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El cambio climático llega a todos los rincones, y el vino no es menos. El ascenso de las temperaturas globales y sus consecuencias van a afectar a las regiones en las que actualmente se cultiva la vid. Eso va a suponer que si quieren seguir produciendo vino van a tener que cambiar de variedad de uva. Los tipos actuales migrarán a zonas nuevas, como Alemania.
Esas son algunas de las conclusiones de un nuevo estudio publicado en la revista científica estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS). La investigación ha sido liderada por Ignacio Morales-Castilla, investigador de la Universidad de Alcalá de Henares. En el artículo se han analizado las tierras en las que actualmente se cultivan 11 variedades de uva.
Incluso si se contiene el calentamiento por debajo de 2 ºC sobre niveles preindustriales (como establece el Acuerdo de París), las tierras en las que tradicionalmente se cultiva la vid se reducirían en un 56%. En España, el 65% de las tierras que actualmente se cultivan podrían dejar de ser óptimas. No obstante, si el aumento de temperatura alcanza los 4 ºC sobre niveles preindustriales, hasta el 85% de las tierras podrían dejar de ser óptimas para el cultivo de la vid.
Variedad como solución
Para contrarrestar estas pérdidas, los viticultores podrán optar por usar otras variedades de uva. No obstante, esa estrategia también está condicionada por el calentamiento global. Si las temperaturas no ascienden más de 2ºC, la adopción de nuevas variedades de uvas podrán reducir las pérdidas en más de la mitad (del 56% al 24%). Sin embargo, con 4 ºC de calentamiento, esa estrategia solo reduciría las pérdidas en un tercio.
Actualmente, el planeta se dirige a un calentamiento de más de 3ºC sobre niveles preindustriales para finales de este siglo.
En declaraciones a Climática, Morales-Castilla afirmó que el estudio contiene un mensaje positivo. «La diversidad tiene un gran potencial para adaptar la viticultura, y probablemente la agricultura al cambio climático», explicó el académico, queriendo «contrastar algunas de las interpretaciones más apocalípticas» que se están haciendo de su trabajo.
No obstante, el investigador quiso mandar también una advertencia. «El potencial de la diversidad depende del grado de calentamiento que se alcance. A mayor calentamiento, menor utilidad de la diversidad», avisó. Esa doble lectura, añadió, «conecta la adaptación con la mitigación y la necesidad de limitar tanto como sea posible el calentamiento».
Lo que no se debería permitir es que la gran empresa vitivinícola esté comprando extensas fincas de olivares centenarios y hasta milenarios para arrancarlos y poner en su lugar el monocultivo de la vid por ser más rentable y que además riegan, agua que los olivos no precisaban.
No sólo están arrasando con los olivares, también han arrasado con la vegetación autóctona, enebros, encinas, almeces, y han dejado algunas comarcas sin aves y mamíferos por los pesticidas y herbicidas que echan en las viñas.
Sin vino se puede vivir (además el vino se puede producir sin destruir), sin naturaleza no.