Etiquetas:
Ioana Marinescu (Bucarest, 1979) me recibe por Skype con su vitalidad habitual. «Hoy estoy trabajando en la oficina, lo prefiero a quedarme en casa». Desde la Universidad de Pensilvania, donde es profesora titular, desarrolla una labor imprescindible para comprender algo tan complejo y cambiante como el mercado laboral, ése al que todos estamos atados de una manera u otra. Marinescu es economista, y entre sus áreas de especialización se encuentran cuestiones tan peliagudas como el salario mínimo, la implementación de una renta básica universal o incondicional (RBI) –que defiende con datos sólidos–, la concentración empresarial, el subsidio por desempleo o el impuesto al carbono.
Lejos de ser una académica de las que no bajan de la torre de marfil, Marinescu es una estrella en Twitter, donde comparte su investigación con quien quiera leerla, además de escribir asiduamente para el diario francés Libération y haber testificado varias veces en el Congreso de Estados Unidos y para distintos organismos federales.
De origen rumano, estudió primero en Francia, realizó su segundo doctorado en la London School of Economics y, antes de establecerse en Pensilvania, fue profesora de la Harry School of Public Policy, en la Universidad de Chicago. Esa trayectoria internacional se refleja también en su investigación, de la que hablamos hoy.
El Papa ha defendido recientemente «un salario universal, para que cada persona en este mundo pueda acceder a los más elementales bienes de la vida». ¿Cree que la percepción social sobre la RBI ha cambiado últimamente? ¿Está ganando popularidad?
Sí, creo que la gente es mucho más consciente. Era un tema minoritario hace diez años y ahora se habla más de él. Aquí hay que destacar dos acontecimientos: el referéndum que se celebró en Suiza en 2016, que revitalizó el interés en Europa, y la candidatura de Andrew Yang a alcalde de Nueva York, con propuestas que defendían la RBI. Yang se mantuvo en las listas durante bastante tiempo, así que mucha gente pudo familiarizarse con el tema. Aunque el factor que lo complica todo en Estados Unidos es la polarización política: lo que proponga un partido, el otro lo rechaza. Por desgracia, ocurre también con las medidas climáticas; es muy difícil juzgar una propuesta una vez que la filtra el partidismo.
Pero, antes de que fuera tan popular, la renta básica la apoyaban o rechazaban conservadores y progresistas indistintamente.
Sí, en principio ambos partidos podrían estar de acuerdo. A los conservadores defensores del libre mercado les gusta mucho la idea de «libertad». No hay casi costes administrativos, porque es para todo el mundo, y le otorga más libertad a la gente. Pero siempre va a haber tensión entre los afines a la derecha y a la izquierda en lo relacionado a la cantidad del ingreso, y si éste va a sustituir o no a otros programas sociales vigentes. La derecha tiende a querer cantidades más pequeñas y que se eliminen otras ayudas, lo cual puede generar grandes desacuerdos, porque la gente de izquierdas puede pensar que la renta básica es la fórmula adoptada por los conservadores para debilitar el estado del bienestar. Así que es complicado.
Puedo entender los beneficios de que no haya costes administrativos. En España se aprobó el Ingreso Mínimo Vital, que es también una transferencia de dinero mensual, pero el ciudadano debe estar por debajo de cierto nivel de renta para recibirla. La burocracia asociada al proceso está creando muchos problemas, lo cual no ocurriría si fuese una renta universal; sin embargo, el riesgo de desactivar programas sociales que intentan reducir la desigualdad es importante. ¿Cuál es su opinión? ¿Cree que la RBI debería convivir con otras ayudas?
Deje que le cuente un principio básico, y no estoy juzgando el importe sino el sistema. Se podría decir que las ayudas que están dirigidas a la clase baja y son básicamente en dinero o equivalentes (como los cupones de comida, o las ayudas al alquiler) se podrían reemplazar con una renta básica. Y, por supuesto, si no quieres que la gente pierda en ese trueque, la renta debería ser lo suficientemente alta. Pero hay otra categoría de programas, los que cumplen la función de un «seguro», que no se pueden sustituir, porque están diseñados para mantener tu nivel adquisitivo estable en momentos de shock, de sacudida económica. Por ejemplo: si alguien es de clase media y pierde el trabajo, la renta básica no es suficiente para continuar con su modo de vida, así que hace falta la prestación por desempleo. Igual ocurre con las pensiones. Para que los jubilados tengan más o menos el mismo nivel de vida que tenían cuando estaban trabajando necesitamos un sistema que refleje eso, por lo que la renta básica no debe reemplazar estas medidas que, o bien actúan como un seguro, o están relacionadas con tu nivel de vida. En otras palabras, la RBI no sirve como sustituto de programas que están ahí para estabilizar el consumo, para garantizar una seguridad en tus ingresos.
