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El economista David Lizoain (Toronto, 1982) acaba de publicar Crimen climático (Debate), un ensayo con el que quiere fomentar la protesta climática y señalar a los máximos responsables del calentamiento global y del sufrimiento que acarrea: las poderosas empresas de combustibles fósiles. Lo ha escrito para una amplia mayoría de la población, tanto para quienes ya luchan desde distintos ámbitos como para los sectores más conservadores a quienes hay que convencer. Todos, dice, son conscientes de la emergencia climática. En sus páginas señala que el capitalismo, alimentado por la energía fósil, ha conducido a una situación global absolutamente insostenible. Plantea reformas y trabajar colectivamente para disminuir el «genocidio climático». Considera que esto es «un imperativo moral» para los políticos y la sociedad de nuestro tiempo.
Lizoain concede esta entrevista en Barcelona, ciudad a la que volverá pronto para asesorar al nuevo gobierno del PSC en el ayuntamiento de la ciudad. Reconoce que las políticas del partido a veces entran en contradicciones, pero destaca que Barcelona ha sido un ejemplo en materia de sostenibilidad desde los ayuntamientos socialistas de los años ochenta. «El gobierno de los Comuns, junto al PSC, ha seguido avanzando y no hay la menor duda que Barcelona va a seguir siendo referente en temas climáticos». Espera que la capital catalana demuestre que existe «una alternativa frente a la ola de extrema derecha que se nos viene encima».
Usted sostiene que las empresas que siguen apostando e invirtiendo en combustibles fósiles están cometiendo «crímenes climáticos». ¿Se les puede llamar ecocidas de forma contundente?
Yo afirmo que están cometiendo un crimen porque si el calentamiento global es producto de las acciones humanas, las consecuencias del calentamiento global también son fruto de las acciones humanas. Son actuaciones deliberadas, a sabiendas de las consecuencias que van a producir, entre ellas muchas muertes. Y sabiendo que cuanto más CO2 y otros gases de efecto invernadero se emitan habrá más calentamiento y más consecuencias negativas, creo que ha llegado la hora de afirmar que lo que están haciendo las grandes petroleras es criminal.
Indica que el capitalismo promueve la acumulación de capital y que las empresas fósiles han prosperado sin demasiadas trabas legislativas. ¿Necesitamos una transformación del sistema económico para frenar el cambio climático?
Considero que son necesarias reformas contundentes para limitar esta tendencia hacia la acumulación ilimitada que es inherente al capitalismo y sus empresas. Pero, para entendernos, si quieres luchar contra el esclavismo no necesitas acabar con el capitalismo, tienes que prohibir el esclavismo. Si quieres acabar con las energías fósiles, tienes básicamente que apostar por una descarbonización muy contundente, no necesariamente acabar con el capitalismo.
Muchas de estas empresas ya conocían en los años 70 las consecuencias de sus actividades. ¿Cree que han sabido manipular a la opinión pública?
Sí, pero creo que la gente es consciente de que no hay que tomarse literalmente las promesas que están haciendo las grandes empresas y, en general, los gobiernos. Hay que triangular un poco entre lo que dicen y la realidad para llegar a una visión más acertada. Y hay que seguir presionando para que alteren sus conductas.
¿Puede la política actuar frente a empresas de materias primas que acumulan tanto capital e incluso apoyan a ciertos partidos o gobiernos?
Esto es supercomplejo. La correlación de fuerzas, en muchos casos, es desfavorable. Dicho esto, creo que podemos ir de reforma en reforma y de cambio en cambio, tratando de mejorar la situación. Puede existir un programa máximo de superar el capitalismo, pero mientras tanto se trata de paliar sus peores efectos y generar nuevas relaciones sociales que faciliten ganar nuevas batallas.
Yo he escrito este libro desde la postura de un socialismo reformista, y considero que mi familia política puede aportar cosas –junto con otros aliados en un frente lo más amplio posible– para limitar el alcance de este genocidio que señalo: para descarbonizar, para transformar nuestro sistema económico y político, y para ir hacia un mundo más igualitario, justo y libre.
