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¿Queremos ecosistemas o parques de atracciones? El ejemplo de las Dunas de Maspalomas

En un contexto de turismo masivo y falta de educación ambiental, cada vez son más las agresiones hacia los espacios naturales de Canarias, y por ende, hacia su biodiversidad. Aun así, muchas administraciones hacen la vista gorda o no actúan con la suficiente dureza.
¿Queremos ecosistemas o parques de atracciones? El ejemplo de las Dunas de Maspalomas
Vista de las Dunas de Maspalomas desde el mirador principal. Foto: EDUARDO ROBAINA.

Este reportaje se publicó originalmente en el Magazine 2023. Se han añadido algunos datos nuevos para actualizar el texto.

Día. Exterior. Una persona camina sola y feliz por una especie de desierto de arena dorada y brillante mientras al fondo se vislumbra un mar azul igual de radiante. Esta descripción cinematográfica transmite paz con solo imaginarla. Ese es el objetivo principal cuando te encuentras la imagen en carteles en la calle y en el aeropuerto; en anuncios en televisión y en prensa; en portadas de revistas y guías; e incluso en postales e imanes.

Las Dunas de Maspalomas, situadas en el extremo sur de Gran Canaria, en uno de los municipios más turísticos del archipiélago canario, son la gallina de los huevos de oro de los agentes turísticos (tanto empresas como administraciones públicas). Sin embargo, algún día, esa ave explotada hasta límites inimaginables no podrá más de sí.

No existe registro, pero miles de personas –casi todos turistas nacionales e internacionales– visitan a diario este lugar único. Muchos obvian que no es un entorno prefabricado para el disfrute y el lucro de unos elegidos, sino que se trata de una Reserva Natural Especial (RNE) cuya fecha de caducidad cada día está más próxima.

«Da igual la función ecológica que tenga, al final no se ve como un ecosistema sino como un parque de atracciones que se intenta exprimir al máximo», lamenta Leví García Romero, geógrafo e investigador posdoctoral del Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC).

En la actualidad, las Dunas de Maspalomas ocupan una superficie de unas 403 hectáreas (un área similar a 68 veces el estadio de fútbol del Camp Nou de Barcelona o 50 veces el Hospital Isabel Zendal de Madrid). Su origen es incierto. «En la época de la conquista ya existía un campo de dunas. Por ahora no podemos saber las dimensiones, pero sí suponemos que era más pequeño que el actual», comenta el profesor e investigador de catedrático de Geografía Física Luis Hernández-Calvento, referente en el estudio de las dunas. Hasta el momento, la hipótesis más apoyada sobre cómo surgieron es la del tsunami de Lisboa, en 1755. Este evento extremo llegó hasta el archipiélago, trayendo consigo una cantidad masiva de arena que acabaría formando el sistema de dunas actual.

Aunque interesa saber su origen, lo que más preocupa hoy es su final. En los últimos años no han sido pocos los titulares y avisos sobre la desaparición del ecosistema dunar. Al igual que vinieron, las dunas se irán. Sin embargo, el proceso de erosión natural se está acelerando a causa de las actividades humanas ligadas al turismo. El declive de la Reserva Natural Especial (categoría que le fue dada en 1994) comenzó en los años 60. Esa fecha no es casual. El culpable máximo ha sido el desarrollo turístico que experimentaron las islas, sobre todo Gran Canaria y Tenerife. Hernández-Calvento detalla que, desde entonces, las Dunas han perdido el 60% de su arena, con una media de 40.000 metros cúbicos anuales.

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Parte de las Dunas de Maspalomas a vista de dron. E.R.

Si se analiza lo que se hizo aquellos años, se puede concluir que conservar las dunas era lo menos importante. La urbanización Playa del Inglés, el centro comercial Anexo II y el campo de golf de Maspalomas –tres enclaves que rodean al sistema dunar, pensados por y para el visitante– fueron construidos parcialmente sobre el sistema de dunas original. Esto supuso la destrucción de 114,5 hectáreas (el 24,1%) de la superficie de hace 60 años. Fruto de este atentado medioambiental se producen escenas tan surrealistas como que un cartel con vistas a un parking avisa de que accedes a un espacio natural protegido.

