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Al otro lado del teléfono, Maika Makovski (Palma de Mallorca, 1983) responde a la difícil pregunta «¿cómo va todo?» con un «muy bien». «No sé si te has enterado, pero hemos entrado en listas a pesar de todo», añade contenta. No es para menos, ese «a pesar de todo» significa varias cosas y es el eje de esta entrevista. La artista acaba de publicar su último disco, MKMK, para cuyo CD y vinilo ha prescindido del envoltorio de plástico. No solo eso: el 10% de sus beneficios será para Bosques Sostenibles, una iniciativa que compensa las emisiones de CO2 con la recuperación de espacios naturales.
La primera decisión ha hecho que no pueda vender el disco en Amazon, El Corte Inglés o Fnac –espacios casi siempre necesarios para entrar en las listas de ventas–. Por eso la alegría es doble. A pesar de todo, entonces, Makovski deja claro que hay una manera, dice, de «no hacer las cosas igual, y de hacerlas un poquito mejor».
En su último disco habla del aislamiento, algo sobre lo que hemos estado pensando mucho últimamente.
Sí, no sé hasta qué punto es algo personal o algo social. Supongo que ambas cosas se están siempre entrelazando. MKMK es un disco prepandémico; lo escribí entre 2018 y 2019, cuando vivía en el centro más centro de Madrid. Me sentía como si estuviera en mar abierto, pero lo cierto es que no era un sentimiento en el que me quisiera regodear. Por una vez, en lugar de hacerme un autorretrato con la música, quería utilizarla como revulsivo para escapar de una sensación que se me estaba haciendo ya muy complicada, porque una cosa es un aislamiento físico y otra un aislamiento emocional. Yo creo que el confinamiento ha sido tan duro para mucha gente porque nos ha puesto un espejo delante de cosas que ya estaban ahí. Ya estábamos viviendo una pandemia social antes de todo esto.
Últimamente se define el cambio climático como otra pandemia. En MKMK ha querido tener en cuenta el momento de crisis climática que vivimos. ¿Por qué?
Todo esto viene motivado por la que yo creo que es la batalla de nuestros tiempos. Me frustra porque para lo vital que es no se le está dando la importancia que tiene. Llevaba años leyendo sobre cambio climático y al dar con la permacultura tuve una epifanía. Me parece preciosa la idea de que los seres humanos pueden no solo no hacer daño al planeta sino que, además, pueden optar por hacerle bien. Aquello para mí fue una revelación. Así que tenía claro que no quería sacar otro disco de la misma manera porque estaba participando de una rueda.
¿Cuál ha sido su iniciativa?
Después de muchas conversaciones con mi manager, decidimos eliminar el retractilado –con todo lo que iba a significar de dificultades extra–. Obviamente iba a haber plástico en el disco porque los vinilos son de plástico. Pero no quería otro plástico de un solo uso. Respecto a la huella de carbono, quisimos compensarla con la gente maravillosa de Bosques Sostenibles, que nos da mucha confianza porque no hacen las cosas al tuntún. Así, reforestamos el Valle de Iruelas, una zona que fue arrasada por el fuego y que no se estaba regenerando sola. Además, los materiales de cartón del CD y del vinilo son reciclados. Es una manera de no hacer las cosas igual, y de hacerlas un poquito mejor.
Entre esas dificultades que comentaba está no poder venderlo en Amazon, El Corte Inglés y Fnac. ¿Hasta qué punto esto es un problema? ¿Qué argumentos alegan para no venderlo con estas condiciones?
No estoy segura de su argumento, pero imagino que tiene que ver con el almacenaje. Es lo que pasa cuando algo es tan grande, que no hay una persona que esté cuidando de ese material y no hay un cuidado expreso, porque es imposible. No creo que los trabajadores de estas empresas no quieran prescindir de este plástico, pero la misma empresa en sí y lo que representa hace imposible el pequeño cuidado, la pequeña atención que requieren a veces las cosas para que sean más justas.