Por el momento, crece la desigualdad. El cambio climático causa un mayor sufrimiento a las poblaciones más vulnerables.
Absolutamente. Los mayores responsables del cambio climático son los que menos sufren sus consecuencias y los que más las sufren son los menos responsables. Por lo tanto, hay una desigualdad absoluta y no podemos hablar de cambio climático sin hablar de desigualdades. La lucha contra el cambio climático, a mi juicio, es la principal causa internacionalista de nuestros tiempos.
«Se trata de limitar y controlar a los más poderosos y a los más ricos de nuestra sociedad»
En el libro cita al geógrafo Matthew Huber, que dice que «las emisiones son, ante todo, una cuestión de clase».
Sí. Me gusta mucho esta aportación de Huber, que dice que esto va de guerra de clases. Porque no es lo mismo un individuo que necesita llegar al trabajo por los medios que sea, y cuyo consumo y su vida se enmarcan dentro de las posibilidades de su entorno, que los grandes dueños de los medios de producción, que son los principales responsables de lo que está ocurriendo.
De hecho, las grandes empresas son quienes están tratando de desplazar el foco y de hacer que los individuos se sientan culpables por lo que está pasando. Cuando la responsabilidad no es tanto de relaciones cotidianas como de las grandes empresas petroleras, de los financieros que permiten que éstas sigan en expansión y de ciertos actores políticos que también las protegen.
Algunos autores plantean que es necesario un decrecimiento planeado. ¿Apoya usted esta tesis? Y, ¿cree que una parte importante de la población preferirá votar el discurso del crecimiento ilimitado que defiende la derecha frente al de la necesidad de un mayor bienestar generalizado?
Yo no soy decrecentista. Creo que los mismos decrecentistas son conscientes que han planteado mal cómo se llama su movimiento. Tienen elementos positivos, enarbolan la doctrina de una sociedad más igualitaria, de abundancia pública, menos consumista, con unos servicios sociales muy fuertes. Hasta aquí podrían ser socialdemócratas. Pero a la hora de hablar de decrecer pueden asustar a la gente y hacerles pensar que eso que están exigiendo son una serie de sacrificios, cuando aquí de lo que se trata es, sobre todo, de limitar y controlar a los más poderosos y a los más ricos de nuestra sociedad.
¿Y eso no comporta una bajada del PIB, el indicador que tenemos de referencia en materia económica?
Sí, pero ese, desde luego, no sería mi enfoque. La transición energética puede conllevar la construcción de muchos buenos trabajos y también podemos poner el foco en otros sectores, como podría ser el sector de los cuidados. Hay pocas cosas más sostenibles que el cuidado de guarderías infantiles. Eso no es decrecer, eso es crecer hasta dentro del PIB. Sabemos cuáles son las limitaciones del PIB como indicador, pero de todos modos no me centraría mucho en ese indicador e iría más a cuestiones de calidad de vida, de reparto, de tratar de limitar nuestra impronta material.
Quizás esto sea muy técnico, pero hay que contemplar que el PIB es una tecnología y que podríamos transformarla si quisiéramos. Por ejemplo, dando a los cuidados más peso en ese índice en lugar de considerar como algo positivo fabricar armas o contaminar. O, por poner otro caso: si considerásemos en el PIB el valor del trabajo no remunerado dentro del hogar, que supone casi la mitad de las horas trabajadas, de repente habríamos duplicado el tamaño de nuestras economías.
«No deberíamos estar valorando la naturaleza estrictamente en función de la economía»
Afirma que la transición energética y el New Green Deal pueden ser una oportunidad para reforzar la Unión Europea para las generaciones futuras. Sin embargo, el PPE se ha opuesto a la Ley de Restauración Europea. ¿Prima el electoralismo?
En Europa, como bien señala, hay movimientos de regresión y las fuerzas progresistas estamos en minoría. Por lo tanto, yo creo hay que aprovechar no solo esta necesidad de transición, sino esta oportunidad para articular nuevas mayorías. Y para articular esas mayorías es mucho mejor hablar de trabajo, bienestar y beneficios antes que ceñirnos a los sacrificios o a discursos que se pueden comprender como que vamos a ser más pobres. Creo que tras esta transición energética vamos a vivir mejor, con vidas más saludables, más sostenibles. Esta es una gran oportunidad y hay que aprovecharla.
