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La COP26, como el resto de conferencias que la han precedido, así como las que vendrán, tiene dos caras: la de las corbatas, las promesas y las excusas, y la de los y las que realmente ponen el cuerpo en la lucha contra la emergencia climática.
Lejos de la Blue Zone (la Zona Azul) de Glasgow, lejos de las colas interminables que se han visto estos días y lejos de las aglomeraciones, está Gabriela Franco, en un encuentro de Spark-Oxfam, junto a Nadiah Ozulfakar (Malasia) e Ineza Umuhoza Grace (Ruanda).
Gabriela –que forma parte de Pacto por el Clima y Fridays for Future Bogotá– es tajante en su opinión respecto a la intervención de Iván Duque en la cumbre, quien aseguró estar comprometido con la defensa de la tierra. Dice que Duque miente.
En el país donde más líderes y lideresas ambientales son asesinados, ser activista por la lucha contra el cambio climático y a favor del territorio no es una tarea sencilla. El coste que se paga es alto. Según Global Witness, 227 personas defensoras del medio ambiente fueron asesinadas en 2020; 65 de ellos en Colombia. Se trata del año más letal para los activistas de este país.
Además, otros cientos viven bajo amenazas de muerte y extorsión. Gabriela es una de ellas: el año pasado, en el marco de las protestas que se desataron en el país por el Paro Nacional, su perfil ganó visibilidad en la denuncia contra la vulneración de los derechos humanos que se estaba llevando a cabo por los excesos de los cuerpos de seguridad. Recibió amenazas y tuvo que cerrar sus redes sociales.
Durante estos días, ha encontrado un hueco para atender a Climática. Desde Escocia, Gabriela nos habla de la presencia de Duque en la COP26, de la necesidad de articular una lucha interseccional –una palabra que aparece mucho en sus intervenciones–, pero también del coste físico y psicológico que supone estar en primera línea y de La Totuma, una plataforma digital fundada por ella que se articula en base a la relación entre las mujeres y el clima en Colombia.
Puedes ver la entrevista completa aquí: