Rubén Uceda: «Me preocupa cómo comunicar la crisis ecológica con toda la belleza y la alegría»

Rubén Uceda (Madrid, 1972) es un dibujante de cómics excepcional, y además posee una risa contagiosa, fuente de energía creativa y política. Lleva más de quince años dedicado al arte de contar historias a través de ilustraciones, y de esos esfuerzos han salido nueve novelas gráficas que analizan cuestiones tan espinosas como la Transición española, los movimientos revolucionarios de principios del siglo XX, o la emergencia climática. Este último tema llena las páginas de sus dos últimos trabajos, V de Versoñeta, una segunda edición ampliada del cómic Versoñetas, publicado en 2015, donde recrea poemas del filósofo, escritor y activista Jorge Riechmann, y Antes del futuro, las aventuras de una pareja que se prepara para un posible colapso de la civilización.

Como la vida de dibujante es precaria –aunque la complemente con trabajos físicos agroforestales–, ha lanzado un crowdfunding que le permita seguir creando y autoeditar estos dos volúmenes. Hablamos de arte y digitalización, de su trayectoria ecologista y militante, de la importancia de reconocer la gravedad del momento histórico sin rendirse porque, como dice una de sus tiras, «la bomba atómica no puede desinventarse… [pero] vale la pena hacer un esfuerzo».

Rubén, cuéntanos cómo te hiciste dibujante de cómics y cuál ha sido el papel de la política en tu arte.

Empecé en el 2008 con la primera publicación y llevo ya nueve novelas gráficas. En realidad, todo mi trabajo ha sido político, porque está atravesado por la vocación comunicadora desde la militancia. Desde bien joven he estado en colectivos y organizaciones, desde la ecología, el sindicalismo, movimientos sociales variados, siempre con la asamblea y la autogestión como referentes, y desde Madrid, porque soy de Madrid. Llega un momento en que por varias razones consigo recuperar el espacio y el tiempo para poder dibujar novelas gráficas… ¿Sabes? Se necesita mucho tiempo. Lo que he hecho ha sido equilibrar con otro trabajo que tengo. Hay una época del año en que puedo dedicarle bastantes horas a esta disciplina y, poco a poco, he ido publicando sobre temas como la memoria histórica, una especie de recorrido de historietas de la Transición, que fue Atado y bien atado (2018). También sobre agroecología, porque estuve diez años muy entregado a un proyecto agroecológico en Madrid, una especie de archipiélago de colectivos que producían y distribuían alimentos. Estuve muy implicado y terminó la cosa en un cómic que se llama La huerta y el origen de las cosas (2020). También he recorrido el anarcosindicalismo histórico de los años 30 del siglo XX, he vuelto a la agroecología social con un fuerte cuestionamiento del capitalismo y, a partir de ahí, de esa reflexión ecológica, me puse con Antes del futuro (2023), uno de los dos libros que ahora están en el crowdfunding.

Pero el crowdfunding también incluye Versoñetas, basado en poemas de Jorge Riechmann. 

Sí, sí. Se me venía a la cabeza recuperar una segunda oportunidad para Versoñetas. Fue un gustazo coger las poesías del gran Jorge, y disfrutarlas imaginando historias con él, y con el arte secuencial, el cómic, construir basándome en sus textos, retocándolos, colocándolos en un formato de tira… He hecho lo que me ha venido en gana con ellos, básicamente [risas]. Jorge me dio la mano, me la tendió: él me dijo que los poemas pasan a ser de quien los lee, y que esa interpretación era mía, con toda la libertad y autonomía. Al principio tenía muchas dudas… de coger un camino que al poeta no le iba a gustar, pero luego comprobé que era la persona adecuada para hacerle esa propuesta. A partir de ahí viene toda la satisfacción de disfrutar 100 páginas de tiras. Cada página lleva tres tiras, y cada una corresponde a un poema, o sea, son 300 poemas convertidos al cómic. La primera edición fue en 2015, con una editorial de Ecologistas en Acción, y tuvo en recorrido corto, porque era en blanco y negro. Fue el primer cómic que sacaba Ecologistas, y luego tuvo un encuentro desafortunado con una tubería que se rompió y debajo estaban las cajas de libros…

¡Oh, no! ¡Era el colapso! [risas]

¡Pero sobrevivió! Hay gente que me dice: ¡jolín es el mejor cómic que has hecho!

