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La actual vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, llegó al cargo en 2018. Desde entonces, es la máxima responsable de guiar a España en la lucha frente a las grandes crisis medioambientales. La climática es la que más tiempo le ha ocupado.
En el marco de #LaUniClimática2022, cuya aula sigue abierta todo el verano, planteamos a Ribera varias cuestiones relacionadas con la acción climática, los objetivos del Gobierno de cara a la transición ecosocial, y la recién concluida asamblea climática. A continuación, transcribimos la entrevista realizada en vídeo:
El lema de la tercera edición de La Uni Climática es ‘Ciencia y acción’. ¿Qué entiende por acción climática, cuáles son sus límites? La ministra belga del Clima, Medio Ambiente, Desarrollo Sostenible y Green Deal, Zakia Khattabi, animaba a la acción climática en las calles para presionar a los políticos.
Necesitamos entender mejor de qué hablamos cuando hablamos de la gran amenaza del cambio climático. Debemos comprender mejor qué representa acción climática. Este concepto puede representar muchísimas cosas porque necesitamos transformar el conjunto de la realidad, el modo en el que valoramos y priorizamos nuestras actitudes de cada día y el modo en el que construimos los sistemas de producción y consumo, los cuales han sido la base fundamental de nuestro progreso y desarrollo pero que han ido mucho más allá de los límites ambientales del planeta, de los límites del sistema climático.
Así que acción climática son pequeñas cosas. Cualquiera puede ser un activista del clima, cualquiera puede ser un buen ejemplo de cómo hacer las cosas de forma congruente con la protección del sistema climático. Acción climática también es la transformación profunda de nuestro sistema productivo. Acción climática es conocer, entender, compartir, divulgar, sensibilizar y hacer fácil para todos lo que durante mucho tiempo ha resultado una especie de arcano de la ciencia, incomprensible para la inmensa mayoría.
Debemos hacer muchísimas cosas y cada cual tiene una responsabilidad distinta. Es obvio que las administraciones públicas, los gobiernos, las instituciones –y aquí no solo me refiero a las instituciones públicas sino también a toda esa capacidad institucionalizada de los medios de comunicación, de la industria, de las empresas, de los sindicatos– deben trabajar en favor de la aceleración de esa acción climática que nos permita transformar nuestro modelo de desarrollo.
Así que sí, es importante conocer, entender, divulgar y facilitar que los demás también cambien. A veces uno se encuentra con la reacción de cierto escepticismo con respecto a la capacidad del cambio, cierto descreimiento con respecto a la gravedad de la situación que tenemos. Y eso no hay que tomárselo a mal, pero sí que hay que explicar con humildad por qué es imprescindible cambiar muy deprisa las cosas.
La acción climática debe movilizar a los políticos, a los representantes institucionales que tenemos. Nunca me ha parecido justo meter a todo el mundo en el mismo saco. Hablar de los políticos como si fueran el chivo expiatorio de todas las cosas es lo mismo que si hablamos de los maestros, de los periodistas, de los científicos o de los dentistas. Los hay buenos, malos, regulares. Se trata de exigir un código deontológico para que aquellos que tenemos una responsabilidad de representación institucional en un determinado momento estemos a la altura de lo que se pide.
Sin embargo, todavía nos encontramos con escepticismo, con incomprensión o con falta de valentía, aunque no en todo el mundo. Por eso creo que es importante el elegir bien a quién se le pide qué. Es bastante frecuente que aquellos que vuelcan toda su energía política en transformar las cosas se encuentren con incomprensión y no necesariamente sea refrendada su acción después en las urnas, al contrario, parece que resulta indiferente; que los demás, si no hacen, salen impunes de esa demanda social de acción climática.
Por esto, una sociedad bien preparada, que demande, que exija, es clave, Que genere esa presión para ser coherentes y estar a la altura de las circunstancias es fundamental. Pero también es fundamental una sociedad que sepa diferenciar y poner en valor los pasos que se dan, porque si no se pone en valor aquello que se hace es como si no se hiciera. Es un desincentivo perverso que apunta a no hacer. Y no estamos para perder el tiempo, al contrario, tenemos que hacer mucho y a muchas escalas diferentes.
La acción cotidiana en la calle, en los comportamientos de nuestros actos de cada día, es clave para exigir, explicar, entender y demandar. ¿Hasta dónde puede llegar la acción climática? Necesitamos elevar el listón de la clase media, necesitamos elevar la respuesta de la sociedad. No nos basta con que haya 10, 15, 20, 2.000, 3.000, 4.000 o 20.000 personas concienciadas. Necesitamos que el conjunto de la sociedad entienda que debemos ir mucho más deprisa en la respuesta a una emergencia sin precedentes que, como bien estamos viendo estas semanas, pone en muy seria cuestión el bienestar de las personas. La capacidad del sistema productivo tensiona, como probablemente pocas cosas han ocurrido con anterioridad, el modo en el que hemos construido nuestra civilización.
