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La Comisión Europea quiere acabar con el «ecopostureo» de las etiquetas medioambientales

La institución pretende ejercer un mayor control tras identificar etiquetas falsas y engañosas. Esta misma semana, un análisis de la organización Changing Markets denuncia que más de 50 empresas del sector de la alimentación utilizan credenciales ecológicas y logros climáticos como herramienta de márquetin.
Imagen de la campaña Feeding Us Greenwash de la fundación Changing Markets Foto: Captura-de-pantalla-2023-03-23-a-las-10.34.42-e1679564787433

La Comisión Europea presentó este miércoles una propuesta legislativa contra el «ecopostureo» de algunas grandes empresas que utilizan etiquetas medioambientales confusas, vagas o engañosas en sus productos. El objetivo de la institución es acabar con el lavado verde de las corporaciones tras identificar 230 etiquetas distintas en la Unión Europea, es decir, sellos que siguen distintos criterios y que no siempre están respaldadas por criterios científicos. El 40% de estas etiquetas contienen declaraciones sin base fehaciente para respaldarlas, según la Comisión.

Este etiquetado puede confundir a la ciudadanía en sus decisiones de compra y perjudica a otras empresas que no adoptan sellos engañosos. «Todos queremos hacer todo lo posible para limitar los impactos de nuestras elecciones de consumo en el medioambiente, pero no es fácil ser ecológico», lamentó el comisario europeo de Medioambiente, Virginijus Sinkevicius.

El Ejecutivo propone introducir reglas comunes para ejercer un mayor control y exigir transparencia a esas etiquetas que utilizan de manera voluntaria algunas corporaciones para promocionar sus productos. No se permitirá que ningún producto muestre una puntuación agregada de distintos criterios medioambientales.

El greenwashing de Nestlé, Pascual o Amazon

El movimiento de la Comisión Europa coincide con el informe Feeding Us Greenwash de la fundación Changing Markets, organización que analiza soluciones sostenibles en el mundo empresarial. En su análisis, denuncian que más de 50 empresas del sector de la alimentación como Nestlé, Lidl, Danone o Pascual, utilizan credenciales ecológicas y sus objetivos climáticos como herramienta de márquetin. Los investigadores utilizaron los criterios de la Autoridad de Competencia y Mercados del Reino Unido para evaluar las alegaciones medioambientales de estas compañías.

«El greenwashing está muy extendido en el sector cárnico y lácteo. Proporciona un barniz de sostenibilidad a una industria que es responsable de un tercio de las emisiones mundiales de metano y es la principal causante de la pérdida de biodiversidad. En lugar de promover greenwashing, los gobiernos deben garantizar que las empresas cárnicas y lácteas reduzcan su huella climática estableciendo objetivos vinculantes de reducción de emisiones, incluidas las de metano», apunta Nusa Urbancic, directora de campañas de Changing Markets.

En el caso de la española Pascual, el análisis resalta la incongruencia que supone que la compañía láctea afirme que el envasado es sostenible porque proviene en un 89% de fuentes renovables y, sin embargo, «la combinación de materiales utilizados dificulta el reciclaje», a la vez que la empresa ignora las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas con la producción de leche.

Más de la mitad de las 53 alegaciones encontradas en esta investigación se basan explícitamente en la compensación de emisiones. Nestlé, por ejemplo, afirma que su producto Kit Kat será neutral en carbono para 2025 a través de una reducción del 50% en las emisiones, pero Changing Markets señala que sus planes para reducir las emisiones también se basan en compensaciones como la restauración forestal dentro de sus cadenas de suministro más que en reducir realmente las emisiones.

En el informe también hacen referencia a empresas que cuentan credenciales ecológicas mientras su producción o el transporte de sus mercaderías conllevan emisiones elevadas. Apuntan que Amazon es una de «las peores infractores», ya que su gama ‘Climate Pledge Friendly’ incluía varios productos cárnicos y lácteos como la carne seca, que según las evaluaciones científicas es el producto alimenticio con mayor contenido de carbono. Señalan que se incluyó en la categoría inocua para el clima porque se eliminó parte del aire de su envase.

Changing Markets solicita al Parlamento Europeo prohibir afirmaciones engañosas como «positivo para el clima» o «neutro en carbono» cuando vote la nueva legislación de protección de los consumidores a finales de marzo. También reclama nuevas normas estrictas que obliguen a las empresas a rendir cuentas en el marco de la Directiva sobre alegaciones ecológicas.

«Estas afirmaciones contradicen la realidad de lo que ocurre con, por ejemplos, sus envases, que van a parar a los vertederos o se queman. Los envases multicapa, los de cartón o los envases hechos de PET coloreado o plástico opaco no encajan en una economía circular real porque su reciclabilidad es casi inexistente. Las próximas directivas de la UE sobre alegaciones ecológicas y protección del consumidor deben garantizar que dichas proclamas tengan en cuenta el ciclo de vida completo de un producto. Como demuestran estos ejemplos, la compensación es una falsa solución a los residuos y al cambio climático», cuenta César Sánchez, director de comunicación de la ONG Retorna.

«Los gobiernos deben actuar ya para evitar que los consumidores se vean engañados y compren o paguen más por productos que no cumplen sus promesas ecológicas. Deben regular los sistemas de compensación y garantizar que las afirmaciones ecológicas estén respaldadas por pruebas sólidas y cubran todo el ciclo de vida de los productos», destaca Nusa Urbancic.

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COMENTARIOS

  1. He observado que actualmente todas las marcas de los supermercados son “ecológicas y protectoras del medioambiente”.

    Un estudio revela que Europa malgasta una superficie equivalente a Irlanda en biocombustibles
    Según plantea un nuevo estudio, sería mejor usar los campos destinados al cultivo de biocombustibles para la producción de alimentos o dejarlos en manos de la naturaleza para almacenar carbono y proteger la biodiversidad.
    Carlos Rico, responsable de biocombustibles de T&E en España, comenta: “Ahora mismo hipotecamos vastas extensiones de tierra en cultivos que acabamos quemando en nuestros coches. Es un despilfarro escandaloso. Esa misma superficie podría servir para alimentar a millones de personas o, si las devolviéramos a la naturaleza, se convertirían en sumideros de carbono y aumentarían la biodiversidad. El cultivo de biocombustibles es probablemente la medida más estúpida que jamás se haya promovido en nombre del clima”.
    Los biocombustibles que se consumen en Europa ocupan 9,6 millones de hectáreas, una superficie más grande que la isla de Irlanda (la República de Irlanda más Irlanda del Norte).
    Si estos terrenos volvieran a su estado natural, concepto que se conoce como resilvestración o renaturalización, serían capaces de absorber unos 65 millones de toneladas de CO2 de la atmósfera, casi el doble que la cifra oficial de CO2 que se evitaría al sustituir por biocombustibles los combustibles fósiles.
    Según el estudio, el cultivo de estas tierras podría satisfacer las necesidades calóricas de, al menos, 120 millones de personas. Esto sería más que suficiente para cubrir las necesidades de las 50 millones de personas que, según la ONU, se encuentran «en situación de emergencia o niveles peores por inseguridad alimentaria aguda».
    «Los biocombustibles son un experimento fallido dentro de la Directiva de Energías Renovables. Seguir quemando alimentos como combustible mientras nos enfrentamos a una crisis alimentaria mundial es una barbaridad. Como respuesta, algunos países como Alemania o Bélgica, están debatiendo la limitación de los biocombustibles procedentes de cultivos alimentarios. Los demás países de la UE deberían seguir estos ejemplos»

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