Iba a ser un problema porque las tiendas pequeñas donde estoy animando a la gente a que compren el disco no reportan a las listas de ventas, es como si no se vendiera nada, excepto en algunas como La Casa del Disco, donde hicimos la preventa. Gracias a esas pocas hemos entrado en listas. Para la gente que trabaja conmigo es algo que les ayuda mucho y que es importante. Yo, cuando me dijeron que no se podía vender allí, casi me alegré, porque además de todo esto, estamos colaborando con el pequeño comercio. A mí eso me pone muchísimo.
Son empresas que presumen, sin embargo, de no utilizar bolsas de plástico. ¿Este siguiente paso tiene que venir de su parte o de la presión que puedan ejercer las y los artistas?
La única manera de cambiar algo será que más artistas se nieguen. No quiero obligar a nadie, claro, pero los artistas tendrían que tener la libertad de elegir cómo se vende su obra. No imponer que tenga que venir con un plástico que no sirve para nada y que va a acabar en el mar porque sí, porque no pueden garantizar que no se pueda almacenar sin que se estropee la portada. Sí creo que estos cambios tienen que venir de la gente, por desgracia, porque hay tantos lobbies que la única manera de hacer que un gobierno más o menos haga algo es demostrar que nos importa a todos y que representa algo importante a la hora de votar.
¿Qué reacciones ha recibido?
Por lo general, me ha sorprendido el apoyo, no me lo esperaba. También ha habido algún escéptico que ha pensado que lo hago por marketing, como si fuese a vender más discos por hacerlo así. Yo no quiero vender discos por eso, quiero venderlos porque la música gusta a quien la compra.
Para mí, el soporte físico tiene valor porque es una obra artística con la que vas a convivir toda tu vida –que, con suerte, tus hijos heredarán– y no porque haya que apoyar al artista en una producción industrial, sería contradictorio. Pero, por lo general, creo que la gente está un poco harta de sentirse paralizada y de tragar y tragar, y cuando alguien chiquitito como yo hace algo así creo que se refleja en todos, como cuando alguien chiquitito hace algo que a mí me inspira.
¿Hay artistas que hayan hecho algo similar, que hayan propuesto alternativas?
A raíz de tener estas ideas, aunque no me he podido inspirar en ellos, busqué y vi que Pink Floyd ya compensaba su huella de carbono plantando árboles. King Gizzard no han prescindido del todo del recubrimiento en su disco pero sí han hecho un recubrimiento de papel. También me he acordado bastante de ediciones muy pequeñas, de maquetas de bandas muy pequeñitas, que se hacían toda su edición en sobres de cartón fabricados por ellos mismos. Lo que había detrás no era medioambiental o ecológico pero representa el espíritu.
Puede que antes no fuera tan explícito, pero en los últimos tiempos sí hay bandas y compositoras que en su música hablan de cómo se sienten frente al cambio climático. ¿Tu preocupación, o tu activismo, influye en tu proceso cuando haces música?
En el pasado estuve a punto de terminar un disco que iba sobre una especie de apocalipsis, como si hubiera ocurrido algo muy gordo y y hubiésemos renacido en un mundo en el que las cosas se pueden empezar de cero. Tenía muchísimo que ver con el tema climático y con el rehacer las cosas de manera que no seamos unos tiranos sino parte de un ciclo, que es para lo que hemos nacido. No pude acabarlo, pero sí, es algo que me inspira. También es algo con lo que hay que ir con cuidado, porque, como todo lo político en la música, puede quedar o panfletario o barato, y eso no es una opción. Pero si se hace bien, si nace de un lugar de verdadera inspiración más que del adoctrinamiento, creo que puede ser un tema poderoso para escribir sobre ello.
Es interesante porque suele ser más habitual el enfoque desde la ecoansiedad, el sentimiento de desasosiego ante lo que está sucediendo y la incertidumbre del futuro. ¿Es importante contar también historias orientadas a cómo estamos a tiempo de frenar o minimizar algunos impactos, historias de acción colectiva?