«Si pudiésemos pensar en otros sistemas, distintos al capitalismo, que equilibrasen la justicia y la igualdad… tendríamos perspectivas más felices»

La verdad es que a mí me sobrecogió. Imagino que el proceso fue diferente del de Antes del futuro, porque Versoñetas es un mano a mano con otra persona.

Versoñetas es el único libro en el que he tenido una especie de guionista, porque Jorge es un guionista involuntario, y bienvenida la hora. En esta nueva versión, ampliada, he metido más tiras y además es a color. Antes del futuro es diferente. Hace dos años que lo di por acabado, y corresponde a esa necesidad imperiosa de que… Uno ha estado en militancias ecologistas, ha reflexionado mucho, y todo está atravesado de esa crisis multidimensional, empujada por la dependencia de los combustibles fósiles, y por un escenario de escasez y reducción de complejidad a todos los niveles con el peak oil, que ocurrirá pronto. Así que convives con ello y, emocionalmente, estás atendiendo al colapso de la civilización. Si pudiésemos pensar en otros sistemas, distintos al capitalismo, que equilibrasen la justicia y la igualdad… tendríamos perspectivas más felices, pero por desgracia no es esa la situación. ¿Qué hacemos con todo eso? Pues yo voy haciendo cómics. Coloco esta angustia y estos miedos en los personajes, sin apartar la mirada, y luego ocurren una serie de cosas… 

Me ha sorprendido la cantidad de investigación que hay detrás de los libros. Por ejemplo, en Antes del futuro te estás refiriendo claramente a la reflexión de Douglas Rushkoff sobre los ricos. Acaba de publicar un libro justamente sobre el tema, pero antes sacó un artículo contando el plan de las élites para huir a Marte o construirse búnkers. Luego están las referencias a ciertas culturas indígenas, a Goya… sumadas a una gran profundidad filosófica de los diálogos. ¿Cuánto tiempo tardas en crear todo esto y qué procesos están involucrados? ¿Qué audiencia vas buscando?

Precisamente, ahora estoy en un sindicato donde hay muchos ilustradores, y yo cuando me anuncio ahí me siento un poco rara avis, porque dentro del mundo del cómic tengo visibilidad, pero no tanto, y además tengo otro curro. Así que lo que les ocurre a los autores de cómic a mí no me ocurre demasiado. O cómo buscan resonancia comunicativa, se dan difusión en determinados lugares… Yo no estoy ahí tampoco. Suelo enfocarme en grupos militantes, y luego los grupos se van ampliando. Es verdad que ha habido algún cómic muy popular, como Atado y bien atado, que lleva 6.000 ejemplares vendidos; son cifras altas para un autor independiente que ha terminado autoeditándose. Pero, más allá de las militancias, lo que uno busca es empatizar con sus contemporáneas, que las ideas lleguen a un abanico amplio de gente, y que no haga falta conocimiento previo de las temáticas. Por ejemplo: La Huerta y el origen de las cosas, sobre agroecología, yo pensaba que no tendría aceptación, pero sí, ¡se lo ha leído hasta gente de 80 años!

El tema de Douglas Rushkoff era… ¿Cómo enfoco todas estas cuestiones? Estos miedos, el colapso… Y apareció el artículo, que me sirvió para empezar a construir uno de los personajes protagonistas. Él hace de Douglas al principio, y se ven esas escenas de los ricos con sus fantasías, esas élites que están despegadas de cualquier noción de interdependencia y ecodependencia, creen que pueden sobrevivir ellos solos…. A mí me maravillaba esa escena en la que dicen que necesitarán controlar a sus guardias cuando no sirva el dinero y llegue el «acontecimiento», mientras que aquí estamos el resto de la gente a por uvas [risas]. Ellos, porque son hombres blancos y poderosos, realmente creen que están por encima del mundo y de todo, entonces a mí me venía muy bien para construir esos personajes y definir los perfiles de un sistema… que consiste en no tener ni idea de que existen unos límites en la biosfera.

Así que dedicas bastante tiempo a la lectura. ¿Y a la técnica pictórica? ¿Cómo dibujas?

