Jaime Vindel: «Hemos naturalizado la relación entre el uso de los combustibles fósiles y los discursos del progreso»
Hablamos con el autor de los libros ‘Estética fósil’ y ‘Capitalismo fósil’. En ellos reflexiona sobre el inconsciente cultural que dos siglos de hidrocarburos han conseguido arraigar en la sociedad. ¿Eso se puede cambiar? ¿Podemos promover una cultura popular climática?
Jaime Vindel, autor de los libros ‘Estética fósil’ y ‘Capitalismo fósil’.Foto: GEMMA BARRICARTE
Jaime Vindel (Madrid, 1981) es una de las voces más interesantes del ecologismo político nacional. Sus líneas de investigación, ingeniosas y novedosas en los debates internacionales, tratan de unir la crítica al capitalismo fósil con la creación de imaginarios emancipadores. Doctor europeo en Historia del Arte y máster en Filosofía y Ciencias Sociales, es investigador del Programa de Ayudas Ramón y Cajal del Instituto de Historia del CSIC. Es autor de cinco libros y también ha coordinado volúmenes y números en revistas académicas. Esta entrevista ha sido realizada en el marco de un proyecto sobre populismo climático de derechas del The Center for the Advancement of Infrastructural Imagination (CAII).
¿Puedes definir tu concepto de cultura y estética fósil? Estaría bien conectar tu postura sobre la importancia de los estudios culturales con los debates actuales en el eco-modernismo.
En un sentido restringido, la estética remite a la teorización y la experiencia del arte en un ámbito determinado de la vida moderna, que por simplificar podríamos relacionar con la institución del museo. En cuanto a la cultura, ese sentido reducido se refiere al campo cultural, con toda su variedad de producciones artísticas, literarias, musicales, etc. Resulta interesante indagar en la interacción con el desarrollo de la modernidad industrial de estos dos sentidos más acotados de la estética y la cultura, pero no deberían agotar la reflexión.
Desde el punto de vista de los proyectos políticos emancipadores, es más relevante analizar cómo esa modernidad industrial ha afectado a una dimensión más amplia de la estética y la cultura. En ella, la estética no remitiría únicamente a la percepción que hacemos de las obras de arte, sino a la relación sensorial (sensible) que mantenemos con el conjunto de la realidad. En relación a la cultura, esta no se limitaría a la esfera cultural, sino que abarcaría toda una serie de discursos e imaginarios que conforman nuestra experiencia social.
¿Cómo encaja la teoría de Andreas Malm en las conclusiones de tu trabajo?
La contribución de Malm resulta reveladora al ofrecer una interpretación sociopolítica del origen de la modernidad fósil y sus repercusiones sobre aspectos de la crisis ecológica como el cambio climático. Malm sugiere que el recurso al carbón en la fase paleotécnica de modernidad industrial no se debió a su menor coste o a su mayor eficiencia energética. En cambio, se relacionó con factores asociados al incremento de la productividad y a la concentración y politización de las masas obreras en las ciudades, un proceso que concilió la explotación intensiva de la fuerza de trabajo con conquistas sociales como la jornada laboral de 10 horas.
Creo que esta lectura se debe complementar con el papel desempeñado por las imágenes y los imaginarios durante la modernidad fósil. Estos han servido para normalizar una percepción del universo en la que se ha naturalizado la relación entre el uso de los combustibles fósiles, el desarrollo tecnológico y los discursos del progreso. Esa percepción configura una suerte de inconsciente cultural fuertemente arraigado en las cosmovisiones colectivas de los últimos dos siglos y del que abreva en la actualidad el eco-modernismo.
El objetivo principal de los dos libros es complementar las narrativas del capitalismo fósil, examinando cómo las imágenes del arte y la cultura visual, así como los discursos culturales, han contribuido a normalizar esas cosmovisiones. Entiendo ese ejercicio como una deconstrucción crítica de los imaginarios, que permita avanzar en su descarbonización.
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«LA IA: UNA AVASALLADORA REVOLUCIÓN TECNO-CIENTÍFICA QUE AMENAZA CON LIQUIDAR MILLONES DE EMPLEOS», Manuel Medina.
La experiencia china con Inteligencia Artificial nos adelanta que es lo que sucederá con los diferentes ámbitos del aparato del Estado en los paises capitalistas desarrollados.
La irrupción de la Inteligencia Artificial en nuestra sociedad recuerda los temores que generó la Revolución Industrial en el siglo XIX. ¿Nos encontramos al borde de un cambio social de gran envergadura que carece de precedentes en cuanto a su magnitud? ¿Cómo reaccionarán las masas ante la posible pérdida masiva de puestos de trabajo? Y aún más intrigante, ¿por qué los titanes de la tecnología, que fueron pioneros en la promoción de la IA, ahora alertan sobre sus posibles peligros, mientras los grandes sindicatos de los países capitalistas, callan? ¿En qué consiste el enigma? ¿Cuál es la razón de esta increíble paradoja?
Algunos expertos han calculado que, como efecto inicial, la IA provocará que se pierdan alrededor de 500 millones de puestos de trabajo en todo el mundo. El interés fundamental de la empresa capitalista ha consistido, y naturalmente sigue consistiendo, en la reducción de los costes laborales para de esa manera, lograr multiplicar sus dividendos. Todo indica que en una sociedad de mercado como la que hoy rige la mayor parte del planeta, ese tipo de cálculo continuará siendo el dominante, tal y como ha venido sucediendo a lo largo de los dos últimos siglos en las sociedades capitalistas avanzadas.