Tampoco se pensó mucho en el impacto que tendrían los decenas de hoteles y alojamientos turísticos de la zona. Todas las edificaciones, levantadas a costa de las dunas, impiden que la arena circule de manera natural, lo cual contribuye a la desaparición del ecosistema. «Este es un impacto ya inevitable», admite Leví García Romero, también doctor en Oceanografía y Cambio Global.

Pero las grandes construcciones no son las únicas culpables. Elementos, a priori, tan inofensivos como las hamacas y sombrillas de la playa, los contenedores de basura, los kioscos, los goros (refugios) de rocas, y hasta los puestos de Cruz Roja impactan sobre el sistema de dunas. «Todo esto son también obstáculos y tienen el mismo efecto que las urbanizaciones», cuenta García Romero, que alerta de otro enemigo del ecosistema: el servicio de limpiezas.

Cada mañana, al amanecer, durante los 365 días del año, las playas de Maspalomas y la del Inglés –de las cuales se alimentan las dunas– son violentadas por grandes máquinas que se encargan de aplanar toda montañita de arena, lo que impide cualquier intento del viento y la propia arena de formar una duna.

120 sanciones entre enero y julio

Otra actividad del ser humano que afecta al sistema dunar es el sexo. Un estudio de 2020 firmado por, entre otros, Leví García-Romero y Luis Hernández-Calvento, detectó 298 puntos de encuentro sexual en la reserva, lo que genera una afección sobre las propias dunas (la vegetación que se usa como cobijo en estas prácticas es la que permite que se formen las montañas de arena) y ocho especies de plantas nativas, tres de las cuales son endémicas. Ello también ha provocado que se dejen de organizar visitas de educación ambiental para jóvenes y colegios.

Y cuando el sol inicia su suave caída hacia el mar, cientos de personas invaden la reserva natural por el mirador principal –cuyo acceso principal es por un hotel–. El objetivo es alcanzar las dunas más altas e inmortalizar el atardecer. Es una reserva natural protegida, un ecosistema único donde flora, fauna y dunas están amenazadas por la acción humana, pero a esas horas nadie dirá nada. A pesar de ser el único espacio protegido de Gran Canaria que cuenta con vigilancia durante todo el año, esta se concentra por las mañanas con dos parejas de Medio Ambiente, cuyo zona de actuación se limita principalmente a las zonas menos visibles y vulnerables, como la Charca de Maspalomas.

Las pisadas sobre las dunas tienen un doble impacto. Por un lado, visual. Observar día tras día cómo miles de personas acceden –a pesar de los carteles que lo prohíben– a una zona de especial sensibilidad más allá de los senderos habilitados resulta descorazonador y dificulta cuidarla. Por otro lado, favorecen la expansión de una planta africana conocida como pata de camello. «Ahora mismo, la zona norte de las dunas es una auténtica plaga, e incluso hay partes donde está desplazando a las especies nativas», cuenta Antonio Hernández Cordero, investigador del IOCAG y experto en la biodiversidad del sistema dunar de Maspalomas.

Esta especie dañina también la transportan los camellos que transitan por el lugar, una actividad que lleva décadas en funcionamiento a pesar de carecer de los permisos necesarios. Además, actualmente hay un expediente iniciado por Demarcación de Costas pendiente de resolver para que los promotores desalojen el espacio que tienen ocupado.

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Otro de los impactos que sufre el sistema dunar es el continuo movimiento de piedras por parte de gente que escribe nombres y frases, como se puede ver en esta imagen de una duna tomada con dron. Las piedras tienen una importancia muy significativa ya que eran antiguas líneas de costas, lo que permite entender cómo era Maspalomas hace miles de años. A su vez, son el único refugio con el que cuentan muchos animales invertebrados. E.R.

Solo en 2022, los Agentes de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria llevaron a cabo cerca de 10.000 intervenciones. Durante el primer semestre de 2023, se impusieron 120 sanciones por transitar y acampar en lugares no permitidos de la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas. Esta cifra duplica a las de 2021 y sextuplica a las del año pasado.