En mayo, y tras meses de trabajo, la Asamblea Ciudadana por el Clima de España presentó sus recomendaciones para «hacer una España más segura y justa frente al cambio climático». Son un total de 172 propuestas. ¿Ha tenido oportunidad de leerlas? Algunas de ellas hablan de implantar la jornada laboral de cuatro días, menos vuelos nacionales, sensibilizar sobre el decrecimiento… ¿Se compromete su Gobierno a asumir todas o la mayor parte de las propuestas?
El ejemplo de la Asamblea Ciudadana por el Clima es extraordinario. Ha sido una experiencia enormemente enriquecedora y satisfactoria en la medida en la que un conjunto de ciudadanos anónimos voluntarios han participado en un ejercicio que les quitaba tiempo libre, que les obligaba a conocer, a pensar, a reflexionar, a compartir y a consensuar. Un grupo que ha sido acompañado por otro conjunto de especialistas que también sacaba de su tiempo libre un espacio para poder compartir con esa ciudadanía de mente abierta el modo en el que reflexionar sobre cómo responder a la demanda de acción climática. Por tanto, un comportamiento cívico ejemplar en ambos supuestos.
Ha sido muy interesante también la manera en la que de forma discreta, sin presión, han podido trabajar y han pasado de ser ciudadanos anónimos, con un conocimiento medio de qué es lo que ocurre con nuestro sistema climático, a ciudadanos convencidos, activistas en favor de una revolución de nuestro sistema de producción y consumo que sea compatible con los límites ambientales y los límites del sistema climático, concentrando su atención en aspectos clave de la vida cotidiana.
Sus 172 propuestas, sus 58 objetivos, los cinco bloques de trabajo, son extraordinariamente interesantes y sabias. Hay muchas propuestas en las que hemos venido avanzando desde hace tiempo. Otras son propuestas que necesitan un cambio estructural que todavía está en proceso, que habrá que orientar y priorizar. Pero ha sido capital también el comprometernos, no solamente a estudiar, entender e impulsar, sino también a reportar. Creo que parte del ejercicio es, precisamente, facilitar un debate en torno a estas cuestiones. Es muy difícil que estas cuestiones puedan resolverse con pleno éxito de un día para el otro. Requiere de la configuración de un consenso social muy fuerte. Y en ese contexto, hay medidas que debemos impulsar desde el Gobierno y desde el Parlamento inmediatamente. Y hay otras que será bueno que discutamos entre todos, porque si bien están orientadas en la dirección correcta, puede llevar algo más de tiempo en lograr que sean un éxito social.
En el caso de la acción climática, como en tantas otras cuestiones, es mucho más fácil tener éxito si la sociedad entiende que les beneficia orientar su comportamiento y su demanda a las instituciones en la dirección correcta.
Hay algunos otros debates que son complejos. Uno de los debates que se plantea es por qué y cómo abrir la cuestión del decrecimiento. Es obvio que no es posible pensar en un crecimiento infinito. Es obvio también que todo el mundo aspira a cotas de prosperidad y bienestar. Por tanto, debemos pensar qué entendemos por prosperidad y bienestar, y por qué el crecimiento se ha medido de una sola manera. ¿De qué modo podemos ajustar nuestra prosperidad y bienestar a esos patrones de límites físicos? Es un debate enormemente complejo en el que creo que todavía tenemos mucho que ganar si motivamos con aquellos elementos que nos generan un beneficio inmediato y no si nos concentramos solamente en la lista de cosas que aparentemente representan limitaciones, prohibiciones o dificultades.
Volviendo a la asamblea, uno de los comentarios que más me sorprendió y emocionó fue el impacto que causó en las personas que participaban en este ejercicio –o al menos una buena parte de ellos– entender la dimensión del problema y cómo eso, hasta cierto punto, había generado una ansiedad con la que no contaban.
Creo que la ansiedad no nos puede bloquear. Tenemos que encontrar el camino para poder afrontar este desafío de manera positiva y constructiva, y no sometidos a la a la inmensidad que puede llevarnos a una desesperanza que paraliza. Esto no nos interesa en absoluto. Por eso, hacer énfasis en aquellos aspectos que nos permiten mejorar nuestras expectativas y de nuestros hijos es fundamental si queremos alcanzar el ritmo que necesitamos, que es un ritmo trepidante y que supongo que, de alguna manera, se concilia bien con lo que podríamos calificar como una revolución climática.
Los objetivos propuestos por su Ministerio y el Gobierno no son de los más ambiciosos de Europa. Aun así, ¿cree que los alcanzará? ¿Cómo avanza la transición energética y ecológica en España? ¿Cuáles son los principales obstáculos que está encontrando?
