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Internet cree que Los Simpsons es la serie que predice el futuro, pero, como es habitual y demuestra ChatGPT habitualmente, Internet se equivoca. La serie creada por Matt Groening que lo ha visto venir todo es Futurama, porque para algo está ambientada mil años en el futuro. O, como le aclaraban al protagonista, Fry, un joven del siglo XX atrapado en el año 3001, un lugar donde ya nadie ve Star Trek como una utopía que llena los corazones de esperanza en el futuro porque está ambientada más de 500 años en el pasado.
Este lunes 29 de julio se ha estrenado en Hulu en Estados Unidos y en Disney+ en España la duodécima temporada de la serie, o la segunda mitad de la octava, según quién lleve las cuentas. Creada en 1999 por el popular animador Matt Groening, conocido por su trabajo en Los Simpsons, cuenta las aventuras en el siglo XXI de Philip J. Fry, un repartidor de pizza de la Nueva York de los 90 que queda congelado la Nochevieja de entrada en el año 2000 y despierta mil años más tarde, en el futuro. Donde, a pesar de cumplir sus sueños de friki más locos, como tener un mejor amigo robot y una novia extraterrestre, sigue siendo repartidor —solo que en lugar de Pizza Express trabaja para Planet Express— y teniendo problemas con el alquiler.
Groening, gran aficionado a la ciencia ficción —Fry comparte nombre con el popular novelista Philip José Farmer, autor de la saga de El Mundo del Río, por algo—, volcó su amor por el género y la crítica social por la que ya era conocido en una serie tendente a no dejar títere con cabeza… pero con giro loco científico. La IA, el calentamiento global, la contaminación en grandes metrópolis como Nueva York —o Nueva Nueva York en el año 300— y un largo etcétera de temas han pasado por la crítica de una serie que en su nueva entrega de 10 episodios promete pasar revista también a la Inteligencia Artificial, aunque en realidad la ha tratado ampliamente a través de Bender B. Rodríguez, su robot industrial nacido en México.
Turanga Leela, ecofeminista decolonial
Hay que decir que aunque las preocupaciones medioambientales de Groening y compañía más o menos están presentes desde las primeras temporadas de Los Simpsons y sus pullitas a la escasa fiabilidad de las plantas nucleares, las primeras víctimas de la sátira acaban siendo los ecologistas. No es que sean personajes necesariamente negativos, ya que la principal ambientalista de la serie es Leela, la única eficiente del trío de protagonista, una cíclope que se cree de origen extraterrestre hasta descubrir que desciende de mutantes de las cloacas de Nueva Nueva York. Solo que tienden a ser ridiculizados por cursis.
Por ejemplo, en el episodio de la tercera temporada, The Birdbot of Ice-Catraz (El Pájaro Robot de Alcatraz), emitido en 2001, Leela tiene una de esas frases lapidarias que es fácil rescatar de internet: «If it’s fun in any way, it’s not environmentalism» («Si es divertido en algún sentido, no es ambientalismo»). Más adelante, en 2009, llegará a dirigir su propio grupo terrorista ecofeminista, como si de una Imperator Furiosa de animación se tratase. En el episodio especial Into the Wild Green Yonder (Hacia la verde inmensidad en España), los personajes femeninos de la serie se unen para tratar de detener los planes de Leo Wong, el padre de Amy, otra de las empleadas de Planet Express. Este, un millonario de Marte, la Texas del Sistema Solar del futuro, quiere demoler el 12% de la Vía Lactea para construir un minigolf. No, no consta que Matt Groening haya veraneado nunca en la Costa del Sol.
Más allá de que Leela acabe asesinando sin querer al vicepresidente de los Estados Unidos de la Tierra —el presidente perpetuo es la cabeza embalsamada de Nixon—, los episodios ambientados en Marte suelen ser de los más interesantes para lo que aquí nos ocupa. Para empezar, porque a través de la familia Wong acabamos asistiendo a un discurso anticolonial y antiextractivista cuando conocemos que los humanos expulsaron a los marcianos para quedarse con sus tierras ancestrales, en una analogía cualquier cosa menos sutil sobre la ‘conquista del Oeste’.
El viaje intergaláctico del Mobro 4000
Aunque el momento de crítica ecologista más famoso de Futurama está tan basado en hechos reales que hasta duele. A Big Piece of Garbage (Un enorme montón de basura para España) es el octavo episodio de la primera temporada, uno de esos en los que el espectador, allá por el 99, se daba cuenta de que la serie era algo más que una parodia de los clásicos de la ciencia-ficción… aunque ese capítulo se riese de Armageddon, de Michale Bay, el blockbuster de 1998 protagonizado por Bruce Willis.
La historia es bien conocida: en el año 2050 (pasado mañana, como quien dice) la humanidad lanzó al espacio una enorme bola de basura para ‘limpiar’ el planeta, y casi 1.000 años después, esta vuelve por caprichos de la gravedad dispuesta a eliminar toda vida en el planeta. Es una crítica al retardismo cuando el término todavía no estaba popularizado, con el doble giro de que en el año 3.001 Nueva Nueva York se ha vuelto tan limpia que Fry tiene que enseñar a sus amigos a crear basura para poder hacer otra bola de porquería que desvíe con su masa a la original.
Pero lo peor es que… es real. Adapta a la ciencia-ficción loca el infame caso real de Mobro 4000, una barcaza de recogida de basuras propiedad de la empresa Mobro Marine Inc., encargada por la ciudad de Nueva York de llevar sus desechos hasta Morehead City, en Carolina del Norte, para convertirlos en gas metano. En el año 1987. Con más de 3.100 toneladas de deshechos a bordo, fue rechazada por el estado de Carolina por posible contaminación biológica a bordo, de modo que terminó por navegar a lo largo de la costa del Atlántico Norte e incluso el Golfo de México siendo rechazada por otros estados como Alabama y países como Bahamas o Belice.
El caso del Mobro 4000 resultó clave en la concienciación sobre el tratamiento de residuos en Estados Unidos. Tras meses a la deriva, parte de los residuos pudieron ser incinerados en Brooklyn, pero resultó tan vergonzoso para la opinión pública y la política del país estar paseando su basura por mares ajenos, de forma literal, que se consiguió legislar al respecto. Para Futurama, por su parte, fue un aviso: los problemas de ayer se repetirán mañana si seguimos dándoles patadas hacia delante.