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¿Qué pasará con el leopardo de las nieves cuando ya no haya nieve?

El escritor de viajes Sylvain Tesson vuelve al Tíbet, acompañado por el fotógrafo Vincent Munier, para rodar un documental sobre este esquivo felino asiático, llamado también “el fantasma de las montañas”. Se calcula que quedan unos 5.000 ejemplares.
¿Qué pasará con el leopardo de las nieves cuando ya no haya nieve?
El majestuoso leopardo de las nieves mira hacia abajo desde el "techo del mundo". Foto: VINCENT MUNIER / HAUT ET COURT

En realidad no hay suspense posible. ¿Qué pasará con el leopardo de las nieves cuando el cambio climático termine de alterar el ciclo de las precipitaciones que constituyen su hábitat natural? Pues que engrosará la lista de animales que, directa o indirectamente, han desaparecido de la faz de la Tierra a manos del ser humano. Como el pájaro dodo, como el tigre de Tasmania, como pronto lo estará la vaquita marina -si no lo está ya, pues se cree que quedan sólo 8 ejemplares-. Según el Informe Planeta Vivo 2020, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), desde 1970 las poblaciones en libertad de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces han disminuido de media un 68%.

Según cuenta Sylvain Tesson en su libro El leopardo de las nieves (Taurus, 2021), actualmente quedan unos 5.000 ejemplares de este felino asiático. Su población ha caído un 20% en los últimos 20 años. Vive en una franja relativamente estrecha, entre los 3.000 y los 4.500 metros de altura, repartido entre una docena de países, «en los macizos centrales, desde el Pamir afgano al Tíbet oriental, desde el Altái al Himalaya. El área de distribución corresponde al mapa de las aventuras históricas del techo del mundo», escribe.

La versión cinematográfica de este texto se estrenó hace pocos días en Francia. En ella, Tesson y el fotógrafo especializado en la vida salvaje Vincent Munier salen al encuentro del «fantasma de las montañas», como se le llama popularmente por su natural esquivez, camuflados, intentando fundirse con un entorno agreste y extremo, soportando temperaturas de -20 ºC. El calentamiento global seguramente cambiará eso. Ahí es donde convergen dos de las grandes crisis que afectan al planeta, la climática y la de la biodiversidad.

El leopardo de las nieves
¿Dónde está el leopardo? Este felino tiene una extraordinaria capacidad de camuflaje. No por nada lo llaman «el fantasma de las montañas». VINCENT MUNIER / HAUT ET COURT

En 2021 se han batido temperaturas récord en territorios y latitudes inopinados. Más de 49 ºC en Canadá y más de 38 ºC en el Ártico. Ese calor tiene consecuencias sobre las especies animales, y éstas sobre la biodiversidad en general, en la que estamos incluidos los seres humanos.

Según los «nueve límites del planeta» fijados por el noruego Johan Rockström, el de la biodiversidad es el más acuciante, el que no admite ya plazos de ningún tip o. Por nuestro propio bien no podemos permitirnos el lujo de perder ni una sola especie más, del tipo que sea, animal o vegetal, desde el leopardo de las nieves a las abejas silvestres, pasando por la Amazonia brasileña o la Gran Barrera de Coral.

La temperatura del planeta y la vida de los ecosistemas que lo componen están íntimamente ligados y sometidos a un equilibrio muy precario. Sylvain Tesson, tanto en sus libros como en este documental, hace hincapié en toda esa belleza que está en riesgo de desvanecerse para siempre. «Hay algo incluso religioso en todo esto. Puesto que los animales desaparecen, ya que están amenazados por la caza, por las actividades furtivas, por el asfalto, por la urbanización y la humanización del mundo, ya que todo esto está haciendo retroceder la vida salvaje, podríamos decir que cuando logras capturar un reflejo, un aspecto tan frágil, tan iridiscente, tan evanescente, tan fugaz y tan efímero, uno tiene la impresión de haber conseguido escribir algo mágico, quizás sagrado», declaró en una entrevista concedida a la cadena de radio RTL.

