Etiquetas:
La dieta mediterránea se ha convertido, prácticamente, en un eslogan. En 2020, cada español comió, de media, 50 kilos de carne en todo el año.* Por ello, no es de extrañar que la alimentación sea «el principal impulsor de los impactos ambientales generados por una persona» en el país. Así lo demuestra el estudio Sostenibilidad del Consumo en España, elaborado por el Centro Común de Investigación (JRC, por sus siglas en inglés) de la Comisión Europea y el Ministerio de Consumo.
El documento ha sido presentado este viernes, en plena semana de temperaturas altísimas y «muy insuales», por el ministro, Alberto Garzón, y Stephen Quest, director del organismo comunitario. Se trata de un análisis pionero en un Estado de la Unión Europea. A través de 16 indicadores de impacto ambiental, es posible calcular la Huella de Consumo del país, donde se incluye aquellas fases de la cadena de producción que están deslocalizadas pero que intervienen a la hora de crear un determinado producto que luego es consumido en el interior de las fronteras nacionales.
En España, la Huella de Consumo no ha parado de crecer desde 2013 y la alimentación acapara más del 50% de los impactos asociados. Una mirada más atenta a cada uno de los 16 indicadores demuestra un efecto todavía mayor en temáticas como la eutrofización terrestre (81,6%) y marina (79,6%), el agotamiento de la capa de ozono (79,6%) y los usos del suelo (76,7%), la acidificación (73,7%) y los usos del agua (72,3%). Estos elevados datos provocan que el impacto ambiental de la alimentación en España sea un 26% superior a la media europea.
Según se explica en el documento, estos “elevados impactos” asociados a los alimentos se deben, fundamentalmente, “al carácter altamente intensivo e industrial que presenta el sistema agropecuario, fuertemente dependiente del uso de recursos fósiles, de fertilizantes químicos y de grandes cantidades de agua”. Un ejemplo de eutrofización marina conocido es, por ejemplo, el del Mar Menor, en Murcia, donde los episodios de anoxia y muertes masivas de peces están directamente relacionados con la agricultura intensiva y las macrogranjas de la zona.
A la alimentación le siguen la movilidad (17,1% de la Huella de Consumo en España), la vivienda (16,2%), los bienes del hogar (9,6%) y los electrodomésticos (5,1%).
«Sabemos que los efectos de estos impactos y de estos daños afectan de manera mucho más notable a los más vulnerables. Les afecta en mayor medida a pesar de que la responsabilidad es profundamente asimétrica y no son ellos los mayores responsables de la gestación de este problema, sino de una suerte de élite o grupos sociales que han tenido una mayor responsabilidad«, ha reconocido el ministro, Alberto Garzón, durante la presentación de informe.
Además de los datos, el documento también contiene proposiciones y analiza diferentes escenarios. Así ,en el caso de la alimentación, una sustitución del 25% de los productos de origen animal por productos de origen vegetal “puede implicar una disminución cercana al 20% en impactos como el agotamiento de la capa de ozono, la eutrofización terrestre o la acidificación, y al 15% en otros como la emisión de partículas (contaminación),la eutrofización marina o el cambio climático.
De entre todos los productos alimenticios, la carne y los lácteos son los que llevan aparejado un mayor impacto ambiental, por lo que tanto la Comisión Europea como el Ministerio de Consumo recomiendan una vuelta a la dieta mediterránea. Si el escenario de sustitución de estos productos alcanzase el 50%, el grado de disminución de los anteriores efectos se situaría entre el 30% y el 40%.
*Fe de errores: en una primera versión se decía que el consumo era de 100kg por persona, pero esa cifra se refiere a la producción, no al consumo.
Se puede vivir perfectamente sin carne y además con mejor salud.
Gandhi, explicaba en sus memorias que se alimentaba de leche y frutos secos y mirar la fuerza de voluntad que tenía aquel hombre. Era delgado; pero físicamente fuerte como un mimbre.
Mucha gente ayuna porque dice que sale fortalecida del ayuno.
En mi infancia, por los cincuenta, hija de agricultores de subsistencia, teníamos dos cerdos que había que racionar para todo el año y para toda la familia (6). En el arroz con patatas ponían un poquito de carne para que tuviera mejor sabor, sólo para éso y aunque no la hubieran puesto no nos hubiéramos muerto nadie. Los alimentos eran sanos, el único abono que se ponía en el campo y el huerto era estiércol de los animales.
La leche era de unas pocas cabras que pastaban en el monte, nada que ver con la que ahora se consume.
Una amiga mía, cuyos padres tienen una granja, no prueba la leche, dice ¡si supieráis la de potingues que nos exigen que pongamos!