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Cuando el Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, firmó el Acuerdo de París en 2016, su hija pequeña ya contaba con una dilatada carrera en el campo de la medicina y la salud pública. Hoy, Vanessa Kerry, desde 2011 al frente de Seed Global Health, una organización sin ánimo de lucro con el objetivo de apoyar la formación médica y de enfermería en países con recursos limitados de África Subsahariana, es la enviada especial para el cambio climático de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El Acuerdo de París, el principal instrumento global para hacer frente al cambio climático, ha sido firmado por 193 países, pero sus objetivos todavía están lejos de alcanzarse. Desde 2016, hemos seguido emitiendo gases de efecto invernadero sin freno y sufriendo las consecuencias directas (e indirectas) del calentamiento global. A pocas horas de que coja un avión rumbo a la COP28, la cumbre del clima donde se volverá a debatir de todo esto, Vanessa Kerry nos atiende desde su despacho.
Han pasado seis meses desde que fue nombrada enviada especial para el cambio climático de la OMS. ¿Cuáles han sido sus prioridades este último medio año?
Mi rol es el de resaltar las formas en las que el cambio climático impacta en nuestra salud. Sabemos, por ejemplo, que siete millones de personas mueren al año a causa de la contaminación del aire. Eso es una persona cada cinco segundos. Pero el impacto del cambio climático lo vemos también en la salud mental, en las enfermedades infecciosas, cardíacas y pulmonares y en la salud de las mujeres cuando dan a luz y en la de sus bebés. Creo que mucha gente todavía no comprende el impacto profundo que tiene el cambio climático en nuestra salud.
Considero que el rol de enviada especial tiene que servir para ayudar a las personas a comprender la relación entre cambio climático y salud, pero también a comprender la importancia de la salud en todo, incluyendo en nuestra economía. España, por ejemplo, ha sufrido temperaturas extremas este año y el pasado. Eso tiene un impacto directo en si las personas pueden o no ir a trabajar y ganarse la vida y, por lo tanto, en la capacidad económica de los hogares y de los países. Este es solo un ejemplo: estamos ante una crisis real y urgente que tenemos que abordar.
¿Cómo la abordamos?
Ese es, para mí, el segundo aspecto más importante de mi rol como enviada especial. ¿Qué hacemos al respecto? Creo que todo va, en gran medida, de garantizar que ponemos fondos y apoyo financiero a disposición de aquellos países que son más vulnerables a los impactos del cambio climático, pero que tienen menos recursos para adaptarse.
Eso es clave para todos, porque así también mitigaremos las crisis migratorias, las pandemias y todos esos problemas que afectan a la comunidad global. Además de la financiación, creo que es fundamental trabajar para impulsar las políticas, las decisiones y el liderazgo que el planeta y su población necesitan en este momento.
«El calor extremo provoca que las mujeres tengan más probabilidades de dar a luz de forma prematura y sufran partos de mayor riesgo»
Las consecuencias del cambio climático son cada vez más evidentes. En estos seis meses en el cargo, ¿qué efectos en la salud han sido los de mayor impacto?
Solo en verano, hemos tenido que lidiar con grandes incendios forestales, como el que arrasó Maui, en Hawái, o los que quemaron Canadá, llenando de humo buena parte de Norteamérica y dejando imágenes impactantes de cielos anaranjados y gente con mascarillas en ciudades como Nueva York. Todo esto se tradujo en una mayor contaminación del aire y un aumento de las hospitalizaciones de personas que sufren asma o enfermedades pulmonares crónicas.
Además, sabemos que las condiciones de calor extremo vividas en los últimos meses también aumentan las probabilidades de que la gente con condiciones previas sufra ataques cardíacos, eventos cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares relacionados con el estrés de soportar las altas temperaturas.
También ha aumentado la incidencia de algunas enfermedades, como el dengue en América Latina.
