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“Para concienciar sobre la necesidad de hacer frente al cambio climático, algunos defensores de la causa han llevado a cabo acciones no violentas que incluyen el corte del tráfico matutino y dañar obras de arte. ¿Estas acciones disminuyen su apoyo a los esfuerzos para hacer frente al cambio climático, lo aumentan o no afectan a su apoyo de una manera u otra?”. Esta pregunta se ha realizado a 1.031 personas en Estados Unidos. Entre los encuestados, un 46% han asegurado que estas acciones les hacen restar su apoyo, un 40% que no les afectan y un 13% que aumentan su simpatía por la causa.
La investigación, publicada por el Centro de Políticas Públicas Annenberg de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos), desglosa estos grupos de forma más detallada: entre las personas más desfavorables a este tipo de protestas, el 27% afirmó que las acciones han afectado muy negativamente a su defensa de afrontar el cambio climático, un 13% que les ha restado algo de apoyo y un 6% les ha hecho restar su respaldo ligeramente.
Dentro del grupo incentivado por estos recientes actos disruptivos el desglose queda así: un 5% expresó una gran subida en favor a las acciones contra el cambio climático, un 6% “algo de aumento” y un 2% un aumento ligero. Por último, un 40% de participantes aseguró que su apoyo para frenar la crisis climática es indiferente a este tipo de acciones. No obstante, los autores del estudio destacan que, teniendo en cuenta a quienes no resultaron afectados y los que contestaron con “ligeramente” en las otras respuestas, son un 48% los encuestados poco o nada apelados por estas acciones.
Pero la opinión sobre estas acciones muestra cambios demográficos y varía según la ideología política. El 69% de los entrevistados que se consideran republicanos muestran rechazo a estas acciones no violentas frente al 27% entre demócratas, un porcentaje superior al de demócratas que, dicen, les hace apoyar más los esfuerzos contra el cambio climático: 21%. En cualquier caso, “hay que ir con cuidado con las evidencias que salgan porque no todas las sociedades son iguales, ni las acciones ni el momento político”, ha afirmado a Maldita.es el ambientólogo Andreu Escrivà.
Además, a los hombres y las personas blancas las acciones “disruptivas no violentas”, como las describe el informe, les hace más disminuir su apoyo a los esfuerzos para afrontar el cambio climático (un 51% de hombres frente al 43% de las mujeres y 52% en blancos frente al 31% en negros, 41% en hispanos y 37% otras razas), según la encuesta.
Por otro lado, quienes más muestran un crecimiento de su apoyo frente al cambio climático por estos actos no violentos son personas negras (28%), demócratas (21%), personas de otras razas (20%) e hispanos (18%). El ambientólogo matiza que “hay que diferenciar entre la propia acción y el espacio que abre”. “Gracias a estas acciones he tenido una vía para hablar de cambio climático en las últimas semanas. Aunque no te gusten, estas acciones permiten reflexionar sobre esta cuestión”, añade.
Tras una de las protestas que menciona el estudio, aquella en la que dos jóvenes arrojaron el aparente contenido de dos latas de sopa de tomate al cuadro ‘Los girasoles’ de Vincent Van Gogh, el museo donde se alojaba la obra emitió un comunicado afirmando que el cuadro no se había dañado, como contamos en Maldita.es.
El estudio tiene en cuenta este hecho e incluye una segunda encuesta donde a la mitad de los encuestados se les pregunta si “dañar obras de arte” les afectó y a la otra mitad si “fingir que dañan obras de arte” cambió su opinión. Pero la forma de plantear la pregunta no afectó. También se midió si estas tácticas afectaron a la percepción del cambio climático por parte de las personas y la conclusión fue negativa.
Es decir, la percepción de la gente con respecto a la protesta es la misma aun sabiendo que las obras de arte no resultan dañadas. “Falta mucha investigación sobre el tema. Hay que seguir haciendo estudios sociológicos”, concluye Andreu Escrivà.
Que digan misa los estudios.
Estamos ante un sistema genocida y poderoso, esta es la lucha de David contra Goliat y ¿vamos a hacer caso de los estudios y las leyes de Goliat?
Hoy en día, las grandes empresas cometen toda clase de abusos con absoluta impunidad: pueden desatender la seguridad laboral o envenenar el suministro de agua de una población sin temor a las consecuencias. Y esto pasa porque las reglas las dictan las multinacionales y grandes empresas.
Dentro de solo 2 días, quienes dirigen la política europea se reunirán para debatir esta normativa sin precedentes. Pero no parece que las cosas vayan a cambiar mucho de momento: las grandes empresas siguen jugando con ventaja. Ni siquiera se está hablando de proteger el medio ambiente ni de cómo compensar a las comunidades afectadas por sus malas prácticas.
Hay tantísimos ejemplos de malas prácticas empresariales… Por poner uno: una constructora envió clandestinamente albañiles a Bélgica para construir un centro comercial. Trabajaban de sol a sol, sin descansos y, en muchos casos, sin cobrar. Desesperadas, algunas de estas personas amenazaron con saltar desde una grúa si no les pagaban.
Jamás se hizo justicia con la promotora de aquel centro comercial porque consiguió burlar la legislación belga. Había establecido un modelo de negocio transnacional y eso hacía muy difícil determinar qué empresa era responsable de qué. Y este mismo patrón se repite una y otra vez.
Por eso urge cambiar las reglas del juego, para que la ciudadanía tenga las mismas oportunidades ante la justicia que las grandes corporaciones.
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