Todas las acciones humanas que repercuten sobre el ecosistema están normalizadas hasta el punto de que muchas personas se sorprenden cuando son reprendidas o se le explica por qué está mal lo que hacen. Porque el paisaje no es de nadie y es de todos. Porque el humano, como especie dominante, tiene un derecho mayor sobre las que ahí habitan. Porque el turista, que está de vacaciones y al que se le ha prometido el todo incluido, es el que da de comer a los isleños. A fin de cuentas, ¿no son parte imprescindible para seguir alimentando el relato de paraíso canario?

Juli Caujapé-Castells, director del Jardín Botánico Viera y Clavijo de Gran Canaria.

Los efectos del cambio climático

La inmensa lista de daños descritos sirve como enésimo ejemplo de la crisis de biodiversidad que atraviesa el mundo, incluida las islas Canarias. A ello se le suma el otro gran problema medioambiental de nuestra época, también causa del ser humano: el cambio climático. Como cualquier rincón del planeta, la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas están amenazadas por los efectos del calentamiento global.

«Las predicciones estiman que, para finales de siglo, podríamos estar en torno a una subida del nivel del mar de 80 centímetros en el archipiélago canario», cuenta Nicolás Ferrer Valero, también investigador del IOCAG. En este escenario, unas de las principales damnificadas serán las dunas, debido a lo que se conoce como regla de Bruun, fenómenos por el cual la línea de costa se retrasa de 50 a 100 veces lo que ascienda el nivel del mar. Ese retroceso de la playa, explica el especialista, se produce a costa del sistema de dunas.

Tras décadas de indiferencia política, el Cabildo de Gran Canaria inició en 2018 el proyecto piloto MasDunas «con la finalidad de buscar las fórmulas adecuadas para frenar, en la medida de lo posible, el proceso de degradación ambiental que se ha ido produciendo durante los últimos 50 años en las Dunas de Maspalomas como consecuencia del uso desordenado de sus recursos», cuenta Marta Martínez, directora de la Reserva Natural de las Dunas. Desde entonces, explica, se han introducido 60.000 metros cúbicos de arena a la reserva, se han plantado casi 600 balancones (planta clave para la formación de las dunas) y se ha actuado contra la flora y fauna invasora, incluida la presente en la Charca de Maspalomas, el humedal más importante de Gran Canaria y parte de la reserva natural especial. Aun así, si bien este tipo de actuaciones son importantes para conservar el sistema dunar, no son suficientes porque no se abordan de raíz los problemas que han conducido a la reserva natural a la situación actual.

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La Charca de Maspalomas. E.R.

Lejos de medidas extravagantes y costosas, los especialistas tienen claro que la principal actuación debe ser priorizar la educación ambiental. Solo así es posible conocer y entender lo especial y sensible que es el ecosistema dunar y por qué es importante respetarlo. Además, recuerdan que es fundamental cumplir la normativa, recogida en el Plan Director de la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas aprobado en 2004. Para ello, reclaman, es necesaria más presencia de agentes medioambientales. Actualmente, Gran Canaria cuenta con 21. Por comparar, la otra isla capitalina, Tenerife, triplica esta cantidad. Medidas más contundentes como una ecotasa o limitar el número de personas que pueden acceder a la reserva –como se hace en el islote de Lobos, en Fuerteventura– no están sobre la mesa de ninguna de las instituciones canarias. Marta Martínez, quien reconoce que mucha población les «plantea este tipo de propuestas», considera que «más que limitar, sería regular los usos de manera sostenible para que las dunas se conserven en el mejor estado posible».

¿Es posible autoproclamarse ecoisla y referente medioambiental a la vez que se promociona el turismo masivo, se permite la invasión de espacios naturales protegidos y frágiles, y se aprueban proyectos insostenibles? ¿Se puede presumir de haber nacido en un entorno tan único a la vez que no se respeta lo que le da esa distinción? Estas preguntas –y sus respuestas– están presentes en cada vez más gente cansada de la deriva del territorio canario, pero también fuera de las islas.

«La ignorancia de muchos y los oscuros intereses de otros han contribuido al deterioro que se observa. No parece más que nosotros, observados desde fuera, no poseemos el más mínimo atisbo de civilización, y sí mucho de bárbaros y salvajes». Este fragmento fue publicado hace 43 años en un reportaje del periódico La Provincia. Casi medio siglo después, sigue vigente.

