Sin cambios drásticos, la PAC seguirá fomentando la pérdida de biodiversidad

Es momento de exigir una Política Agrícola Común (PAC) más sostenible, más respetuosa con la biodiversidad y que ayude a frenar el cambio climático.
Sin cambios drásticos, la PAC seguirá fomentando la pérdida de biodiversidad
Un campo de cereales. Foto: W. CARTER / LICENCIA CC

Artículo original publicado en The Conversation

Autor: Alberto Navarro Gómez. Investigador en conservación de la biodiversidad, Universidad de Oviedo

Esta semana se está debatiendo la regulación de la Política Agrícola Común (PAC) en el Parlamento Europeo y en el seno del Consejo de Ministros de Agricultura.

La PAC es la política más cara y con más impacto de la Unión Europea. Ha tenido un coste aproximado de 363 000 millones de euros en el período 2014-2020 y afecta directamente al 40 % de la superficie terrestre de la UE.

La PAC es también responsable de la pérdida de agrobiodiversidad, ya que condiciona absolutamente la producción agrícola, intensificándola, y detrayendo recursos para otros fines (por ejemplo, la conservación). Se ha observado que los hábitats y especies vinculados a la agricultura son de los que se encuentran en peor estado de conservación y con una tendencia clara hacia el deterioro.

La agricultura es uno de los principales impulsores del cambio de uso del suelo y de la pérdida de biodiversidad. Aproximadamente la mitad de la superficie terrestre libre de hielo se dedica a la producción agrícola que se ha intensificado enormemente mediante la mecanización y el uso de agroquímicos, reduciendo o eliminando un sinfín de especies.

Mejorar el vínculo entre las políticas agrícolas y la conservación de la naturaleza, apoyando sistemas agrícolas sostenibles que beneficien a la naturaleza y a las personas, debería de ser una prioridad.

Dicha mejora sería imprescindible si estuviéramos verdaderamente comprometidos con el alcance de los objetivos de los acuerdos internacionales de conservación, como las Metas de Aichi para la diversidad biológica. Según estas, por parte de la agricultura sería necesario eliminar o reformar los incentivos perversos para la biodiversidad (meta 3) y alcanzar una producción de alimentos sostenible (meta 7).

Sin embargo, como hemos sabido hace poco, ninguna de las metas que nos habíamos puesto en 2010 para detener la pérdida de biodiversidad se han alcanzado en 2020.

Ayudas para unos pocos

La Política Agrícola Común se basa principalmente en pagos directos concedidos a los agricultores, para supuestamente compensarles por los bienes y servicios públicos que proporcionan a la sociedad (pilar I) y en la financiación del desarrollo rural (pilar II).

Los pagos directos son el principal gasto de la PAC (unos 40 000 millones de euros al año; el 70 % de su presupuesto total en 2019) y están basados principalmente en la superficie agrícola o en el número de cabezas de ganado en propiedad. Este instrumento no es apropiado para abordar los problemas ambientales y de cambio climático, ni es la forma más eficiente y justa de apoyar la renta de los agricultores.

En la actualidad, el 80 % de las ayudas se concentra en menos del 20 % de los potenciales beneficiarios.

Las explotaciones más grandes e intensivas y mejor ubicadas son las más beneficiadas. Como consecuencia, las más pequeñas y en zonas desfavorecidas (generalmente en regiones periféricas y de montaña) no pueden competir y son expulsadas del mercado.

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