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A contrarreloj, la presidencia británica ha publicado esta mañana un nuevo borrador del texto de decisión, es decir, el documento final donde se recogen las negociaciones y avances de esta cumbre. Este nuevo escrito, si bien intenta mantener las demandas principales e incorpora algunas novedades, emplea un lenguaje menos ambicioso aún que el de la primera versión. Una vez más, los términos usados responden a un intento de contentar a todas las partes y evitar problemas legales más que a una llamada real a la acción.
Por ejemplo, en el texto presentado durante la madrugada del martes al miércoles, se pedía en una sola línea «la eliminación del carbón y de las subvenciones a los combustibles fósiles». Ahora, el párrafo es mucho más largo, con unas primeras frases que apelan al tecnoptimismo (piden acelerar «el desarrollo, el despliegue y la difusión de tecnologías») para acabar solicitando la «eliminación progresiva de la energía del carbón no mejorado [el llamado unabated coal, no tratado previamente para contaminar menos o no capturado y almacenado por procedimientos tecnológicos] y de las subvenciones ineficientes a los combustibles fósiles».
Se ha pasado de querer acabar con el carbón y con el dinero público para todos los combustibles fósiles a querer eliminar poco a poco «la energía del carbón no mejorado» y las inversiones en combustibles fósiles que sean «ineficientes» (en una crisis climática, ninguna debería ser eficiente). Todo esto teniendo en cuenta, además, que es la primera vez –ni siquiera se había hecho en el Acuerdo de París– que se mete tal mención sobre los combustibles fósiles en un documento de negociaciones de la ONU.
«La comunidad internacional lleva mucho tiempo discutiendo todos estos puntos y parece que está más preocupada en hacer discursos que en afrontar la emergencia climática», apunta Javier Andaluz, delegado de Ecologistas en Acción en Glasgow. «A día de hoy seguimos sin tener acuerdos claros y son textos donde parece que se imponen los intereses de la industria fósil».
La inconsistencia del nuevo borrador ha alarmado también a Jennifer Morgan, directora de Greenpeace Internacional: «En este momento, las huellas de los intereses de los combustibles fósiles siguen estando en el texto y éste no es el acuerdo de ruptura que la gente esperaba en Glasgow». Morgan cree, en cualquier caso, que aún queda un pequeño resquicio de esperanza para conseguir un acuerdo, si no bueno, al menos razonablemente admisible. Aunque sea sobre la bocina: «Podría ser mejor, debería ser mejor, y nos queda un día para hacerlo mucho, mucho mejor». El día de hoy.
De la exigencia a la solicitud (para que nadie se moleste)
En lo referido a las planes climáticos para reducir las emisiones para 2030 (conocidas como contribuciones determinadas a nivel nacional, NDC por sus siglas en inglés), el lenguaje empleado en el nuevo borrador difiere del primero. En el anterior, se «insta» a los países a que revisen y refuercen sus objetivos, mientras que el borrador actual «solicita» que lo hagan, un verbo en consonancia con el utilizado en el Acuerdo de París. Con las actuales NDC, el planeta se dirige a un calentamiento de 2,4 ºC para finales de siglo, según un análisis publicado esta semana por Climate Action Tracker.
La próxima revisión de las promesas climáticas está prevista para 2025 (se hace cada cinco años), pero ante los últimos análisis y estudios científicos, muchas naciones quieren que no haya que esperar tanto para aumentar la famosa y manida «ambición».
Una de las grandes cuestiones de esta cumbre es el tema de la financiación. En 2009, se prometió a destinar, a partir de 2020, unos 100.000 millones de dólares anuales a los países en desarrollo. Este compromiso se ha incumplido. Un hecho que se «observa con profundo pesar», según recoge el nuevo texto. Por ello –y esta es otra novedad respecto al primero, que usaba un lenguaje más ambiguo– «insta» a los países desarrollados a que «cumplan plenamente» el objetivo «con urgencia y hasta 2025».
El abono de las pérdidas y daños (pagar a las naciones con menos recursos por los destrozos causados por eventos extremos) es otro de los melones que ha sido difícil abrir en estas negociaciones. En el nuevo borrador se ha incluido una novedad. La Red de Santiago, el mecanismo por el cual se intenta canalizar esa ayuda por desastres y que por ahora ha resultado ineficaz, será apoyada por un «servicio de asistencia técnica». Un gesto, sin embargo, que sigue sin contentar a los países en desarrollo, que reclaman un mecanismo de financiación sólido.
Ahora, este nuevo borrador del texto final deberá ser analizado por los países para posteriormente volver a una nueva negociación con la intención de tener un texto, esta vez sí, definitivo para dar por concluida (con mayor o menor éxito) la COP26. En cualquier caso, muchos aspectos claves siguen sin tratarse y el texto provisional no está a la altura de lo que la ciencia y sociedad civil demandan.