En una situación perfectamente previsible como la que se aproxima, resulta clamoroso el silencio de las grandes organizaciones sindicales europeas y estadounidenses en relacion con este fenómeno. Ni un informe, ni sesiones ni Conferencias internacionales dedicadas al tema, ni tampoco, por supuesto, Asambleas en las que los trabajadores puedan comenzar a debatir qué cambios se producirán en nuestras sociedades en el curso de los próximos años, y cómo afectará a las presentes y futuras generaciones, la irrupción de la IA en el mundo laboral.
Pero si estos silencios llaman escandalosamente la atención, no menos lo suscitan la «preocupación» mostrada por multimillonarios como Bill Gates, Mark Zuckerberg y Elon Musk que en una recientísima reunión celebrada en el Capitolio de los Estados Unidos, proclamaron su enfática preocupación por «los efectos devastadores» que podría tener la Inteligencia Artificial, de la que, por otra parte, ellos mismos fueron sus iniciales promotores. Aún más sorprendente resulta la conclusión de esa reunión en la que el trio alerta sobre la posibilidad de que se produzca un «escenario de caos».
Los tres personajes mostraron su predisposicion a estar «dispuestos a colaborar» en la elaboración de medidas legislativas «precisas y efectivas» que permitan regular y afrontar lo que denominaron como «gigantescos desafíos y riesgos asociados a la inteligencia artificial».
Conviene recordar al lector que tanto Gates como Musk, han invertido cifras multimillonarias en el desarrollo e investigación en Inteligencia Artificial, habiendo manifestado en un recientisímo pasado su optimismo acerca de los «beneficios redentores» que podía proporcionar la IA aplicada a los procesos productivos.
Las contradicciones están a la vista. Quienes en su día invirtieron miles de millones en una nueva tecnología capaz de reducir al mínimo los puestos de trabajo, ahora no dudan expresar «su temor» ante la catástrofe que su aplicación podría generar.
Sin embargo, en el lado que se supone contrario a los intereses del gran capital, -los sindicatos-, domina el sosiego, la tranquilidad… y quizás ¿la ignorancia sobre un tema tan crucial? https://canarias-semanal.org/art/35035/la-ia-una-avasalladora-revolucion-tecno-cientifica-que-amenaza-con-liquidar-millones-de-empleos/
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La experiencia china con Inteligencia Artificial nos adelanta que es lo que sucederá con los diferentes ámbitos del aparato del Estado en los paises capitalistas desarrollados.
La irrupción de la Inteligencia Artificial en nuestra sociedad recuerda los temores que generó la Revolución Industrial en el siglo XIX. ¿Nos encontramos al borde de un cambio social de gran envergadura que carece de precedentes en cuanto a su magnitud? ¿Cómo reaccionarán las masas ante la posible pérdida masiva de puestos de trabajo? Y aún más intrigante, ¿por qué los titanes de la tecnología, que fueron pioneros en la promoción de la IA, ahora alertan sobre sus posibles peligros, mientras los grandes sindicatos de los países capitalistas, callan? ¿En qué consiste el enigma? ¿Cuál es la razón de esta increíble paradoja?
Algunos expertos han calculado que, como efecto inicial, la IA provocará que se pierdan alrededor de 500 millones de puestos de trabajo en todo el mundo. El interés fundamental de la empresa capitalista ha consistido, y naturalmente sigue consistiendo, en la reducción de los costes laborales para de esa manera, lograr multiplicar sus dividendos. Todo indica que en una sociedad de mercado como la que hoy rige la mayor parte del planeta, ese tipo de cálculo continuará siendo el dominante, tal y como ha venido sucediendo a lo largo de los dos últimos siglos en las sociedades capitalistas avanzadas.
En una situación perfectamente previsible como la que se aproxima, resulta clamoroso el silencio de las grandes organizaciones sindicales europeas y estadounidenses en relacion con este fenómeno. Ni un informe, ni sesiones ni Conferencias internacionales dedicadas al tema, ni tampoco, por supuesto, Asambleas en las que los trabajadores puedan comenzar a debatir qué cambios se producirán en nuestras sociedades en el curso de los próximos años, y cómo afectará a las presentes y futuras generaciones, la irrupción de la IA en el mundo laboral.
Pero si estos silencios llaman escandalosamente la atención, no menos lo suscitan la «preocupación» mostrada por multimillonarios como Bill Gates, Mark Zuckerberg y Elon Musk que en una recientísima reunión celebrada en el Capitolio de los Estados Unidos, proclamaron su enfática preocupación por «los efectos devastadores» que podría tener la Inteligencia Artificial, de la que, por otra parte, ellos mismos fueron sus iniciales promotores. Aún más sorprendente resulta la conclusión de esa reunión en la que el trio alerta sobre la posibilidad de que se produzca un «escenario de caos».
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Las contradicciones están a la vista. Quienes en su día invirtieron miles de millones en una nueva tecnología capaz de reducir al mínimo los puestos de trabajo, ahora no dudan expresar «su temor» ante la catástrofe que su aplicación podría generar.
Sin embargo, en el lado que se supone contrario a los intereses del gran capital, -los sindicatos-, domina el sosiego, la tranquilidad… y quizás ¿la ignorancia sobre un tema tan crucial?
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