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Este año, el tiempo no ha sido solo una conversación incómoda con el vecino, ni un comentario en casa para ver quién recogía la ropa tendida. Los pronósticos han sido una preocupación para mucha gente porque han tenido como protagonistas a fenómenos meteorológicos extremos que sucedían con demasiada frecuencia y virulencia. Del bochorno hemos pasado a las olas de calor. De la llovizna a las lluvias torrenciales. De la nieve a una tormenta invernal que no dejaba salir a la calle.
A continuación, recopilamos algunos de los eventos meteorológicos extremos que han ocurrido en 2022:
Precipitaciones extremas
Las fuertes lluvias han sido un problema en muchos países. Sudáfrica fue uno de los primeros en inundarse. En solo dos días en el mes de abril, cayeron más de 350 litros por metro cuadrado en algunas ciudades y murieron al menos 435 personas. El World Weather Attribution (WWA) entonces constató que el cambio climático hizo que las lluvias extremas y las posteriores inundaciones en el este del país fueran más intensas y tuvieran el doble de probabilidades de producirse.
En agosto le tocó el turno a Pakistán. Acostumbrado a intensas precipitaciones entre junio y septiembre, el territorio recibió lluvias entre un 50% y un 75% más fuertes de lo habitual, registrando así el mes más lluvioso desde 1961. La magnitud de las destrucciones de este 2022 se espera que supere a la de hace 12 años, cuando ocurrió la peor inundación en la historial del país. En total, las inundaciones han destruido a 1,7 millones de hogares y han acabado con la vida de casi 1.500 personas.
Recientemente, este evento también afectó a varios países del continente africano, que pocos meses atrás también vivía una temporada de sequía que afectó sobre todo a la zona del Sahel y sus cosechas. Según el WWA, la actividad humana hizo 80 veces más probables los aluviones y los intensificó un 20%. Esto provocó daños repartidos de forma desigual. En Nigeria hubo 612 fallecimientos, 2.776 heridos, 1,5 millones de personas desplazadas y alrededor de 570.000 hectáreas de tierras de cultivo afectadas. En Níger perdieron la vida 195 personas más, y en Chad fueron 22. Camerún y Benín tampoco han quedado indemnes del desastre natural.
A finales de septiembre, las islas Canarias sufrieron la tormenta tropical Hermine, que obligó a cancelar casi un millar de vuelos y cortar múltiples carreteras, y provocó que muchos barrios estuvieran incomunicados y miles de familias sin suministro eléctrico y abastecimiento. Este evento extremo no es una casualidad, puesto que el archipiélago canario ha constatado en las últimas décadas un aumento de fenómenos extremos de origen tropical.
Olas de calor (terrestres y marinas)
Las altas temperaturas han sido uno de los temas más comentados durante este año. En España, el mercurio empezaba a subir ya en mayo, cuando se alcanzaron los 40 ºC en varios puntos de la península. Entonces llegó el verano. Y salir a la calle en junio, el primer mes de la estación, era infernal como consecuencia de la ola de calor más temprana de los últimos 40 años. Y en julio no mejoró la situación, con temperaturas récords que rozaban los 45 ºC.
La ola de calor que afectó a península y Baleares entre el 30 de julio y el 15 de agosto representó una anomalía de 3,8 ºC. Fue la ola de calor más intensa, la más extensa (a la par que la de 2012), y la segunda más larga desde que hay registros (solo por detrás de la de 2015). Con todo ello, el verano de 2022 ha sido, sin duda alguna, el más caluroso de la historia.
Al mismo tiempo, Reino Unido sufría una pesadilla parecida. Las temperaturas superaban por primera vez los 40 ºC y hubo una imagen que se grabó a fuego en las mentes de muchos: el asfalto del aeropuerto de Luton, en Londres, se derretía. En la ciudad, los bomberos no daban a basto para apagar todos los incendios. Un estudio de atribución de World Weather Attribution comprobó que este episodio habría sido 4 ºC más frío en un mundo en el que las actividades humanas no hubiesen provocado tanto calentamiento global y que el cambio climático ha aumentado la frecuencia de episodios como este último al menos diez veces más.
India y Pakistán también corren el mismo peligro. Ambos países y gran parte del sur de Asia llevaban desde marzo soportando temperaturas de hasta 50 ºC durante meses. Cerca de un centenar de personas murieron y el suministro mundial de trigo se vio afectado. La probabilidad de que ocurra cada año algo como esto es de un 1%. Sin embargo, el cambio climático lo ha hecho que sea 30 veces más probable.
Argentina y gran parte de América del Sur todavía se está recuperando de otra ola de calor. Una que ha vivido a principios de este diciembre. El mundial compartía espacio en las noticias con el aumento de las temperaturas, que superaban los 45 ºC y venían acompañadas de cortes de electricidad e incendios forestales. La conclusión del WWA para este episodio fue que la actividad humana multiplicó sus probabilidades por 60.
Y el calor extremo no solo era terrestre. Los mares también han vivido un año de temperaturas altísimas, sobre todo el Mediterráneo, que en julio llegó a registrar una anomalía de 6 ºC por encima de lo normal. Aunque tienen menos atención, las olas de calor marinas son una enorme amenaza para millones de seres vivos, incluidos los humanos
Incendios forestales
En España, hubo unas semanas intensas durante el verano. Por si las altas temperaturas no fueran poco, los incendios ganaban terreno en los bosques. No había día que no se registrara un nuevo fuego en la península o empeorara uno ya existente. La situación tuvo como consecuencia que, para el final del verano, las llamas llegaran a generar 6,4 megatoneladas de carbono, es decir, las más altas en 20 años.
«El cinturón de los incendios se está expandiendo en latitud y en altitud. Los grandes incendios en zonas de Europa donde hasta ahora eran raros, como el Reino Unido y Escandinavia, son cada vez más comunes. Las zonas de montaña, como los Alpes y los Pirineos, son cada vez más inflamables«, explicaba Víctor Resco, profesor de ingeniería forestal y cambio global en PVCF-Agrotecnio, Universitat de Lleida.
Solo en España han ardido en 2022 más de 293.000 hectáreas, más que en ningún otro país europeo. En el continente, la superficie total quemada ha sido de 508.260 hectáreas. El aumento de las olas de calor y la sequía hidrológica, eventos extremos cada vez más habituales y potentes debido al cambio climático, son dos factores claves para desatar esos fuegos devastadores, que se espera que sucedan con más normalidad en el futuro.