Por ejemplo, invertir en restauración de la naturaleza ¿tiene un retorno económico positivo?
Tiene un retorno humano positivo, sin duda. Creo que no deberíamos estar valorando la naturaleza estrictamente en función de la economía. Quizás ese es uno de los motivos por los que estamos en esta tesitura. No vamos a salir de esta crisis con los mismos instrumentos que han provocado la emergencia climática.
Por otra parte, también creo que hay un argumento económico a favor del ecologismo. En mi infancia estalló lo que se llamó «la guerra del fletán», entre el país de mi madre, Canadá, y el de mi padre, España, porque los caladeros colapsaron por la sobrepesca. En muchos casos establecer límites te hace más competitivo a la larga.
Una vez señalados los responsables, que son los mayores emisores, ¿contamos con herramientas jurídicas para que proliferen los litigios climáticos?
Quizás. Hablo del ecocidio, que es el intento de crear un nuevo tipo penal dentro del marco del Tribunal Penal Internacional, junto con los otros grandes tipos que existen. Pero yo sostengo que podremos utilizar los crímenes ya existentes, como el genocidio o los crímenes de lesa humanidad, para llevar a juicio a los responsables de lo que está pasando a escala internacional. Sé que hay un debate emergente sobre si esto es factible o no. La evidencia apunta a que cada vez habrá más litigios. Será más obvio que el cambio climático supone una vulneración masiva de los derechos humanos. El Estado de Derecho no puede permanecer impasible y, aunque la justicia sea conservadora, está obligado a reaccionar.
En España estamos pendientes de conocer la sentencia de la primera demanda climática al Estado.
Sí, esto no va a parar. En el libro, la propuesta que lanzo al mundo activista es que se podría acelerar organizando juicios desde la sociedad civil, como los del denominado Tribunal Russell, cuando ONG a favor de los derechos humanos, ecologistas, académicos, sindicatos, colectivos periodísticos, se junten para recuperar evidencias y extraer las conclusiones pertinentes.
«La no derogación de la Ley Mordaza tendrá consecuencias negativas para el activismo climático»
¿Considera que estamos viviendo procesos de criminalización contra algunos activistas climáticos? Pienso, por ejemplo, en el caso de Jorge Riechmann.
Absolutamente. La no derogación de la Ley Mordaza tendrá consecuencias negativas para el activismo climático. Y como podemos ver, por ejemplo en el Reino Unido, se da una criminalización del movimiento que es alarmante porque los criminales no son los activistas climáticos, son otros. Por eso cito casos como el de Martin Luther King y el movimiento de los derechos civiles. Tenían una mayoría de la opinión pública en contra de ellos, estaban sometidos a una violencia estatal tremenda y, a pesar de eso, al final la historia y la sociedad acabaron reconociendo que tenían razón y que lo que se hizo con ellos fue injusto. Mi solidaridad está con el activismo climático. Ojalá tuviésemos un régimen más permisivo. La criminalización de la protesta climática es un tiro en el pie para los intereses de la ciudadanía. Quienes se están enfrentando a penas de cárcel son los héroes de nuestro tiempo.
No estamos hablando de movimientos muy amplios. ¿Cómo se puede fomentar una mayor movilización ciudadana?
Fomentando una diversidad de tácticas y de luchas, porque son complementarias. El activismo en la calle se complementa la lucha dentro de un sistema de representación política. El frente jurídico es complementario también. Queremos que la gente se implique y que se junte donde se sientan cómodos, que los diferentes actores que están empujando se reconozcan los unos a otros para tratar que esta conciencia, bastante generalizada, sobre la emergencia climática se pueda plasmar en resultados concretos. Dicho de otra forma: lucha desde donde estés, en tu empresa, en tu facultad, en tu barrio, dentro de tu fuerza política, dentro de tu instituto científico… Las transformaciones van a ser tan abrumadoras que se necesita la implicación de unas mayorías muy amplias.
