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Hasta ahora, que sepamos, los principales líderes económicos mundiales no solían ser sujetos a la ecoansiedad, y mucho menos reconocerlo públicamente en el Foro Mundial de Davos. La directora del encuentro, Saadia Zaahidi, anunció que este año, por primera vez, el 80% de los participantes interrogados declararon tener una visión «muy negativa del futuro a corto y largo plazo», motivados principalmente por la crisis climática y ecológica que no se está resolviendo como debería en el contexto de la guerra de Ucrania y que, según los mismos, «no se resolverá en los próximos diez años».
De hecho, en su informe anual titulado Global Risk Report 2023, los organizadores del Foro Económico publican una excepcional cosecha de catástrofes que ha obligado todos los actores económicos a tomarse muy en serio la pregunta que les hizo el presidente colombiano Gustavo Petro cuando tomó la palabra en Davos: «¿Puede el capitalismo que hemos conocido en los últimos 30 o 40 años superar la crisis climática que ayudó a provocar? Si el capitalismo no es capaz, o la humanidad se extingue con el capitalismo o la humanidad supera el capitalismo», remataba el mandatario.
Policrisis es la palabra clave elegida este año por los expertos de Davos para designar una situación de crisis múltiples, simultáneas, permanentes, globalizadas y retroalimentadas las unas con las otras. El mismo mantra inquietante recorre todos los capítulos de este documento, que analiza los riesgos presentes en los mercados y elabora una prospectiva económica a escala mundial para 2030. El informe de 2023 considera concretamente cuatro tipos de evolución posible para 2030 en la economía mundial. Cuatro futuros en la era de las policrisis, que van de la proyección más favorable a la más negativa.
El escenario más positivo pronostica que ante la escasez generalizada y la crisis climática agravada,se organiza una «colaboración internacional«. Los autores dibujan entonces el mejor de los mundos de un capitalismo colaborativo en adelante irreconocible. La colaboración en la gestión de los recursos básicos supondría nada menos que un libre mercado circular en el que algunos países y empresas multinacionales hayan conseguido acelerar sus esfuerzos para «orientarse hacia la economía circular, reducir la necesidad de extracción y las emisiones asociadas». En este feliz 2030, se acelera la acción climática y descubrimos que la regulación pública es decisiva para ello. No llega a llamarse planificación, pero de esto se trata en realidad, con el eufemismo siguiente: una necesaria intervención en el mercado de los gobiernos «para establecer incentivos, marcos políticos, normas y capacidades centradas en la circularidad». Y para colmo: en algunos mercados, los business models se están transformando para «reducir la demanda y aumentar mucho el potencial de recuperación».
La palabra decrecimiento no se ha pronunciado, pero cuando se habla de reducir la demanda, se está rompiendo un dogma fundacional, especialmente para los fieles guardianes de la ortodoxia liberal de Davos. Recordemos que hace muy poco, en junio de 2022, el decrecimiento se había presentado de manera oficial en el Foro Económico Mundial. Considerado como una teoría económica radical de los años 70, se anunció oficialmente que el decrecimiento se había convertido a partir de los años 2000 en un modelo de cambio que «gana crédito a medida que crece el temor al cambio climático». La prensa internacional, atónita, había interpretado esto como un proceso de «erosión terminal» de la censura del decrecimiento y había saludado su entronización, discreta pero eficaz, en el santuario de la hegemonía económica liberal.
Pero el milésimo 2023 del informe de Davos plantea otro escenario posible, que es la peor y más mortífera versión del mundo ultraliberal que actualmente conocemos. Un futuro enteramente dominado por la máxima y violenta competición por los recursos, que los autores describen con un realismo escalofriante: «La sobreexplotación, la contaminación, la tragedia de los bienes comunes, se han expandido, pero siguen impunes o sin descubrir, y los acuerdos y normativas se incumplen o no se aplican. La hambruna ha vuelto a una escala nunca vista en el siglo pasado. La magnitud de las crisis humanitarias y medioambientales pone de manifiesto la parálisis e ineficacia de los principales mecanismos multilaterales para abordar las crisis a las que se enfrenta el orden mundial, en una espiral descendente que se autoperpetúa y en un contexto de policrisis que crece y se agrava».
¿Alguién pensará leyendo esto que los expertos del Foro Económico Mundial se han vuelto colapsistas o ecologistas radicales? Su proyección más pesimista –pero totalmente realista- para 2030 se parece en muchos aspectos a los comunicados de los colectivos militantes que se dedican a tirar sopa en cuadros de Van Gogh, a pegarse al marco de La Maja desnuda, o a bloquear la M30 alertando de un peligro inminente para toda la humanidad. Parte de este futuro dramático ya está aquí, porque la impunidad y la parálisis de los mecanismos multilaterales caracterizan nuestro presente, como lo denunció en Suiza António Guterres, secretario general de la ONU, cuando acusó a los dirigentes de las petroleras de aumentar la producción, «sabiendo muy bien que su modelo de negocio es inconsistente con la supervivencia humana».
