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A día de hoy muchas ciudades y países, e incluso el Parlamento Europeo, han declarado la emergencia climática. La lógica haría pensar que estas declaraciones llevan aparejadas las medidas necesarias para mitigar, en la medida de lo posible, la crisis climática y adaptarse al máximo a sus consecuencias actuales y futuras. Al fin y al cabo, eso es lo que se debería hacer ante una emergencia: poner en marcha soluciones rápidas y efectivas.
Al mismo tiempo, en las últimas semanas se han publicado estadísticas que aseguran que el 74% de españoles declararon que usarán menos el aire acondicionado en sus hogares por motivos medioambientales. O que el 78% de estas personas tienen previsto viajar menos en avión para luchar contra el cambio climático.
En esta situación, en la que las instituciones públicas establecen las normas y políticas adecuadas para hacer frente al cambio climático y la ciudadanía está informada y sensibilizada, y por lo tanto muy concienciada de la necesidad de establecer dichas normas, parece que la meta de la educación ambiental de procurar cambios individuales y sociales que provoquen la mejora ambiental y un desarrollo sostenible, se podría dar por prácticamente cumplida. Y en este mundo imaginario, la celebración el 26 de enero del Día Mundial de la Educación Ambiental sería un día para celebrar los objetivos cumplidos.
Sin embargo, la realidad que vivimos es muy diferente a ese mundo ideal que la lógica y las encuestas nos muestran.
Educación contra la propaganda
Muchas de las declaraciones de emergencia climática han sido meros actos de propaganda vacíos de contenido y, sobre todo, desprovistos de la voluntad y determinación de implementar las políticas necesarias. En otros casos este anuncio político no se ha traducido en la puesta en marcha de acciones urgentes y ha quedado en una mera “declaración de buenas intenciones”. Pero sin prisa, ya nos pondremos a ello.
Por suerte, también hay algunos casos que permiten cierto optimismo, como el del Ayuntamiento de Barcelona, cuya declaración de emergencia climática lleva aparejada un centenar de medidas y, lo más importante, un presupuesto para llevarlas a cabo. O como la realizada esta semana por el Gobierno de España que plantea 30 líneas de acción prioritaria, cinco de las cuales deben ejecutarse en los primeros 100 días. Además, se compromete a aprobar un Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad antes de que finalice el año.
No solo para niñas y niños
Sorprendentemente, muchas personas consideran que la educación ambiental no sirve frente a la crisis climática. Esto se debe a la idea que tienen del trabajo que se hace en este sector. Al buscar en google imágenes de “educación ambiental”, muchas de ellas son con tonalidades verdes, por supuesto, muchos árboles y aparecen niños y niñas en su gran mayoría. Apenas aparecen ambientes urbanizados y en contadas ocasiones personas adultas.
La idea de que la educación ambiental es únicamente cosa de niños y niñas para formar a las generaciones futuras hace que se considere que no da resultados con la suficiente celeridad para ser una herramienta útil en la lucha contra la crisis que sufrimos. Sin embargo, sin perder de vista la formación de esas generaciones, la educación ambiental puede y debe servir para formar, concienciar y sensibilizar a las personas adultas que están actualmente tomando decisiones en todos los ámbitos de la vida.
Porque, a pesar de los resultados de las encuestas, todavía falta mucho para lograr una sociedad que conozca los impactos derivados de sus decisiones y esté sensibilizada para llevar a cabo los cambios necesarios. Necesitamos educar a la clase política, para que entienda la necesidad de tomar medidas valientes y urgentes. A las directivas y directivos de las principales empresas para que conozcan cómo sus actividades contribuyen al cambio climático pero también para que entiendan cómo afectará a sus empresas y decidan tomar medidas al respecto. Al profesorado de todos los niveles, que debe tener la formación necesaria para que pueda transmitir los conocimientos correctos de la mejor forma posible. Y a una ciudadanía crítica que demande a la clase política y a las empresas medidas drásticas y urgentes.
Sigue siendo necesaria
Así que, sí, la educación ambiental sigue siendo necesaria para formar, sensibilizar y concienciar a toda la población, pequeños y mayores.
Y para poder hacer todo esto, precisamos contar con educadoras y educadores ambientales que puedan vivir de su trabajo. Que sientan que lo que hacen es importante, porque realmente lo es. Y que cuenten con el apoyo de una administración pública que prestigie esta profesión.
Feliz Día de la Educación Ambiental a todas las personas que se dedican a este maravilloso trabajo.
Gema Alcañiz es bióloga y responsable de Educación Ambiental de la empresa IMEDES. Además, pertenece al grupo motor de #EA26. Actualmente colabora en la elaboración del Plan de Educación Ambiental para la Sostenibilidad como coordinadora del apartado de redes sociales y educación ambiental.
En realidad es una emergencia la educacion ambiental, necesitamos que tanto ciudadanos, politicos y la humanidad entera inicie con responsabilidad una agenda buscando soluciones..