Nueve soluciones para resolver el conflicto entre producción de alimentos, reforestación y combustibles

El Panel de Expertos para el Cambio Climático (IPCC) publica este jueves un informe sobre los riesgos que conlleva la sobreexplotación que se está haciendo de la tierra para alcanzar los objetivos contra la crisis climática. Recopilamos algunas formas de conseguirlos de manera que todos y todas ganemos.
Vista aérea del bosque de África Oriental y las fincas de té. Patrick Sheperd / CIFOR. Foto: Water towers project of East Africa

Este artículo fue publicado originalmente en Climate Home News
Traducción de Patricia Simón

Según un informe del Panel de Expertos para el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), los gobiernos deben afrontar la difícil pregunta sobre cómo mejorar el uso de sus tierras en la era de la crisis climática. 

El informe, que se publicará el 8 de agosto, es un aviso sobre cómo la expansión de los cultivos de bioenergía y la recuperación de bosques para que absorban los gases invernadero, acarrean el riesgo de desplazar y perjudicar a las explotaciones agrarias y agudizar las hambrunas

Pero hay formas de limitar la tensión entre las energías limpias, el sumidero de carbono y la producción de alimentos. Aquí resumimos nueve soluciones beneficiosas para todos y todas.

1. Desterrar el desperdicio de comida

Uno de los mitos más comunes sobre la seguridad alimentaria es que todo depende de la producción. Por el contrario, la mayoría de las hambrunas del mundo tienen su raíz en problemas de distribución o acceso a los alimentos. Aproximadamente, un tercio de toda la comida se pierde o se desperdicia en el proceso que va de la explotación a la mesa. Y 1.300 millones de toneladas de comida desperdiciada significa millones de kilómetros cuadrados de tierra desperdiciada. 

Hay muchas soluciones para acabar con el desperdicio de comida. El Instituto de Recursos del Mundo (The World Resources Institute, en inglés) ha propuesto que los gobiernos incorporen a sus objetivos políticos reducir este maluso, que creen supervisores independientes para controlar los residuos de comida y que inviertan en reducir las pérdidas que suelen sufrir las cosechas en los países en desarrollo. También recomiendan una mejora en el fechado de la caducidad de los alimentos en las etiquetas. 

2. Comer menos carne

«Cuando se afronta la pregunta de cómo reducir la explotación de la tierra, la clave es, por supuesto, disminuir el consumo de productos de origen animal», defiende Pierre-Marie Aubert, el líder de Iniciativa para las Políticas Alimentarias Europeas (European food policy initiative, en inglés) en la oficina parisiense del think-tank Iddri. «Se trata de una razón muy simple: la producción animal consume la inmensa mayoría de la superficie verde del planeta». 

La ganadería, incluida las materias primas necesarias para su sustento, emplea el 83% de la tierras productivas, pero produce solo el 18% de las calorías que consumimos. Una dieta basada en vegetales reduce el uso de la tierra en un 76% y emite la mitad de gases de efecto invernadero y de otros también contaminantes, procedentes de la agroindustria.   

Mientras el mundo empobrecido se beneficiaría de una ingesta mayor de proteina animal, en el Norte global una drástica reducción del consumo de carne puede ir de la mano de una alimentación más sana.

3. Alejarse de (algunos) cultivos de los países empobrecidos

En las pasadas décadas, hemos visto cómo los productores de los países en desarrollo se enfocaban en satisfacer el apetito del Norte Global con producciones como el café, el cacao y el aceite de palma. El resultado fue la sustitución de una rica variedad de cultivos por un puñado de monocultivos.

La reducción del número de cultivos no solo afecta a las dietas locales, sino que la consecuente introducción de métodos intensivos de producción para la homogeneización de las plantaciones puede acabar con los imprescindibles polinizadores

Así, la producción de soja ha supuesto importantes riesgos para la seguridad alimentaria en Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina. Lo mismo está ocurriendo en Indonesia y Malasia por las megaplantaciones de aceite de palma. 

«Es una doble pérdida para todos. Perdemos en términos de producción y por la degradación del ecosistema», explica Aubert. Por ello, recomienda la diversificación de la agricultura. 

4. Intensificar la agricultura sostenible en el Sur Global

«Las vacas deben sentirse solas en Brasil», bromeó el enviado de Reino Unido para el clima, David King, cuando en una visita al país latinoamericano comprobó las vastas extensiones de tierra en las que pasta el ganado. 