Lo primero es tomar la decisión, decir: voy a hacer esto, este es el tema y lo tengo que encorsetar. Luego empiezo a recordar cosas que me han llamado la atención, vuelvo a Jorge Riechmann o a En la espiral de la energía de Luis González Reyes y Ramón Fernández Durán, y empiezo a construir a partir de unos personajes que hablan por sí mismos. Cuando llego a un artículo interesante, voy incorporando pequeñas perlitas… A partir de ahí defino a cuál de los personajes le puede interesar decir esto o aquello, voy haciendo un storyboard, y con eso empiezo a buscar imágenes de referencia. Yo hago mucho lo de juntar amigos y amigas, plantearles una escena, y decirles: me tenéis que interpretar esto. Entonces, me monto pequeños teatrillos, o incluso los obligo a que se disfracen [risas], y disfruto mucho, y la gente se lo pasa bien. Eso es como una impresión fotográfica que me sirve para hacer los bocetos. Antes dibujaba en planchas de papel y todo era a lápiz, luego entintaba, y luego lo digitalizaba y le daba volúmenes y sombras. Sólo los acabados eran con ordenador. Pero hace un tiempo cambié, porque hay una presión de grupo en los círculos de la ilustración, donde todo el mundo lo está haciendo ya con tabletas digitales. Yo me resistía, pero al final fui catando el proceso… y tardaba la mitad de tiempo. Así que me he pasado al otro lado. 

¡No me digas! ¿Dibujas en la tableta?

Sí, es que es menos de la mitad de tiempo, no pierdes tu estilo… Así que al final me lancé. A ver, esto es como lo del móvil, yo me resistía, pero estamos hablando con un smartphone ¿no? La tecnología va más rápido que nuestra capacidad de digerirla… 

¿Qué hace la otra mitad de ti? Has dicho que compaginabas el dibujo con otro trabajo. Dame más detalles, por favor.

Yo quise ser campesino, y lo conseguí, con las cooperativas de agroecología y autogestión, asamblearias, pero ahí no tenía casi tiempo para dibujar, y hace unos años me metí en un trabajo que está considerado el dispositivo principal para los incendios forestales: prevención y extinción. Las Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales, BRIF. Está por todo el estado, somos diez bases. En la BRIF llevo 17 años, y hago trabajos preventivos en el monte durante siete meses al año con motosierras y desbrozadoras, limpio cortafuegos, caminos… Hacemos un montón de cosas para subsanar el abandono rural y la despoblación. Luego hay una parte que consiste en estar en una oficina, dedicado a labores administrativas, y tengo una oficina que he convertido en un gran estudio de dibujo… [risas] ¡Es que son muchas horas! Y en esos turnos larguísimos hago yo mis cómics. A ver… dibujar cómics no es apto para cualquier currela, porque es un trabajo precario que no da de comer, y exige mucho tiempo, que la gente no tiene, y menos si tenemos que dedicarnos también a los cuidados, a no ser que hagas como yo, o que vivas muy malamente, o que alguien te mantenga. Yo me lo he montado así, y ahí también soy un poco raro, porque es un trabajo físico muy distinto al oficio de ilustrador.

Bueno, de alguna manera se complementan, ¿no?

Sí, puede ser. Hay una pseudo-broma de Jorge Riechmann: dice que estamos abocados a montar, cuando la crisis ecológica se recrudezca, monasterios socialistas mixtos [risas]. Yo proyecto en mi imaginario esa vida dentro del monasterio, donde nos dedicaremos a los trabajos físicos por una parte, y a los trabajos intelectuales por otra. Y pienso lo que dices tú, que se complementan: si estuviese todo el rato escribiendo y dibujando, tendría la cabeza como un pantano. Así que me apetece hacer otras cosas, salir a las montañas y subirme a la más alta. Y luego llego del monte y el cuerpo me pide reclusión, y esa parte monacal también se agradece. Así que el cuerpo está contento, la cabeza necesita lo suyo, y esa combinación es interesante.

Ya para terminar, ¿qué es lo más importante que quieres lograr con tus dibujos?

A mí lo que me preocupa es cómo comunicar el colapso, la crisis ecológica, el ecocidio en marcha… me preocupa muchísimo. Y creo que la oportunidad que tengo, con dos cómics, uno gracias a Jorge, y otro sólo con mi mano pero con todos los referentes del ecologismo, el Douglas, la arqueóloga Almudena Hernando… (ahí hay muchos ingredientes de mis salsas), es poder comunicar con toda la belleza y toda la alegría algo que a la gente, a priori, le resulta muy bajonero. ¡Colapso, no por favor! Yo quiero entretenerme, evadirme, lo último que quiero es un cómic de ecología social y anticapitalista –dicen. Aunque hay gente que lo agradece. Para mí lo más importante es no perder la belleza y la alegría.