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Si el 2022 fue lo nunca visto a nivel climático en España y Europa, el comienzo de 2023 no podía ser más alarmante. Mientras España, junto a otros países como Alemania o Francia, ha sufrido su año más cálido desde que hay registros —lo que tiene innumerables consecuencias medioambientales, sociales y económicas—, un nuevo fenómeno azota el continente. Se llame “anomalía térmica”, “ola de calor” o “evento cálido”, lo cierto es que es tan extremo para la época como desconcertante: temperaturas de hasta 15ºC por encima de lo habitual y cientos de récords pulverizados a lo largo de todo el continente.
Las nochebuenas fueron extremadamente cálidas de Budapest al sudoeste de Francia, con los termómetros rozando los 25ºC en esta última región, algo que también ocurrió en varias localidades mediterráneas y cantábricas españolas. Pero lejos de ser un evento de un día, el año nuevo trajo nuevos récords de temperatura en enero por lo alto en una decena de países europeos. La inusual ola de calor se ha sufrido tanto en los Alpes suizos —Delémont, en el cantón de la Jura, registró 20,9ºC— como en la llanuras bielorrusas —Vysokaye, junto a la frontera polaca, tuvo 16,1ºC—, los Países Bajos —Eindhoven contabilizó 16,6ºC— o las islas danesas —Abed, en la fría Sealandia, experimentó 12,6ºC—. La anomalía, causada por una masa de aire subtropical llegada de África, ayudada por unas persistentes presiones, se ha extendido a lo largo de los primeros días del mes.
La madre de todos los eventos
Las palabras que mejor ejemplifican lo que está sucediendo, las decía el primer día del año el meteorólogo, historiador del clima y “cazador” de récords de temperatura Maximiliano Herrera: “La madre de todos los eventos extremos jamás vistos en Europa está pasando ahora mismo”. Cómo no, estos fenómenos extremos vienen provocados por la madre de todas las causas de anomalías climáticas desde que el ser humano descubrió la máquina de vapor: la crisis climática. Y la causa de esa causa sigue a toda máquina, incluso en España.
El Observatorio de Sostenibilidad, un ente especializado en análisis científicos y climáticos, lanza una dura realidad al Gobierno en su primer informe del año, Evolución de las emisiones de gases de efecto invernadero en España 1990-2022: en 2022 las emisiones de gases de invernadero aumentaron un 5,7% respecto al año anterior. Esto implica, como remarca a El Salto el director del OS, Fernando Prieto, “que no estamos en la senda de la descarbonización, como es evidente”.
La cifra supone un jarro de agua fría para las política comunicativa del Gobierno, alineada teóricamente con una importante reducción de gases de efecto invernadero para frenar la emergencia climática, y supone el segundo año consecutivo que las emisiones crecen en el país —en 2021 crecieron un 5,9%—, rompiendo una tendencia que se mantuvo a la baja de 2017 a 2020.
El problema que esto supone crece, ya que, como señalan desde esta organización, para llegar al objetivo 2030 integrado en la Ley de Cambio Climático, criticado desde los colectivos que forman el movimiento por el clima como altamente insuficiente —propone una reducción del 23% de emisiones respecto a los niveles de 1990, cuando la UE tiene uno del 55%— habrá que reducir cada año un 3,5% las emisiones. De hecho, si el Gobierno decidiese ponerse al nivel europeo y llegar a una reducción del 55% en 2030 sería necesaria una reducción anual del 7,5% de los gases de efecto invernadero.
305 millones de toneladas de CO2eq
El informe revela que en España se emitieron en 2022 305 millones de toneladas de CO2 equivalente (CO2eq), mientras que en 2021 fueron 288,6 millones de toneladas de CO2eq. La quema de gas fósil está detrás de gran parte del incremento. Su consumo en las centrales de ciclo combinado aumentó un 61% en 2022 a pesar de los altos precios provocados por la Guerra de Ucrania. Además, como indica Prieto, “ha sido un año extraño, porque al subir los precios del gas hemos vuelto a quemar carbón”, si bien matiza que esa fuente es hoy marginal a pesar del incremento del 60% de su uso para producción eléctrica el pasado año.
Otra anomalía de 2022 que recuerda el director del OS, la reducción de la producción hidroeléctrica a causa de la sequía, también ha apuntalado el incremento de las emisiones, dada la pérdida de energía limpia que esto supone y la necesidad de quemar combustibles fósiles para paliar la demanda energética. La crisis climática también está detrás de la falta de lluvias que provoca unos embalses vacíos, algo que “cada vez será más habitual”, recuerdo Prieto.
Ante este panorama, el OS señala en sus recomendaciones que “los aumentos [de emisiones] de 2021 y 2022 ya observados obligan a aumentar los esfuerzos de descarbonización de aquí a 2030” y pide incrementar la ambición de los objetivos de reducción de la Ley de Cambio Climático para conseguir una economía descarbonizada. También solicita una revisión de los procesos de decisión para lograr una descarbonización estructural y no coyuntural, tanto en el sector eléctrico y el gas como en otros temas, como por ejemplo el del transporte de mercancías por carretera —donde las emisiones crecieron en 2022 un 3,3%— y la implantación del coche eléctrico.
“La energía fotovoltaica en tejados en pequeñas instalaciones, naves industriales, centros comerciales debe de ser potenciada y permitirse el balance neto para que la población se beneficie de esta tecnología y así evitar el impacto de las grandes instalaciones sobre el territorio”, continúan, señalando además que una mayor penetración de fotovoltaica permitiría eliminar parte de la eólica con mayor impacto sobre la biodiversidad y con mayor contestación social.
Este artículo fue publicado originalmente en El Salto. Lea el original.
LAS CIFRAS DE LA VERGÚENZA (Oxfam)
76% de las emisiones mundiales de carbono proceden de los países del G20. Los 10 países más afectados por el cambio climático emiten tan sólo el 0,13.
123% ha aumentado el hambre durante los últimos 6 años en los 10 países más pobres.
1% de las personas más ricas de la tierra genera el doble de emisiones que la mitad más pobre.
26 millones de personas se ven obligadas a vivir en la pobreza por los desastres naturales cada año.
8 veces más fondos requiere hoy la crisis humanitaria relacionada con el clima extremo que hace 20 años.
2.800 millones de euros diarios de beneficios han acumulado los sectores del petróleo y el gas durante los últimos 50 años. Sus beneficios en menos de 18 días bastarían para financiar la totalidad de los llamamientos humanitarios de Naciones Unidas en 2.022.