En muchos países tropicales, se talan los bosques para crear tierras de pasto, pero como los ganaderos no invierten en el cuidado de las tierras, estas se van deteriorando rápidamente. Los ingresos de los ganaderos disminuyen por la pérdida de productividad de sus terrenos, lo que les lleva a talar nuevas fincas, alimentando este círculo vicioso. 

La principal razón de deforestación en Brasil es la ganadería, que ha despojado más de 450.000 kilómetros cuadrados al Amazonas, para una media de 1,3 vacas por hectárea. 

Carlos Nobre, un investigador de Sistemas de la Tierra en la Universidad de Sao Paulo, explica que con mejores prácticas ganaderas, cada res podría criarse en la mitad de espacio, reduciendo la deforestación. 

5. Desintensificar la agricultura en el Norte Global

Por el contrario, en los países enriquecidos los cultivos intensivos han ido demasiado lejos. Desde la Segunda Guerra Mundial, se desarrolló todo un revolucionario sistema para acabar con la escasez de alimentos, pero que resultó altamente perjudicial para el suelo. 

El uso intensivo de fertilizantes y pesticidas, acompañado del arado mecánico, es insostenible a largo plazo. En 2018, un informe de Iddri sostenía que era esencial que Europa incorporase prácticas verdes a su producción de alimentos para el futuro de la seguridad alimentaria y para el almacenamiento de carbono, lo que sumado a los cambios en la dieta (punto 2), podría reducir la emisión de la ganadería en un 40%.

6. Convertir las tierras de cultivo en una esponja de carbono

En todo el mundo, los cultivos deberán desarrollar estrategias para absorber dióxido de carbono. Hay intentos y métodos probados para conseguirlo, como combinar diferentes cultivos en un mismo terreno o estresar menos la tierra reduciendo el número de arados.  

Irrigar los cultivos con biochar –un carbón producido a partir de materia vegetal–, también ayudaría a que los suelos almacenaran más carbono. 

7. Cuidar los ecosistemas ricos en carbono

Cuando se trata de almacenar carbono, no todas las tierras funcionan igual. Los hábitats costeros, como manglares, pastos marinos y marismas, pueden absorber hasta 40 veces más rápidamente carbono que los bosques tropicales. Las turberas, que cubren el 3% de la superficie terrestre, representan la mayor reserva de dióxido de carbono terrestre.

Cuidar estos ecosistemas debería ser una prioridad para mantender las emisiones bajo control. Además, suponen una efectiva barrera contra las inundaciones y las tormentas –que, además, pueden acabar con los cultivos– y crear hábitats para la biodiversidad y los polinizadores. 

8. Elegir los cultivos adecuados para la bioenergía

Algunos biocombustibles son mejores que otros. La primera generación provocó una controversia ya que empleaban destilados de cultivos de maíz, azúcar de caña, cozal, soja y aceite de palma. En los peores casos, algunos estudios demostraron que estos biocombustibles contaminaban más que los petrolíferos. Por ejemplo, por el impacto cuando se deforestan bosques para instalar grandes plantaciones de aceite de palma. 

La tercera generación de biocombustibles se basa en el empleo de algas, prometedores en teoría ya que estas tienen 200 veces más biomasa que los ingredientes terrestres. Sin embargo, en la práctica, es más difícil de producir a gran escala y aún tiene que abrirse camino comercialmente.

Sin embargo, hay margen para generar bioenergía de manera que no compita con la masa arbórea o la producción de alimentos. Los desechos agrícolas, las podas forestales y los cultivos en tierras marginales son fuentes más recomendables. 

9. Una rápida reducción de emisiones en otros sectores

Por último, pero no por ello menos importante, «la acción en los tierras de cultivos y bosques no es una excusa para no actuar en la industria y en la energía», sostiene el miembro de Greenpeace, Christopher Thies. 

Mientras que el IPCC prevé que los biocombustibles y la reforestación desempeñarán un papel clave en la limitación del calentamiento global a 1,5º, los sectores más contaminantes serán determinantes. Cuanto antes se supriman los combustibles fósiles, menos presión sufrirán los usos, cultivos y la explotación ganadera para cumplir con los objetivos climáticos.

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