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Huracanes en el Mediterráneo: ¿señales del nuevo clima extremo de la región?

Las tormentas que se forman sobre un mar cada vez más cálido están recargadas de energía y humedad y se convierten en eventos meteorológicos cada vez más violentos. Lo analizamos junto al investigador y experto en ciclones Juan Jesús González-Alemán.
Huracanes en el Mediterráneo: ¿señales del nuevo clima extremo de la región?
El medicán Ianos que aconteció en 2020. Foto: NOOA

El agua se retira, poco a poco, pero los efectos del desastre tardarán meses en desaparecer. Los daños provocados por la tormenta Daniel en varios países del Mediterráneo en las primeras semanas de septiembre serán difíciles de superar: miles de muertos y desplazados (la mayoría en el noreste de Libia) y millones de hectáreas de tierras agrícolas anegadas. Pero, ¿qué fue Daniel exactamente? ¿Podemos afirmar que se trató de un huracán mediterráneo o medicán? ¿Y habrá más como él en el futuro de una región en la que los efectos del cambio climático son cada vez más evidentes?

«Todavía no se ha hecho ningún estudio para certificar que Daniel fue un medicán», señala Juan Jesús González-Alemán, investigador en dinámica y modelización atmosférica en la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y experto en ciclones. «Pero es muy probable que sí lo haya sido. Por las imágenes de satélite y de radares que tenemos nos podemos hacer una idea. Que predomine la convección o que absorba energía del mar son pistas que ayudan y que nos llevan a la dirección de poder afirmar que haya sido o no un ciclón tropical en el Mediterráneo».

¿Qué es un medicán?

Cornelia. 8 de octubre de 1996. Querida. 25 de septiembre de 2006. Qendresa. 7 de noviembre de 2014. Ianos. 14 de septiembre de 2020. La lista de ciclones en el Mediterráneo no es larguísima (el clima normalmente seco de la región no favorece su formación de la misma manera que en otras zonas del planeta, como el Atlántico), pero se extiende desde hace varias décadas. Sin embargo, a día de hoy, siguen siendo un fenómeno meteorológico que no acaba de encontrar una definición única. De hecho, aunque se estudian desde antes, el término medicán no fue acuñado hasta 2005 por el norteamericano Kerry Emanuel.

Los huracanes mediterráneos o medicanes son sistemas de bajas presiones que comparten algunas características con los ciclones típicos de las latitudes tropicales. Están asociados a fuertes vientos y precipitaciones intensas y presentan un núcleo cálido, una estructura asimétrica y vientos giratorios con bandas de nubes que dan vueltas alrededor de un punto central, en el que puede llegar a aparecer un ojo. Son, además, fenómenos relativamente poco comunes (según la administración oceánica de Estados Unidos, la NOAA, se forman de media entre uno y dos al año). Aun así, a pesar de las medias, perturbaciones como la que impactó en Libia son aún más raras.

«Casos como el de Daniel son muy contados. Una o dos veces al año suelen formarse borrascas que cogen características tropicales, pero no llegan a comportarse realmente como ciclones tropicales«, explica González-Alemán. «Esto podría estar cambiando, ya que en los últimos años predominan más las que sí llegan a comportarse como ciclones tropicales».

¿Borrasca, tormenta, DANA o huracán?

En el Mediterráneo siempre se han formado borrascas, más típicas de invierno, que no dejan de ser ciclones extratropicales y un fenómeno típico de latitudes medias. Sin embargo, estas pueden adquirir características tropicales, como la aparición de tormentas convectivas asociadas a lluvias más intensas. «Si estas tormentas empiezan a cobrar cierta intensidad y empiezan a alimentar de energía a la propia borrasca, esta se transforma y empieza a aparecerse a un ciclón tropical. Se convierte en un fenómeno más violento, en el que se generan vientos y precipitaciones mucho más intensos», añade el experto.

Desde 2005, el término medicán ha ido popularizándose para señalar a todas esas borrascas mediterráneas de comportamiento extraño. No obstante, si somos estrictos, la mayoría no llega a alcanzar la intensidad suficiente para ser consideradas huracanes. Según la escala de Saffire-Simpson, usada para clasificar los huracanes según la intensidad de sus vientos, los huracanes van de categoría 1 (vientos entre 119 y 153 kilómetros por hora a 5 (vientos de más de 252 kilómetros por hora). Todo lo que quede por debajo de la categoría 1 se considera tormenta tropical, pero no huracán.

