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Yayo Herrero (Madrid, 1965), antropóloga, ingeniera técnica, educadora social, profesora, investigadora y activista ecofeminista, y María Sánchez (Córdoba, 1989), veterinaria y autora de Tierra de mujeres (Seix Barral, 2019) y Cuaderno de campo (La Bella Varsovia, 2017) lo tienen claro: esta pandemia tiene que servir para inaugurar una nueva etapa en la que los cuidados, aquello que según ellas sostiene la vida, se pongan en el centro.
En una conversación mantenida en torno al ecofeminismo en tiempo de la COVID-19, y organizada por La Col·lectiva, Ateneu Cooperatiu de l’Hospitalet, las dos activistas recalcaron la necesidad de tomar consciencia de las formas de consumo: tomar consciencia de cuáles son los métodos de producción que dan origen a nuestros consumos.
María Sánchez, que viene apostando desde hace tiempo por el desarrollo sostenible de las zonas rurales, aseguraba que “hay que ver de dónde veníamos, en qué consistía ‘la normalidad’, y dónde se hallaban esos cuidados. No era una buena normalidad (…) Llevábamos mucho tiempo poniendo la producción por delante de la salud de los cuerpos”. En este contexto, la veterinaria y escritora se preguntaba por qué tipo de ‘nueva normalidad’ queremos y cómo vamos a hacer para cambiar “este sistema que nos enferma”.
Hablaron, las dos, del techo ecológico translimitado a diferentes escalas: la local y la global, y de la necesidad de empezar a construir alternativas desde lo primero: lo local y lo concreto, la agroecología, el cooperativismo y, en definitiva, la reinvención de lo colectivo y de la capacidad de hacer cosas en común; desde el municipalismo y desde las alianzas público-comunitarias (y no desde las público-privadas como se ha venido haciendo hasta ahora).
Alternativas ecofeministas, sostenibles y respetuosas
Respecto al cambio ambiental que puede suponer esta crisis, Yayo Herrero alertó de la peligrosidad de salir de la pandemia con pactos verdes ecofascistas, como está ocurriendo en Francia: “Hay que poner la vida en el centro y ligarla a los territorios. La diferencia entre una cosa y la otra estará en las presiones que seamos capaces de hacer a partir de la autoorganización de los territorios y la reconstrucción de lo colectivo en los espacios locales”.
Para la activista, no solo es importante deconstruir el sistema, sino hacerlo al tiempo que se construye una alternativa. “El problema es que el capitalismo se ha convertido en una religión civil. Dentro de este modelo nos socializamos y nos fabricamos como personas en la manera de entender el mundo. La mayor parte de nosotros hemos interiorizado la lógica del sacrificio: hay que sacrificarlo todo en aras del crecimiento económico”.
María Sánchez considera que el cambio tiene que traer la reconsideración que tenemos (y que sobrevaloramos) de los espacios urbanos como espacios para la economía; una consideración que siempre ha dejado de lado el campo, que ha quedado desvalorizado como espacio económico. “Falta autoestima en las personas que realizan las tareas imprescindibles, como alimentar a las otras. Este imaginario se ha construido a partir de elementos culturales como el cine o la televisión. El conocimiento de las personas del campo no está avalado por las universidades”. Ergo, no se considera. “Es brutal el relato que se ha escrito sobre nuestros medios rurales [a María Sánchez le gusta hablar de medios rurales, en plural, ya que son muchos y diversos]. Desde la dictadura se nos ha vendido el relato del ‘paleto de campo’ y continuamos sintiendo vergüenza de nuestros pueblos. Cuando no sentimos vergüenza, los tratamos de manera paternalista, clasista y machista”.
Sin embargo, Sánchez alerta de la nueva concepción que se está produciendo del campo, y pone el foco en la uberización: “es importante repoblar los pueblos, sí, pero no a cualquier precio o de cualquier manera. Yo no quiero un medio rural si no es feminista, ecofeminista, sostenible e inclusivo. Quiero un medio rural conectado con las semillas, las personas, el suelo y los animales”, concluye.