Claro, sabemos que el cambio climático está provocando el aumento de casos de enfermedades transmitidas por vectores [mosquitos y otros insectos] como la malaria, el dengue o la enfermedad de Lyme. Tras las inundaciones en Pakistán el año pasado, los casos de malaria se multiplicaron por cuatro y afectaron a regiones del país donde la enfermedad estaba prácticamente erradicada. Malawi, tras el paso del ciclón Freddy, el más intenso del que se tiene registro en la región, ha sufrido el brote de cólera más duradero de su historia.
Pero no solo hablamos de virus y bacterias. El calor extremo también provoca que las mujeres tengan más probabilidades de dar a luz de forma prematura y sufran partos de mayor riesgo. Y el cambio climático está provocando una crisis de salud mental importante, en especial, entre las personas que han perdido sus casas y se ven obligadas a migrar. Además, claro, tenemos el impacto directo sobre la vida de los eventos meteorológicos extremos: en Libia podríamos estar hablando de que más de 20.000 personas murieron por causa de la tormenta Daniel.
«Hasta el 3% del producto PIB español se verá afectado por el cambio climático en las próximas dos décadas»
Y después están los impactos indirectos que comentaba antes.
Los regímenes de la agricultura están cambiando, la disponibilidad del agua está cambiando, las sequías son cada vez más severas, hay inseguridad alimentaria, muchas personas no pueden ir a trabajar y ganarse la vida y no pueden pagar sus medicinas… Hay muchísimos impactos indirectos en la salud.
Todo esto lo que realmente está haciendo es socavar nuestra capacidad de prosperar, de vivir de la forma en que queremos. La salud es una parte muy importante de nuestras vidas. Casi la mitad de la población mundial es muy vulnerable a los efectos del cambio climático y, a medida que los eventos extremos se intensifiquen, habrá cada vez más población en riesgo.
Volvamos a España, que no es un país que a priori dirías que está entre los más vulnerables. Alrededor de un 20% de su superficie está desertificada por el cambio climático y por la acción humana; y un 74% está en riesgo de desertificarse. ¿Qué pasa con la comida? ¿Qué pasa con los hogares? ¿Qué pasa con la agricultura? Hasta el 3% del producto interno bruto (PIB) del país se verá afectado por el cambio climático en las próximas dos décadas. Tenemos que actuar.
Un informe publicado en The Lancet Countdown hace pocos días recogía todos estos efectos negativos que está comentando, pero también nos dejaba un dato positivo: actuar contra el cambio climático y la contaminación salva vidas y mejora nuestra salud.
Sabemos lo que hay que hacer y tenemos la capacidad de hacerlo. Primero, tenemos que abandonar los combustibles fósiles y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que están provocando el cambio climático y todos estos fenómenos meteorológicos extremos. Necesitamos mantener una conversación honesta sobre esta transición y asumir que algunos lugares no podrán hacerla de inmediato. Pero, si no tomamos decisiones que cambien nuestro rumbo, lo único que haremos será incrementar los daños.
También debemos analizar cómo podemos invertir en la construcción de sistemas de salud más sólidos, respaldados por energías verdes, y cómo podemos dotarnos de personal sanitario suficiente y preparado para hacer frente al aumento de las cargas que soporta el sistema de salud. El mundo no tiene trabajadores sanitarios suficientes, necesitamos formar gente que pueda enfrentar el desafío del cólera en Malawi, el del Ébola en Uganda o el de los partos de riesgo en condiciones de calor extremo.
Esto es algo en lo que trabajan desde hace tiempo en Seed Global Health, organización de la que es CEO.
El gran problema es que muchos de los países que sufren más los impactos del cambio climático, que son más vulnerables, tampoco tienen los recursos necesarios para mejorar la situación. Pero tenemos que entender que estamos ante un problema global. La situación de esos países vulnerables puede provocar crisis migratorias, conflictos o pandemias que nos harán a todos más vulnerables. Tenemos que pensar en cómo vamos a aumentar las inversiones en adaptación y en desarrollar nuestra capacidad de resistencia y recuperación al cambio climático.
«Debemos abandonar el mito de que la sanidad es un gasto que debemos reducir»
¿Cuáles son los desafíos en este sentido?