Al contrario de lo que mucha gente puede pensar, su investigación demuestra que la renta básica universal no destruye puestos de trabajo. ¿Podría explicar por qué?
Una preocupación general es que, si la gente recibe la RBI cuando no está trabajando, ésta actúa como incentivo para seguir así, en el paro. Ahora bien, quiero dejar claro que la renta básica está diseñada para que, incluso si trabajas, te la quedes. Es muy diferente de otras ayudas que, cuando superas cierto umbral de ingresos, las pierdes; la renta básica es mejor porque, independientemente de lo que ocurra, la mantienes, así que el efecto nunca sería: «Oh, no voy a trabajar porque me quitan la prestación». Simplemente, no te mueres de hambre, así que la necesidad de trabajar es menor pero, si trabajas, ganas más. Por eso puede tener cierto impacto negativo sobre el trabajo, aunque muy poco.
Si vemos los estudios que se han hecho, el impacto es mínimo o no existe. A veces, la gente puede reducir el número de horas trabajadas. Lo que hemos descubierto es que un 10% de incremento en ingresos gracias a la RBI puede menguar el trabajo que la gente realiza en un 1%, y en muchos casos ni eso. Una de las razones por las que no se produce un impacto negativo es que existen efectos estructurales que van más allá del individuo. Esta ayuda puede hacer que mucha gente esté menos predispuesta a trabajar, o que, como no se muere de hambre, espere más para aceptar un contrato en algo que le guste pero, a nivel social, todo este dinero, que está también disponible para los más pobres, incrementa el consumo, y ciertos negocios pueden crear empleo adicional, por lo que estas dos fuerzas se cancelan y no se dan grandes efectos.
Una de sus propuestas para financiar la RBI es un impuesto al carbono. Antes de meternos en el tema, ¿qué grava exactamente este impuesto? Imagino que hay pagarlo por conducir, por viajar en avión… Pero, si compro aguacates que vienen de México en vez de patatas sembradas aquí al lado, ¿también lo estoy pagando? Todo lo que consumimos lleva asociada una huella de carbono.
Un impuesto al carbono bien diseñado grava todo lo que incluya dióxido de carbono en proporción a la cantidad y, para hacer las cosas bien, se debe gravar en el origen. Digamos que el aguacate se transporta por carretera, pues el impuesto no se paga al final, en el supermercado, sino sobre el combustible usado, lo cual se va a reflejar en el precio final. Como el coste de producción se incrementa, el aguacate será más caro. Ése es el principio general; todo se volverá un poco más caro, que es exactamente lo que queremos para que la gente tome decisiones más conscientes con el medioambiente. Eso del lado del consumidor. Del lado del productor, como los productos que lleven una gran cantidad de carbono se van a encarecer, se les anima que busquen fórmulas para producir cosas que no impliquen carbono y así no verse obligados a cobrar precios altos y, en consecuencia, perder clientes.
¿Y por qué este impuesto para financiar la renta básica?
Este impuesto es la herramienta favorita de los economistas para reducir las emisiones de dióxido de carbono. Se podrían implementar otras regulaciones, como un tope de emisiones, pero el impuesto consigue lo mismo de una manera más flexible. Las empresas a las que les sea fácil reducir sus emisiones lo van a hacer, y muchísimo, para evitar pagar el impuesto. Para otras empresas no será tan fácil: según el tipo de negocio, elegirán pagar el impuesto. De esta manera se fomenta que las empresas que tengan facilidades reduzcan sus emisiones rápidamente y a las otras se les da tiempo para que se adapten. Si se opta por una medida fija para todo el mundo, las empresas que no puedan reducir emisiones de golpe tendrían problemas, y las otras se quedarían sin el incentivo para contaminar por debajo del límite obligatorio. Por eso el impuesto al carbono es tan eficiente. Ahora bien, ¿qué tiene que ver con la renta básica? El impuesto es muy atractivo en sí mismo, pero es que además produce estos ingresos que el gobierno puede usar y, lo que se está proponiendo es que se distribuya a partes iguales entre la gente en forma de «dividendos», que es básicamente una RBI.