Recuperar el territorio y superar las dicotomías
Durante el período comprendido entre 1994 y 2007, como recuerda Yayo Herrero, se recalificó gran parte del territorio español fértil que quedaba por cultivar. “Este es un reflejo de cómo se entiende el territorio en este país, cómo se entiende el suelo, que aparentemente sólo tiene valor dentro del conjunto de los mercados inmobiliarios”, apunta. Ante esta nueva crisis, no se puede volver a “ladrillear”, destaca la activista, y hay que continuar luchando por la defensa del territorio para recuperar y restaurar los espacios cultivables.
“Desde una perspectiva ecofeminista, tenemos que destruir la falsa dicotomía de nuestros sistemas de cultura occidental: separamos hombres de mujeres, humanos de animales, ciencia de otros saberes”. De esta manera, Yayo Herrero recupera la visión de María Sánchez: no se puede separar el campo de la ciudad. En ese sentido, ambas destacan la pertenencia a un sistema ecodependiente e interdependiente. Es la vulnerabilidad lo que nos remite a nuestra condición de seres dependientes, como se ha demostrado en los últimos dos meses.
Imaginar utopías y alternativas cotidianas diferentes, en las que la precariedad, en todos los ámbitos y entendido el concepto de manera amplia, no sea estructural, como lo es ahora. Buscar las posibilidades dentro de un sistema enfermo, que, por otra parte, está aliado con una crisis ecológica profunda, como destaca Yayo Herrero. “Una crisis de energía, climática, de materiales, etc., que viene siendo denunciada desde hace décadas, pero que se ha venido intensificando en los últimos tiempos. Los países que se autodenominan ricos se sostienen con recursos que proceden de territorios del sur global”, apunta la activista.
Durante el debate, en el que también estuvieron presentes miembros de La Col·lectiva, se habló de las violencias ocultas dentro de un sistema que se considera patriarcal, injusto y machista, en el que unas vidas valen más que otras, y en el que el sujeto universal es un BBVA (blanco, burgués, varón, autónomo). La conclusión quedó clara: hay que articular, si no forzar, una política que ponga la vida en el centro, una política verde que articule el cuidado como paradigma para construir una alternativa segura para la humanidad, a través de movimientos sociales, plurales, diversos, amplios y con alianzas suficientes para poder confrontar el cambio.
Si bien tanto Yayo Herrero como María Sánchez se mostraron optimistas, las dos alertaron de la peligrosidad de que el minuto de lucidez que nos ha traído la crisis de la COVID-19 se evapore y se vuelva a lo que teníamos antes.





¿Por qué no salen en TV estas sabias mujeres? No las dejan que nos instruyan o que el pueblo no esta por instruirse?
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EL PAPEL DE LOS PUEBLOS INDIGENAS.
Son ellos los defensores de la naturaleza, los territorios y las áreas naturales que, bajo la excusa del desplome de la economía gobal, pueden recibir una arremetida de destrucción.
No solo hay que ayudar a los indígenas a protegerse del avance de la frontera agro industrial y de las epidemias como el coronavirus, también hay que cambiar el paradigma de la conservación. Gracias a que los pueblos indígenas piensan que pertenecemos a la tierra y no que esta nos pertenece es que son los mejores guardianes de la naturaleza: el 80% de la biodiversidad que queda en el planeta está en sus territorios. Si el coronavirus afecta a los indígenas nos afectará a todos.
Según opinan los líderes indígenas: después del coronavirus: “habrá un hueco grande en la economía global y, por tanto, puede ser una excusa para que se arremeta más contra la naturaleza, los territorios indígenas y las áreas naturales protegidas donde ellos están”.
https://www.survival.es/quehacemos
EL NEGOCIO DE LA CAZA, vídeo 5 mint.
https://www.ecologistasenaccion.org/143051/video-el-negocio-de-la-caza/