Existe el mito de que no hay suficiente financiación. Pero creo que la verdad es que no estamos dispuestos a movilizar la financiación necesaria y no estamos pidiendo a las personas que tienen mayores recursos, y que son en gran medida responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero, que contribuyan. Mientras todos estos problemas suceden, la riqueza no ha dejado de aumentar en todo el mundo y cada vez se reparte de forma más desigual.
Creo que tenemos que trabajar para asegurar el bienestar colectivo y para asegurar que invertimos en las infraestructuras sociales que necesita el mundo. La misma desigualdad que vimos en la pandemia con la distribución de las vacunas la vemos con los impactos del cambio climático y la capacidad de los países para hacerle frente. El dinero necesario está ahí: lo tienen los gobiernos, lo tienen las grandes corporaciones, lo tienen las fundaciones, lo tiene el sector privado. El dinero existe, solo hay que movilizarlo. Es una cuestión de tomar las decisiones adecuadas.
Por otro lado, hablando en concreto del personal sanitario, creo que debemos abandonar el mito de que la sanidad es un gasto que debemos reducir. Invertir en médicos, enfermeros, matronas y otros trabajadores sanitarios es, en realidad, un ahorro a largo plazo. Por cada dólar invertido en salud y en personal sanitario, obtenemos entre dos y cuatro de retorno directo. Si incluimos en la cuenta los beneficios sociales y el efecto sobre la economía, el retorno es de hasta nueve dólares.
Como en el caso anterior, tenemos que darnos cuenta de que podemos hacerlo. En realidad, no es tan complejo, no es tan caro ni lleva tanto tiempo. Tenemos que pensar a largo plazo, movilizar a las personas con capacidad de tomar decisiones y a quienes tienen dinero, hacer que entiendan el gran poder de invertir en salud y bienestar.
No es un mal objetivo para Dubái. ¿Qué está en juego en la COP28?
Hay mucho en juego en Dubái, estamos al borde del precipicio. Las decisiones que tomemos hoy tendrán un gran impacto en la cantidad de vidas que se pierdan en el futuro. Un compañero me dijo una vez que no deberíamos medir nuestro éxito climático en grados Celsius, sino en vidas salvadas. Suscribo estas palabras. Para la COP28 tengo, sobre todo, muchas preguntas.
¿Vamos a tener una conversación honesta sobre el abandono de los combustibles fósiles? ¿Vamos a hablar de verdad sobre la necesidad de aumentar la financiación en las comunidades vulnerables, no solo para compensar pérdidas y daños, sino también para desarrollar la adaptación y la resiliencia necesarias para hacer frente a los desafíos del cambio climático? ¿Y vamos a tener en cuenta la salud en todos los debates? ¿Seremos capaces de superar las diferencias geopolíticas para entender que, en realidad, está en juego nuestra supervivencia colectiva?
¿Sabemos las respuestas?
Nos estamos quedando sin tiempo. En los últimos años, un tercio de nuestros días han tenido temperaturas medias de más de 1,5 °C por encima de la media preindustrial. Vamos camino de alcanzar un aumento de 2,6 °C o más a final de siglo. Estamos experimentando impactos rápidos y profundos en la salud, en el bienestar y en la economía.
Además, sabemos qué decisiones tenemos que tomar. Si reducimos nuestra dependencia de los combustibles fósiles, haremos que las personas tengan mejor salud, la presión sobre los sistemas de salud y emergencia disminuyan, los beneficios para la economía de los hogares y del país aumenten, y aumente también el pago de impuestos. La supervivencia de nuestra sociedad está en peligro.
Tenemos que hablar de verdad de los planes de perforar el Ártico o del aumento de la inversión en combustibles fósiles. Necesitamos un acuerdo serio y que se cumpla. Soy optimista al respecto porque creo que cada vez más gente con poder de decisión y dinero se está dando cuenta de que la supervivencia de sus negocios está en juego.
«Más de 11.000 personas murieron en España en verano de 2022 por causa del calor extremo. Eso es inaceptable.»