El informe Global Risk Report 2023 también lo afirma con claridad meridiana: el único modelo económico viable para la humanidad es el de una economía circular, regulada por los gobiernos, enfocada a la reducción drástica de la demanda y de las desigualdades.
El informe anual del Foro Económico Mundial de Davos ha admitido este año públicamente que solo un futuro de «colaboración» y de decrecimiento justo nos permitirá sobrevivir a la suma de las policrisis del capitalismo que son directamente letales para toda la humanidad. Ya no es tan utópico pensar que, dentro de muy poco tiempo, la magnitud de la catástrofe ambiental llevará a la élite de los economistas liberales a romper otro tabú: considerar que, tal vez, el capitalismo de hoy no sobreviva. Sólo en este caso, la ecoangustia inédita de los líderes de Davos 2023 podría ser una buena noticia.
Agnès Delage Amat es catedrática en Ciencias Sociales (AMU/CNRS).
Que Davos no nos distraiga, otro mundo es posible.
Una vez al año, una multitud de jets privados descienden a la pequeña ciudad montañosa suiza de Davos para la reunión anual del Foro Económico Mundial (FEM). Sin ningún rubor, los asistentes se han entregado al noble propósito de usar el capitalismo para resolver los problemas causados por el propio capitalismo, y así continuar exacerbando desenfrenadamente la desigualdad y explotando sin piedad nuestro planeta.
En este primer foro a gran escala desde que golpeó la pandemia del coronavirus, la élite corporativa parece preferir imaginar el fin del mundo -al menos para otros- en lugar de tratar de cambiar el sistema económico que causa tanto perjuicio.
El Foro Económico Mundial, un evento súper contaminador
Muchos de los participantes viajan a Davos en jet privado, burlándose del compromiso proclamado por el FEM con los Objetivos Climáticos de París de 1,5 °C. El análisis presentado por Greenpeace revela la hipocresía ecológica de sus asistentes. Incluso haciéndolo desde distancias muy cortas, más de mil aviones privados entraron y salieron de los aeropuertos que sirven a Davos durante la semana del FEM de 2022, provocando emisiones de CO2 equivalentes a 350 000 automóviles. Mientras tanto, el 80% de las personas en el mundo, que nunca han volado, luchan contra el calor extremo, las inundaciones y las sequías, que son cada vez más frecuentes y peligrosas.
Los jets privados y los vuelos de corta distancia, con alternativa en tren viable, son la ilustración más llamativa de la desigualdad climática e invalidan cualquier declaración de buenismo climático. Por ello, Greenpeace pide una prohibición en toda Europa del uso de aviones privados.
Seguir el ejemplo de los más afectados, no las ideas que causaron el problema en primer lugar.
La élite de Davos ha acumulado una antidemocrática cantidad de poder para apuntalar un sistema peligroso, contaminante y defectuoso que solo funciona para su propio beneficio y a expensas de la gente y del planeta. Como señala el Transnational Institute, hay pruebas considerables de que las reuniones del Foro Económico Mundial han estimulado el avance de la economía neoliberal, ampliado el dominio de las grandes corporaciones sobre las economías nacionales y locales, al tiempo que limitado la capacidad de los responsables políticos de legislar en aras del interés público. Además, tras la crisis financiera mundial de 2008 ha contribuido a diluir la regulación del sector financiero.
La frecuente colusión entre actores privados y representantes políticos, que deberían perseguir el interés general, es un incentivo a la concentración de riqueza y poder, de destrucción ambiental, explotación humana, la evasión y elusión de impuestos y la degradación democrática. Priorizar la riqueza privada ha causado, y continúa causando, una injusticia social generalizada junto con el colapso climático y ambiental.Las discusiones en Davos excluyen a las personas más impactadas por las prácticas del poder corporativo. Las soluciones no tendrán viabilidad, ni llegarán a la raíz de los problemas, si se ignora a estas personas. Invitar a algunos representantes de la sociedad civil de manera simbólica no lo convierte en un foro inclusivo. Especialmente cuando aquellos que desafían la narrativa dominante no se les vuelve a invitar.
https://es.greenpeace.org/es/noticias/que-davos-no-nos-distraiga-otro-mundo-es-posible/?utm_term=boton&utm_campaign=General&utm_medium=email&_hsmi=243464752&_hsenc=p2ANqtz-_f_I6ZRjX3QhW19