (ppb) respectivamente.
Los gases de efecto invernadero proceden tanto de fuentes naturales como de la actividad económica humana (sobre todo de la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y gas. Sin embargo, su presencia excesiva en la atmósfera, la causa del calentamiento global, procede casi exclusivamente de fuentes antropogénicas.
De los tres gases de efecto invernadero analizados, el que más responsabilidad tiene sobre la crisis climática es el CO2. Según la OMM, hasta el 80% del forzamiento radiativo (el efecto del calentamiento sobre el clima) desde los años 50 procede de este gas. El metano estaría detrás del 17%, mientras que el óxido nitroso sería responsable del 6%. El ascenso de este año en la concentración de los dos primeros se ha mantenido ligeramente por encima de la media de los últimos diez años. En el caso del N2O, es el mayor incremento de la historia.
Procedencia
Además, la OMM ha realizado análisis de los isótopos, revelando el origen de estos gases. En el caso del CO2, procede de la quema de combustibles fósiles. En cambio, se ha constatado un aumento de metano procedente de zonas tropicales. Esto podría significar que se hubiera disparado un ciclo de realimentación positiva en los humedales de esas regiones. Estos ecosistemas emiten metano cuando se ven sometidos a mayores temperaturas.
La directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Inger Andersen, reaccionó a los datos con una llamada a la acción. «Nos enfrentamos a una decisión difícil: o ponemos en marcha ya las transformaciones radicales que necesitamos o nos encontraremos con las consecuencias de un planeta radicalmente alterado por el cambio climático», afirmó Andersen.