Su padre, John Kerry, firmó el Acuerdo de París para Estados Unidos en 2016. Ahora usted va a Dubái como enviada especial de cambio climático de la OMS. ¿Qué ha cambiado en estos siete años?
Más bien, qué no ha cambiado. La cantidad de gases de efecto invernadero que emitimos ha seguido aumentando. La temperatura media ha seguido subiendo y estamos experimentando catástrofes alimentadas por el cambio climático. Sí que creo que estamos empezando a avanzar en la dirección correcta, pero no lo estamos haciendo lo suficientemente rápido, no estamos siendo valientes ni estamos siendo responsables.
Creo que estamos sufriendo una pandemia de decisiones poco audaces, que solo miran a corto plazo y que confían en que vamos a encontrar una solución mágica a través de la tecnología. Seguramente, hay tecnologías como el secuestro de carbono que podrán ayudar en el futuro, pero no están lo suficientemente avanzadas para ser de utilidad. La triste realidad es que sabemos lo que tenemos que hacer, pero no estamos dispuestos.
Aun así, creo que podemos lograr avances, que todavía podemos hacer lo correcto. Necesitamos hechos en lugar de promesas que sirven solo para ganar las próximas elecciones. Hay una verdad que no podemos esconder: cada día muere gente debido a los impactos del cambio climático. Más de 11.000 personas murieron en España en verano de 2022 por causa del calor extremo. Eso es inaceptable. Es nuestra vida, la de nuestro hermano o la de nuestra madre. Tenemos la oportunidad de hacer lo correcto en Dubái, tenemos que aprovecharla.
Si no la aprovechamos, si superamos los 1,5 o 2 °C de calentamiento, ¿cuáles serán las consecuencias para la salud humana?
Significará que va a morir más gente de la que debería y que los sistemas de salud soportarán cargas mayores. Todos los efectos que estamos empezando a experimentar ahora se verán multiplicados. Vamos a ver familias y comunidades divididas, países seriamente afectados, consecuencias económicas severas. Llegará un momento en que una mayoría de personas pida respuestas a los líderes políticas sobre por qué está cayendo el PIB, por qué se están recortando los servicios sociales, por qué la población sufre cada vez más y no tiene acceso a agua.
Sabemos qué hacer. Conocemos las soluciones, al menos, algunas soluciones. ¿Por qué no actuamos?
Durante mucho tiempo, creo que mucha gente pensaba que el problema del cambio climático no era tan grave. Solo ahora, en los últimos años, nos hemos dado cuenta de su impacto real, de todo lo que supone. Además, casi nadie está dispuesto a renunciar a lo que tiene, a su poder, a su dinero, a su capacidad de control. Fingimos que no es grave con tal de seguir haciendo las cosas como hasta ahora.
Por otro lado, vivimos en un mundo que no es tan grande como parece, donde nadie está aislado de las decisiones que toman los demás. Pero eso es difícil de imaginar. Muchos países atraviesan momentos complicados también a nivel nacional y están centrados en su problemas, miran a su interior y no quieren buscar soluciones compartidas con el resto del mundo.
Tenemos un gran objetivo compartido, este planeta tiene que sobrevivir y las personas tenemos que sobrevivir. Necesitamos invertir en nuestra biodiversidad y en nuestra sostenibilidad. Tenemos una responsabilidad colectiva. Mi esperanza es que la COP28, en la que se terminará la primera evaluación del progreso del Acuerdo de París, nos sirva para darnos cuenta de qué tenemos que cambiar y nos haga dar un paso firme en la dirección correcta. Nuestra supervivencia ya no es algo del futuro lejano, es algo del presente. No podemos seguir enterrando la cabeza bajo la arena e ignorando el problema.
Más que a Vanessa preferiría a Greta, es más creible.
La mayoría de las Ongs. sin ánimo de lucro, hay excepciones, sólo sirven para poner parches al sistema para mantenerlo con vida.
Death to capitalism.
No hay otro camino.