Esto es muy útil porque sabemos que el precio de algunos productos se va a incrementar, y es especialmente efectivo con la gente de clase baja, que va a estar mejor que antes. Sabemos que hay una correlación entre la huella de carbono y los ingresos; si eres más rico, tienes una casa grande que hay que calentar en invierno, haces vuelos transatlánticos, tienes dos coches, etc. Así que pagas más y recibes menos. Por eso es un impuesto progresivo. Los pobres gastan menos carbono, tienen una casa más pequeña, no tienen coche… Se quedarían con la renta básica y pagarían menos en impuestos. El Departamento del Tesoro realizó un estudio que demostraba que el 70% de la población saldría ganando con esta medida.
¿Podría ser que esta medida aumentase la desigualdad para algunos grupos? Estoy pensando en gente de clase media-baja que, por alguna razón, tiene una huella de carbono muy alta: camioneros, por ejemplo.
Si combinamos el impuesto al carbono con la renta básica universal, la medida es progresiva. Quizá haya alguna excepción, gente en zonas rurales que tenga tres coches… Pero habría que hacer cuentas porque es difícil que no salgan ganando. Se podrían diseñar otras medidas complementarias, pero para una categoría de personas. Por ejemplo, para las que vivan en zonas rurales no sería en función de su factura energética, porque entonces anularíamos el objetivo del impuesto al carbono.
El precio de petróleo está por las nubes. Esto está dificultando la supervivencia de muchas empresas. Con un impuesto al carbono, las cosas serían más caras aún… ¿Correríamos el riesgo de que se redujera la actividad económica? Y, ¿cree que es posible una economía «verde»?
Con un impuesto al carbono se reducirá la actividad económica que contenga mucho carbono, ése es el objetivo. ¿Se puede compensar con actividad más verde? Cuando se han hecho estudios en países que han implementado medidas de este tipo, se ha visto que no ha tenido consecuencias en el empleo porque, si bien se destruyen trabajos en algunos sectores, se crean en otros. La economía se adapta. Por desgracia, sí que hay costes transicionales para algunas personas: si cierra una mina, no va a ser fácil para esos trabajadores efectuar la transición, así que debemos estar atentos y encontrar una manera de compensarles por ello. Pero a nivel macroeconómico, cuando el carbono es más caro, hay un crecimiento en sectores menos dañinos con el medioambiente.
Está claro que podemos lograr una economía más verde; sobre si puede haber crecimiento con impacto cero de emisiones… veremos. Por eso es necesario este impuesto, pero tal vez podamos diseñar también incentivos que reduzcan el uso de energías no renovables. De nuevo, ¿es posible llegar a un 100% de crecimiento verde? Probablemente no, pero se puede avanzar mucho para minimizar el impacto medioambiental de nuestra actividad económica, y sólo estamos empezando.
¿Cuánto de realista tienen, según usted, las propuestas de decrecimiento o economía estacionaria?
Creo que es difícil. Sinceramente, yo no soy especialista en este tema, pero sí es cierto que el crecimiento ha sido útil de muchas formas, y la falta del mismo ha provocado muchos problemas, no para el capitalismo, sino para la gente: pérdida de empleo, bajada de sueldos… Por eso digo que podemos reducir drásticamente nuestro impacto medioambiental con nuevas tecnologías y políticas responsables; eso ya mejoraría la situación. A corto plazo, me parece la mejor opción. De todas formas, vale la pena pensar en otras soluciones, aunque la economía convencional aún no sabe cómo llegar al decrecimiento, ¡pero puede cambiar! El pensamiento económico muta e, ideas que hace unos años se consideraban heréticas, hoy están a la orden del día.
Hablemos del salario mínimo, otra de sus líneas de investigación. ¿Subirlo destruye empleo? ¿Qué ventajas e inconvenientes tendría?
Ésa es una de las ideas que antes eran heréticas y ahora ya no lo son. La razón por la que parece una locura no pensar que la subida del salario mínimo merma el empleo es que, desde un enfoque muy simple, si se obliga a las empresas a pagar más por la mano de obra, entonces ésta es más cara y, cuando algo es más caro, «compramos menos» de eso, lo cual significa contratar menos trabajadores o que trabajen menos horas. Eso es lo que dice la teoría básica, pero lo que ignora es que, en muchos casos, a los trabajadores se les está pagando mucho menos que el margen de productividad, es decir, lo que aportan a la empresa. Si ése es el caso, entonces hay margen de acción para subirles el sueldo y sigue siendo rentable para la empresa sin destruir empleos.
