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Hace unos días, la comunidad científica atmosférica y meteorológica se levantaba sorprendida por la publicación de un artículo en el Boletín de la Asociación Americana de Meteorología donde se evidencia por primera vez la formación de un huracán de categoría 2 (bautizado como Ianos) en el Mediterráneo. El evento sucedió en septiembre de 2020, pero se han tenido que hacer unos análisis posteriores a partir de satélites para poder determinar tal conclusión. ¿Un huracán en el Mediterráneo? ¿Cómo puede ocurrir esto si está localizado a miles de kilómetros del Caribe? Adentrémonos en el complejo mundo de los medicanes.
Ahora que está más que asentada la idea de que el dióxido de carbono (CO2) debido a emisiones antropogénicas está causando un calentamiento global, y con ello un cambio climático, todas las investigaciones se dirigen a los efectos que pueda tener un cambio climático en fenómenos meteorológicos adversos y extremos, es decir, eventos que tienen un gran impacto negativo en la sociedad y que no se dan con frecuencia.
Un ejemplo de ello son los medicanes (término que surge de MEDIterranean hurriCANES, en inglés), que son ciclones o zonas de bajas presiones atmosféricas que se desarrollan en el mar Mediterráneo, y que tienen algunas semejanzas con los cálidos ciclones que ocurren en zonas más tropicales, cómo, por ejemplo, en el mar Caribe.
¿Qué son los medicanes?
Los medicanes, en realidad, surgen de las típicas borrascas de invierno a las que estamos acostumbrados. Lo que sucede es que hay algunas que cuando llegan o se forman en el Mediterráneo empiezan a adquirir ciertas características tropicales –fenómeno conocido como transición tropical–, es decir, comienzan a parecerse a los clásicos ciclones tropicales que se forman en las regiones tropicales del planeta, aunque con una menor intensidad, duración y tamaño.
Se pueden identificar en las imágenes por satélite porque la nubosidad gira de forma bastante simétrica entorno al centro de la baja presión, algo que no ocurre en las borrascas, y la convección –tormentas intensas– se vuelve predominante en la región central. Algunas veces, estos ciclones se vuelven tan intensos que empieza a aparecerles el ojo característico de los huracanes, aunque no por ello se les puede clasificar como huracanes. Deben cumplir más requisitos.
A pesar de que se le denominen medicanes, en realidad no suelen adquirir intensidad ni estructura real de huracán. Sobre esto hay un largo debate en la comunidad científica, ya que erróneamente se ha tratado mal el concepto de medicane. Se les ha llamado así a muchos ciclones que no son realmente huracanes, sino ciclones parecidos a los tropicales. No ha habido evidencias, hasta ahora, de llegar a un punto tal que se comporten como auténticos huracanes. Es decir, el concepto de medicane se ha aplicado a aquellos ciclones que llegan a tener ciertas semejanzas con los ciclones tropicales, pero no tienen por qué ser huracanes. Pero esto podría cambiar. Ya se empieza a hablar sobre reservar ese nombre solamente a los casos como Ianos.
Cada año, uno o dos medicanes –parecidos a los ciclones tropicales– se forman en el Mediterráneo, aunque los más intensos y con estructura más tropical suelen tener una frecuencia menor. Al contrario de lo que ocurre en los huracanes del trópico, suelen formarse mayoritariamente en otoño e invierno debido a la necesidad de tener una borrasca como precursor.
Los medicanes tienden a producir un alto impacto entre la población debido a sus fuertes vientos, intensa precipitación, inundaciones asociadas y fenómenos costeros, lo cual supone un serio riesgo para las zonas altamente pobladas de las costas mediterráneas. Estos fenómenos asociados causan tanto pérdidas económicas (en mayor medida) como humanas. Por ejemplo, se ha estimado que los medicanes dejan en Italia daños por un valor de 33 millones de dólares de media anual. Sólo el medicane Numa provocó pérdidas económicas en torno a los 100 millones de dólares en noviembre de 2017. Por tanto, estudiarlos para entender y anticipar su comportamiento es muy importante.
¿Qué papel juega el cambio climático?
A pesar de que en los últimos 40 años los medicanes prácticamente no han podido llegar a tener estructura completa ni intensidad de huracán, esto podría cambiar con el cambio climático. Diversos estudios han establecido un vínculo entre el cambio climático y el aumento de la intensidad y la robustez en la estructura tropical de estos fenómenos. Uno de los más recientes y completos concluye que los medicanes disminuirán en frecuencia, pero su actividad se vuelve potencialmente más dañina hacia la segunda mitad de siglo. Esto es debido a que tienden a durar más, a la vez que producen vientos más fuertes y precipitaciones más intensas y abundantes.
Estos cambios están asociados a la obtención de una estructura cada vez más auténtica de huracán. Se espera incluso que lo tengan bastante más fácil para alcanzar la categoría 2 de huracán, algo que en un clima sin cambio climático es prácticamente imposible. Por tanto, una continuación del calentamiento antropogénico incrementará el riesgo asociado a los medicanes, incluso en un escenario intermedio de emisiones (conocido como RCP 4.5), con nefastas consecuencias naturales y socioeconómicas en la cuenca mediterránea.
De todo ello viene la importancia del estudio mencionado al principio. Se ha evidenciado, por primera vez, la formación de un auténtico huracán, incluso de categoría 2, en el Mediterráneo. Es decir, parece ser que los medicanes ya están teniendo el potencial de formar huracanes reales y con intensidades más esperables en un contexto de cambio climático más profundo.
Incertidumbre en la observación
Pero no podemos acabar este artículo sin explicar también las posibles incertidumbres en las tendencias inherentes a este fenómeno. Aunque todos estos cambios siempre se consideran con referencia a registros históricos que pueden abarcar decenas de años, lo cierto es que sólo a partir de la década de 1960 se han podido obtener datos robustos y comparables a los de nuestra época, ya que fue entonces cuando empezaron a observarse estos fenómenos mediante satélite.
Además, las técnicas y análisis para estudiarlos no permiten detallar con exhaustividad sus estructuras al ser fenómenos de pequeña escala y afectar sobre todo a zonas oceánicas despobladas. Es en los últimos 10 años cuando esto está empezando a cambiar. Por tanto, siempre hay que tener esto en cuenta cuando hablamos de tendencias observadas en medicanes, si bien es cierto que los modelos climáticos son claros al respecto en sus proyecciones.