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COMENTARIOS

  1. LOS MAJESTUOSOS EDIFICIOS DE ARENA DE CANARIAS: UN SINGULAR MILAGRO DE LA NATURALEZA, EN TRANCE DE EXTINCIÓN, Máximo Relti.
    Un complejo y único fenómeno de la naturaleza que muchos canarios no han sido capaces de valorar.
    Tratando de comprender el misterio de las dunas canarias: Un complicado «baile» entre la geología, el clima y la biiología.
    En una maravillosa danza entre los vientos alisios, la erosión volcánica y el polvo del Sahara, estas dunas han sobrevivido y prosperado durante miles de años. Pero su existencia, y la de las especies que han logrado adaptarse a sus condiciones extremas, está amenazada por los crecientes impactos del desarrollo turístico.
    Las islas más jóvenes y montañosas, como El Hierro o La Palma, tienen menos playas y costas planas, por lo que no favorecen la formación de dunas. Por el contrario, en las Islas más antiguas y orientales, como son Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, donde hay más playas y zonas planas, son territorios en los que la naturaleza, la erección majestuosa para el desarrollo de extensas áreas de este tipo de imponentes edificios geológicos.
    El tipo de vegetación autóctona desempeña igualmente un papel importante, ya que ciertas plantas adaptadas a la vida en las dunas ayudan a estabilizar la arena con sus raíces, contribuyendo a la formación de las dunas.
    Nuestras dunas son también hogares hospitalarios. Criaturas y plantas que pueden resistir la alta salinidad y la arena en constante movimiento, hacen de estos lugares su casa. ¿De qué manera? Pues nada menos que tratando de mantener un delicado e inteligente equilibrio: si llueve lo suficiente, la vegetación echa raíces y la arena se detiene, creando una especie de muro que protegiendo su interior de la erosión marina. Aunque pueda resultar increíble, algunas plantas, como el balancón, florecen incluso en estas condiciones tan extremadamente duras.
    En el pasado, las dunas canarias no fueron especialmente apreciadas siquiera por los propios canarios. Se menospreció olímpicamente su existencia. De hecho, fueron vistas como si se tratara de un serio problema para el desarrollo de la agricultura, ya que podían llegar a cubrir los campos de cultivo con arena.
    Pero esa visión comenzó a cambiar, -en cierta medida, solo en cierta medida-, con la abrupta irrupción del turismo en el Archipiélago en la segunda mitad del pasado siglo XX. Las dunas se convirtieron entonces en una suerte objeto de deseo, en una oferta comercial para que los visitantes pudieran ejercer la práctica del nudismo, y que había que conservar no como una singularidad caprichosa de la naturaleza, sino como parte de la apetitosa renta del negocio turístico.
    Pero ni a los niños canarios se les enseñó nunca el gigantesco valor que «escondía» la naturaleza insólita y adaptativa de su Archipiélago, ni tampoco una buena parte los mayores llegaron a conocer la riqueza, no necesariamente crematística, que encierran las costas de estos siete peñones perdidos en el Atlántico.
    El desarrollo del turismo en las Islas orientales han ocasionado, no obstante, graves impactos en los edificios dunares de sus costas. La construcción de infraestructuras y la extracción de áridos han distorsionado la dinámica natural de las dunas, causando graves daños sobre estos frágiles ecosistemas. Aunque exista mayor sensibilidad en relación con la necesidad de su protección, la voracidad de los intereses económicos del turismo hace que sigan estando en serio peligro de desaparición total.
    Ha sucedido, además, que los diseños urbanísticos de los años 60, 70, 80 y 90 del pasado siglo han convertido en irreversibles los daños ocasionados, ya que han terminado prevaleciendo siempre los intereses de las grandes constructoras y sus agentes inmobiliarios interpuestos.
    De manera, lector, que en la próxima ocasión, cuando tengas la oportunidad de contemplar una «catedral» dunar recuerda: no solo es una masa mastodóntica de arena movida por el viento. Es también un hogar, un protector, un monumento a la increíble adaptabilidad de la naturaleza de estas Islas y, si nos atrevemos a luchar por su conservación, podrán ser también uno de los mejores legados que podremos dejar al patrimonio natural de nuestra gente.
    https://canarias-semanal.org/art/34640/los-majestuosos-edificios-de-arena-de-canarias-un-singular-milagro-de-la-naturaleza-en-trance-de-extincion

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