De hecho, en algunos casos lo que ocurre es que se crean puestos de trabajo. Lo explico: digamos que una empresa paga una miseria, tan poco que los trabajadores deciden irse a otra que pague más, o quizá prefieran quedarse en casa con sus niños, porque a la gente no le gusta que la exploten. Ahora bien, si se obliga a que los salarios sean más altos, esta medida atrae a trabajadores que quieran recibir ese salario y, si éste no supera lo que el empleado aporta, la empresa seguirá obteniendo beneficios. Nuestra investigación muestra que, tal y como funciona el mercado, los trabajadores normalmente están mal pagados y, en ese caso, subir el salario mínimo no destruye empleo, sino que puede crearlo. Así y todo, el incremento no puede ser enorme, no debe ir más allá de ese margen; lo que, en cualquier caso, sería bastante inusual. En subidas moderadas lo que suele ocurrir es que los trabajadores se reorganizan en sectores pero la cifra general de empleo no cambia significativamente.
Hace poco se propuso en España acortar la semana laboral a cuatro días sin reducción de sueldo. ¿Es factible esta iniciativa?
Si se reduce el tiempo de trabajo pero se mantiene el sueldo, eso incrementa el precio de la mano de obra y podría disminuir el empleo, pero realmente depende de lo que comentábamos con la subida del salario mínimo: de si los trabajadores están muy mal pagados, ése es un primer factor. El segundo factor es si la gente es capaz de ser tan productiva como antes, y yo lo veo casi imposible, pero sí que se puede ser bastante productivo trabajando un día menos. Por otra parte, puede conllevar algunas ventajas, como una reducción del daño medioambiental o un aumento del bienestar social, ya que la gente tendría tiempo para otras actividades.
¿Sabe? Es interesante, porque alguien como Keynes pensó que el tiempo de las jornadas laborales iba a disminuir; sin embargo, lo que parece haber ocurrido es que la gente ha preferido consumir más, quizá porque no se ha tenido en cuenta el coste medioambiental de esa producción. Pero, si lo pensamos, ¿queremos más cosas o más vida?, pues tal vez cambie nuestra noción de este intercambio. Quiero añadir que, para la gente de los países más ricos, ésta no debería ser una decisión difícil, nuestra vida material es bastante buena. Ahora bien, a nivel global es más complicado. Dile a los países pobres: «Si creces más, perjudicas el medioambiente». Es duro. Desde un enfoque que destaque la justicia social transnacional, deberíamos integrar las perspectivas de la gente que vive en los países más pobres, quienes, legítimamente, quieren elevar su nivel de vida e igualarlo al que tenemos en los países ricos.
MAÑANA SERA DEMASIADO TARDE (para hacer lo que ya debíamos haber hecho)
Discurso con pocas y sencillas palabras (5 minutos) de Fidel Castro en una cumbre de la ONU en 1992.
Lección de sensatez, sabiduría y justicia (EN 5 MINUTOS) sobre cambio climático, origen y consecuencias.
Debería ser obligatorio escucharlo, hoy, que estamos perdidos en el bla, bla, bla, que nos devanamos los sesos para entender de dónde viene y que se puede hacer, es tan sencillo.
https://www.youtube.com/watch?v=LXY8epxirRg
No me pongais al papa de ejemplo porque la iglesia que preside vive de engañar y de robar.
No es que robe en las esquinas, igual que los grandes capòs del capital, las leyes se hacen a su medida.
En palabras de Antonio Manuel de la Plataforma Recuperando: La gente debe saber que la Iglesia tiene más patrimonio que el Estado, y esto no sirve solo para que se lucren, sino también para afianzar su poder.
Ungidos de riquezas y de poder tienen encima la poca vergüenza de decir que son los representantes de Jesús el Nazareno que por lo que se dice de él nunca tuvo un techo propio, vivió humildemente y entre lxs humildes proclamando que el Templo está en el interior del ser.
¡que escarnio!
******************************************
¿Al partido «demócrata»le llamais la izquierda?, pero si ni siquiera son demócratas sino simples servidores, junto con el partido republicano, de la dictadura capitalista. En la cuna del capital puede haber alguna ínfima minoría de personas de izquierdas a las que la dictadura capitalista no haya conseguido alienarlas mentalmente.
Hablemos con propiedad por favor.