«Es cierto que, si somos más estrictos todavía, Daniel fue probablemente una tormenta tropical, no un huracán, aunque a nivel precipitaciones sí dejó un impacto notable», explica Juan Jesús González-Alemán. «Pero eso sería hilar muy fino, el término medicán se usa para todas las borrascas que se comportan como ciclones tropicales«. Y todavía puede complicarse un poco más, si tenemos en cuenta que Daniel, por ejemplo, no se fue de inicio una borrasca, sino una depresión aislada en niveles altos (DANA).

«Normalmente, los medicanes se forman a partir de borrascas intensas, típicas de los meses de noviembre, diciembre y enero en la región. Pero estamos viendo que no hace falta que sea así, ya que hay tanta energía disponible en el Mediterráneo, cada vez más, que otras perturbaciones pueden transformarse fácilmente en medicanes», señala el meteorólogo. «En el caso de Daniel tenemos un DANA que se transformó en borrasca y acabó adquiriendo características de ciclón tropical con el paso de los días».

La necesidad de contar con un centro de huracanes mediterráneos

En tema de huracanes, el Centro Nacional de Huracanes de la NOAA es la institución científica de referencia. Su equipo técnico y humano es capaz de seguir de cerca la formación de huracanes desde que son una simple depresión en las costas de África hasta que se convierten en una tormenta violenta al otro lado del Atlántico. Así, en el entorno del mar Caribe, las predicciones se producen con varios días de antelación y es difícil que a alguien le pille por sorpresa la formación de un huracán. Sin embargo, la ciencia que vale para los ciclones atlánticos no encaja siempre con la de sus primos mediterráneos.

«Dentro del proyecto MEDcyclones [la red europea de ciclones mediterráneos] estamos trabajando con la NOAA con el objetivo de intentar adaptar las técnicas que usan ellos en el Atlántico al entorno del Mediterráneo y así poder empezar a clasificar de forma operativa estos ciclones«, explica Juan Jesús González-Alemán, encargado precisamente de mejorar el sistema de clasificación de los medicanes. «Necesitamos tener un centro de medicanes que haga un seguimiento de este tipo de fenómenos. En Estados Unidos han invertido mucho dinero en investigación y desarrollo para poder llegar al punto actual, en que predicen el huracán con varios días de antelación y pueden evacuar a la población».

El Mediterráneo: un motor cada vez más potente

A la hora de predecir la formación de medicanes, los modelos usados por la NOAA no son capaces de dibujar con exactitud lo que sucede sobre el Mediterráneo, entre otras cosas, porque las características de la región son bastante diferentes. Para el investigador de la AEMET, el propio mar, que cada vez está más cálido, es un factor clave para entender la formación de medicanes. Un mar más caliente aporta más energía a las borrascas que se formen y aumenta las probabilidades de que estas se transformen en ciclones tropicales.

«Un mar Mediterráneo más cálido significa más combustible para los medicanes», señala. «Otra cosa es que se aproveche ese combustible o no, pero el potencial de energía está ahí: hay más cantidad de agua evaporada en la atmósfera y más energía. Eso se traduce en fenómenos más violentos». Es decir, como estamos viendo en otras regiones del planeta, el cambio climático y el aumento de las temperaturas están contribuyendo a que fenómenos meteorológicos que siempre han existido sean cada vez más potentes y extremos. Y esto no se aplica solo a los ciclones mediterráneos.

La formación de un derecho el año pasado es otro buen ejemplo. Este tipo de tormenta, con vientos de hasta 220 kilómetros por hora, arrasó la isla de Córcega, donde dejó varios fallecidos. «La tormenta se desarrolló justo coincidiendo con una ola de calor marina. Fue histórica, en el Mediterráneo que no se había visto nunca algo de esta envergadura. A principios de septiembre publicamos un artículo en el que se demuestra que, sin el cambio climático, este derecho no se habría desarrollado. Sin cambio climático, directamente, la atmósfera no habría tenido las condiciones necesarias para la formación de esta tormenta», añade González-Alemán.

En la región mediterránea, el calentamiento avanza un 20% más rápido de la media. De acuerdo con los datos de la ONU, es una de las zonas del planeta donde el famoso límite de seguridad de los 1,5 °C ya se ha superado. A medida que sigan subiendo los termómetros, se espera también que llueva menos y que, cuando lo haga, las lluvias sean mucho más concentradas e intensas. «Ahora mismo, la pregunta que todos estamos tratando de resolver es qué podemos esperar del clima del Mediterráneo en los próximos años», concluye el investigador.

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