¿Se necesita un nuevo pacto social en el que se asuma que se van a perder empleos en ciertos sectores?
Se necesita un nuevo pacto social. Se trata de aprovechar las oportunidades para crear nuevos trabajos calificados, impulsar una transición justa y compensar a las personas que pierdan su trabajo, encontrarles un nuevo trabajo… Y como el tema central es la desigualdad, con la redistribución suele ser posible generar más ganadores que perdedores. Es una de las premisas del desarrollo del Estado del bienestar moderno. Ahora nos toca ir más allá en un sentido económico y social.
¿Y cómo se puede lograr un consenso político para combatir el cambio climático?
El Estado del bienestar es patrimonio de la socialdemocracia, pero también ha sido asumido por liberales y conservadores, por la democracia cristiana en Alemania e Italia… En este caso es deseable que la transición sea algo hecho por todos. Los datos indican que hay una inmensa mayoría de las personas de todas las ideologías políticas, llegando incluso hasta las filas de Vox y sin duda dentro del PP, que han tomado conciencia. Creo que hay que confiar en nuestra capacidad colectiva como pueblo para revertir esta situación. Por eso hablo de una mayoría del futuro que está latente, está presente en todas partes y está dentro de las empresas y de los partidos de derechas. Es decir, que va desde Greta [Thunberg] hasta… no sé dónde.
Hasta el papa Francisco.
Exacto, el Papa es muy buen ejemplo. Esto no es algo sectario, sino algo que puede interpelar a amplias mayorías en nuestro país y en Europa a medio plazo. Cuando ganas de verdad es cuando la oposición, cuando tus adversarios, asumen tus premisas como suyas. Tenemos un largo historial de luchas sociales en las que los conservadores se han visto obligados a torcer el brazo y adoptar los argumentos progresistas.
Vamos a ser más pobres de egoísmo, de inconsciencia, de irresponsabilidad, de inmadurez; pero infinitamente más ricos en paz interior, en consciencia en VALORES y en SABIDURIA, que son los que verdaderamente aportan el bienestar y la estabilidad, los que alimentan y colman de plenitud al espíritu del ser humano.
Estos capos que tienen sometido al mundo, son realmente grandes desequilibrados mentales, en un desesperado afán de encontrar la plenitud por caminos equivocados.
Ley Mordaza a estas alturas, después de casi 40 años repitiendo como loritos el mantra de que somos demócratas, como si todo no siguiera estando bien atado y manipulado y los esclavos encantados con las caenas, estando además sometidos por la dictadura del capital, la más genocida de todas las dictaduras.
¿El frente jurídico? ¿No está compuesto mayormente por miembros del opus dei?
Muy buena entrevista. El cambio del PIB como referente económico es una cuestión sobre la que hay que insistir.
No están por la labor, David, ni mandatarios, mejor dicho sirvientes del capital ni la propia sociedad que, a poco que pueda, le mola consumir sin necesidad.
Las Gretas Thunberg casi que son una excepción.
Los pueblos indígenas son los mejores conservacionistas; pero precisamente porque estorban a los intereses de las grandes compañías extractoras están siendo masacrados en los cinco Continentes.
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La división de los países en Bonn hace imposible cumplir con la ciencia y la justicia climática. (E. en A.)
El incumplimiento del norte global en asumir los compromisos previos sobre la financiación en mitigación, adaptación y pérdidas y daños, ha sido una crítica constante manifestada por parte de muchos países del sur global. Por ejemplo, el compromiso firmado en Glasgow de duplicar la financiación en materia de adaptación todavía no se ha formalizado.
Mientras tanto, continúa la hipocresía de actores del norte global —como EE UU o la UE— que siguen hablando de incluir financiación privada o cambiar los flujos de inversión, sin haberse preocupado por dar señales claras sobre su contribución a una financiación pública adicional y estable para los países más vulnerables de cara a reparar una pequeña parte de la deuda de carbono histórica que acumula.