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El balance de muertos por las inundaciones que está sufriendo el centro de Europa crece hora tras hora. Al cierre de esta edición se contabilizaban 103 personas fallecidas en Alemania y 14 en Bélgica. Las precipitaciones no cesan y amenazan también grandes territorios de Francia, Suiza, Luxemburgo y los Países Bajos.
Las lluvias torrenciales se suceden desde hace varios días, haciendo crecer los ríos y provocando riadas que lo arrasan todo a su paso, destruyendo carreteras, puentes y edificios. Mientras, el nivel del Rin y de sus afluentes sube peligrosamente. Las fotos aéreas muestran deslizamientos de tierra de grandes proporciones. Uno de ellos, cerca de Colonia, se ha cobrado varias víctimas mortales.
Múltiples tramos de autovía han quedado inutilizados en la región de Renania del Norte-Westfalia, una de las más afectadas; hasta 40 metros del arcén de la Bundesautobahn 1 fueron arrancados y terminaron en el fondo del río Erft. En la zona se procedió a la evacuación de todas las residencias de ancianos y efectivos del ejército y los servicios de emergencia siguen a estas horas rescatando a gente atrapada. El gobierno regional no ha podido precisar cuántos desaparecidos hay (según los primeros recuentos, más de 1.300). Más de 200.000 hogares se han quedado sin electricidad. En Lieja (Bélgica), las autoridades hicieron un llamamiento a la población para que abandonara sus casas del centro de la ciudad y buscara algún refugio elevado en los alrededores. Allí, tras unas horas de incertidumbre, el nivel del río Mosa ha comenzado a descender ligeramente.
Una nueva señal
La violencia del fenómeno ha propiciado una pregunta unánime: ¿puede achacarse al cambio climático provocado por la acción del hombre? Directamente no (al menos aún no, a falta de los pertinentes estudios de atribución), pero estos fenómenos meteorológicos extremos son hoy más habituales que hace unos años. Y esa periodicidad sí que está relacionada con el calentamiento global. “Esto es la nueva normalidad”, ha asegurado Johannes Quaas, meteorólogo de la Universidad de Leipzig, al canal Deutsche Welle. “El cambio climático también ha cambiado lo que entendemos por ‘un tiempo normal’. Nos acercamos lentamente a una nueva normalidad que incluye nuevos patrones de lluvia”. Lo que incluye lluvias torrenciales como las de estos días, que serán más habituales a partir de ahora.
Muchos expertos se han mostrado impactados por el nivel de catástrofe causado en Alemania, que se suma a la ola de calor sufrida recientemente en Canadá, la tormenta tropical Elsa y a los incendios que afectan a Siberia, entre otros fenómenos. Aun sabiendo los efectos que pueden darse a causa del cambio climático, lo sorprendente es la rapidez con la que han llegado.
Varios puntos del planeta están registrando récords de temperatura y las inundaciones alemanas también están en niveles inusuales. “Estoy sorprendido por lo muy por encima que estamos respecto al récord”, confiesa a The Guardian Dieter Gerten, profesor de Climatología e Hidrología en el Instituto Potsdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático. “Las crecidas no sólo son mayores de lo normal sino que afectan a una mayor extensión y se han producido con una rapidez que no esperábamos”. Desde las inundaciones de 1962, que se saldaron con 315 muertos en Hamburgo, Alemania no había vivido nada similar.
Este tipo de tormentas no son desconocidas en el Mediterráneo, donde las conocemos como “gotas frías”. Su frecuencia en este área ha aumentado un 20% en los últimos 50 años.
Lamento que haya habido víctimas.
Malas son las inundaciones sobre todo si hay víctimas, ,malas las tormentas de nieve «Filomena»; y muy triste presenciar estos días de calor extremo la agonía de los árboles autóctonos, encinas, almeces, ect. por falta de agua. Por la sequedad del terreno que se va juntando y aumentando de año en año.
Aunque sean tormentas de granizo, pero que traigan agua por favor para los seres más indefensos y generosos de la Creación, los mejores amigos del ser humano: los árboles.
Que triste es presenciar, impotente, su agonía sin poder hacer algo por ellos.