Este es todo un tema porque, ¿hasta qué punto la esperanza que podamos albergar es real? He leído comunicados de científicos que son verdaderamente alarmantes. El desasosiego está totalmente justificado, pero no por eso creo que tengamos que caer en derrotismos, quedarnos de brazos cruzados, dejar de luchar, dejar de exigir que la gente a la que hemos dado nuestro voto haga algo. Son los únicos que pueden hacer que esto frene de verdad. Los actos que podemos hacer a nivel individual pueden ser muy importantes y ser revulsivos sociales pero, verdaderamente, como actos en sí son una gota en el mar. Pero sirven para hacer fuerza, para decir que esto nos importa y que exigimos que hagan algo.
¿Cree que en esta época de pandemia se ha reforzado esta idea? ¿A usted le ha pasado?
Sí, pero no sé si vivimos en un mundo en el que vemos más a la gente que nos es afín que a los demás. Y tengo la sensación de que esa gente afín todavía es poca. No hay tanta gente concienciada como debería. ¿Cómo hacer que esto resulte un poco más sexy a la gente a la que en principio no le importa?
Por ejemplo, en el ámbito de la cultura, ¿cómo cree que puede calar esta conversación?
En general falta práctica. En una de las clases de permacultura a las que asistí, el profesor decía que él se imaginaba un sistema educativo que contempla un año en el que los adolescentes fueran a plantar árboles. Cuando te lo cuentan es aburrido, pero cuando estás sobre el terreno y ves cómo crece algo que has plantado y cómo tus cuidados lo mantienen vivo y hacen que prospere, eso es otra cosa. Yo creo que todo esto viene porque hemos perdido contacto con la naturaleza. No se puede pedir a todo el mundo que lo retome, pero eso me parece una idea fantástica y ninguna tontería. Nos ahorraríamos lluvias torrenciales, pérdida de fertilidad del suelo, de erosión… A la vez que se conciencia y se educa.
¿Y qué se puede hacer desde la industria musical?
Se puede ayudar a que esto sea práctico. Yo quiero que la gente que haya comprado el disco y quiera venirse al Valle de Iruelas cuando se haga la replantación junto a Bosques Sostenibles, que se venga. Que la gente que haya participado en la compra del disco y haya participado en replantar un bosque lo pueda ver, que vea que eso es suyo. Nos falta conciencia sobre que este planeta es nuestro hogar.
¿Seguirán la misma línea en los próximos conciertos?
Absolutamente sí. A título personal, quiero seguir compensando el carbono de nuestros viajes con Bosques Sostenibles. Con el tema del merchandising, se me ocurrió llevar a un artista que hace serigrafía, Íñigo Cabezafuego, con su pantalla para serigrafiar, y que la gente traiga su propia camiseta de casa. No sé qué tal va a funcionar pero sería bonito porque la gente podría hacer su propia serigrafía.
¿Alguna recomendación relacionada con la crisis climática que le haya gustado últimamente?
Kiss the ground (Besa el suelo). Yo creo que es el documental más importante de nuestros tiempos. Yo pensaba: voy a tener que hacer un documental sobre esto, pero por dónde empiezo… ¡Y luego vi que ya estaba hecho y que lo habían hecho muy bien! Me parece esencial, tendrían que ponerlo en los colegios porque habla de la situación global, algo que es muy complicado. Hay otro precioso que se llama The Biggest Little Farm (Mi gran pequeña granja), en el que ves cómo funciona la agricultura regenerativa a lo largo de siete u ocho años.
En el mundo hay más de 100 pueblos indígenas no contactados, desde la Amazonia hasta Indonesia. Muchos son supervivientes de atrocidades y masacres cometidas en el pasado. Con sus riquísimas culturas y sus extraordinarias visiones del mundo, son una parte esencial de la diversidad humana. Si se les deja en paz, prosperan. Pero allá donde sus tierras son destruidas, invadidas ilegalmente por explotaciones madereras, mineras o agroganaderas, la violencia y las amenazas a su existencia continúan. Los gobiernos permiten que esto ocurra, y a menudo incluso lo fomentan.
#SemanaDeLosNoContactados – Survival Internacional.