Cháchara mística (y buenas intenciones)

Los detractores de Tesson le critican por no ser un militante ecologista clásico y por entregarse preferentemente a una cháchara místico-filosófica de corte individual con la naturaleza de fondo. Una mezcla de Thoreau y Linneo, por así decir. Cada uno, se defiende él, es conservacionista a su manera. «El leopardo de las nieves es un trabajo militante, claro que sí. Quizás no somos, ni Vincent ni yo, hombres de mensajes, de manifiestos, ni desfilamos con eslóganes. El ecologismo es, antes que nada, mostrar la belleza. No es conectar aspersores en macetas biológicas en la ciudad. Es mostrar el poema de esa infinita belleza e inclinarse ante ella. Y tratar de ser conservador –afirma jugando con la semántica política–. Porque, por desgracia, el ser humano no es lo suficientemente conservador».

En la película, Tesson y Munier se mimetizan con el paisaje y teorizan sobre la paciencia, la quietud y el arte del camuflaje en una época marcada por el exhibicionismo de las redes sociales. La que captura estas conversaciones en las alturas es Marie Amiguet, codirectora de la cinta, quien en la promoción del filme también se animó a explicar la razón esencial de este proyecto: «¿Por qué ir hasta el Tíbet? Si es para parlotear sobre la aventura, las sensaciones, etcétera, eso no tiene ningún interés. Nuestra película sólo tendrá sentido si provoca un cuestionamiento y una toma de conciencia sobre el poco espacio que le estamos dejando a la vida salvaje. En mi opinión, es urgente y necesario un cambio de paradigma».

«El leopardo es un pretexto», coincide Munier. «Lo que intentamos mostrar en la película es cómo podemos maravillarnos ante todo, también ante cosas aparentemente simples. Así que no se trataba sólo de la búsqueda del leopardo, que es como el Santo Grial para un naturalista. Filmamos también un colirrojo tizón, que es un pajarito de apenas 20 gramos, para mostrar que todo tiene su importancia. Es importante, por ejemplo, ver la vida ralentizarse. Y también guardar nuestras anteojeras y mirar todo lo que nos rodea y que es tan bello».

Una imagen del documental 'El leopardo de las nieves'.
El yak salvaje, un animal prehistórico que ha conseguido sobrevivir durante milenios. VINCENT MUNIER / HAUT ET COURT

Otro de los animales que fascinan a Munier (en cuanto a volumen, todo lo contrario que el colirrojo tizón) es el yak salvaje, un superviviente de la Prehistoria. «Fue el animal que me despertó las ganas de ir al Tíbet, antes incluso que el leopardo de las nieves. Es como el buey almizclero. Son especies que han conseguido atravesar milenios y que me provocan sentimientos muy intensos, muy profundos. Son animales contemporáneos del mamut o del rinoceronte lanudo, que también habitaba en esos territorios. Y quedan menos de 15.000 en toda la meseta de Changtang. Eso no es nada».

El leopardo de las nieves, por su parte, se encuentra amenazado por la continúa reducción de su hábitat y por la caza furtiva. Sus huesos son muy apreciados en la medicina tradicional china y su piel está considerada un artículo premium del superlujo clandestino. El rey Juan Carlos I recibió una de regalo en una visita a Kazajistán. Para entonces, su comercio llevaba prohibido más de 20 años.

La película El leopardo de las nieves no expresa la cólera conservacionista ante estos atropellos. «Pero hay un eco, un subtexto» de denuncia, explica Sylvain Tesson. «Lo que constatamos allí y lo que tratamos de explicar es que hay una especie de organización natural, salvaje, biológica, que es de una fragilidad, de una complejidad, de un equilibrio y de una armonía extremas. Y que no hace falta más que un toquecito para que todo se desorganice».

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