Hemos hecho una cosa complicada. Hemos aprobado un Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) que ha sido considerado por la Comisión [Europea] como uno de los programas más ambiciosos, completos y coherentes de todos los presentados por los Estados miembros de la Unión Europea.
A nuestro juicio, no basta con fijarse un objetivo cuantitativo para una fecha distanciada en el tiempo. Esto es importante porque nos marca un horizonte. Es una obligación de resultados. Necesitamos simultáneamente ser creíbles con respecto a la senda que nos permita alcanzar ese objetivo; cómo combinamos las distintas herramientas y medidas para asegurar que vamos a tener éxito, y hay que hacerlo con ambición, pero también con humildad, porque sabemos que muchas de las propuestas pueden ir teniendo mayor éxito del que imaginábamos a priori y, por tanto, nos permite avanzar más deprisa en ese espacio. Algunas caerán por el camino porque generan efectos secundarios, efectos colaterales con los que no contábamos o dificultades adicionales que nos hacen que nos retrasemos. Y la combinación de todo esto nos permite no cometer el error de perdernos por el camino. Necesitamos indicadores, guías. Necesitamos un set de políticas complejo que atraviese la transversalidad de los elementos económicos y sociales que nos permita gestionar este cambio. Nuestros objetivos, decía antes, son enormemente ambiciosos y compatibles con esa referencia que nos hemos marcado de plena descarbonización para el año 2050, con objetivos intermedios a 2025, 2030 y 2035.
En 2023 toca revisar el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima. Y, de nuevo, sabemos que las circunstancias sociales, que el estado de ánimo de la ciudadanía y de los actores económicos, no son los mismos que los de hace dos ni cuatro años, y probablemente no serán los mismos que tengan nuestros conciudadanos dentro de cinco o de diez años. Hemos avanzado muchísimo. A mi juicio, el elemento más importante, como decía antes, es siempre que la sociedad entienda, respalde y exija. Por tanto, hemos avanzado muchísimo en los términos del debate público. Han cambiado radicalmente con respecto a hace cinco años. Hemos avanzado muchísimo en la mayor parte de los sectores fundamentales para poder lograr esa descarbonización, y por el camino hemos encontrado las limitaciones que genera ese proceso de cambio a gran escala, y hemos encontrado las dificultades de desintoxicar un modelo de crecimiento, un modelo de progreso basado esencialmente en el consumo de combustibles fósiles y que se precipita como consecuencia de factores exógenos.
Nadie esperaba la invasión de Ucrania por parte de Putin, por parte de Rusia y, sin embargo, se producen tensiones inmediatamente. ¿Qué ocurre con el gas natural? ¿Qué ocurre con el diésel, con el petróleo? ¿Cómo aceleramos nuestros cambios en los patrones de movilidad o de confort térmico en nuestras casas? ¿Estamos preparados para hacer ese cambio? Se han precipitado este tipo de debates. Tenemos que ser cuidadosos con respecto a cómo incorporamos de forma flexible algunas limitaciones por el camino, pero sin desviarnos de ese objetivo.
Por tanto, primera consideración: el empeño, el confort, el entendimiento, la demanda social y la priorización de valores –los cuales cambian conforme van pasando los años–. Segunda consideración, muy importante: la capacidad de absorción de esas propuestas. Es muy difícil poder cambiar nuestro sistema productivo si no contamos con las cualificaciones profesionales o con las cadenas de producción que nos permitan cambiar el sistema productivo. Y eso, a veces, aunque se quiera, aunque se regule, tarda un poco de tiempo. No mucho. Somos una sociedad abierta y dinámica, y con una inmensa capacidad para adaptarnos a nuevas realidades. Y yo creo que eso es una gran ventaja para la sociedad española. Pero no es inmediato, no es de un día para otro.
Hemos dado saltos cualitativos muy notables, pero seguimos encontrando algunas dificultades. Hemos encontrado también la preocupación y el cuestionamiento de aquellos que piensan que en este ejercicio pierden. ¿Qué pasa con aquellos trabajadores que trabajaban en sectores que de repente se ven abocados a un cambio estructural importantísimo? Por eso, las medidas sociales de acompañamiento a estos trabajadores y la posibilidad de recualificar son importantísimas. Porque todo el mundo quiere tener un empleo y se preocupa por su familia y por llegar a fin de mes mucho más que por las grandes cuestiones climáticas o globales. Es importante cómo combinamos lo local –el confort personal– y el no exigir a la gente que sea héroe toda su vida. Esto no puede ser. Por tanto, el paquete social es capital.
El paquete de orientación del sistema productivo es también muy importante. Es muy difícil pensar en un cambio en el modelo energético cuando nos encontramos que no tenemos capacidad para proporcionar esas realidades alternativas de cambio de modelo energético. Pero hay, como decía antes, gente que también siente que en ese proceso puede tener algo que perder. Dónde está el punto de equilibrio entre la sensibilidad del entorno local con respecto a la mayor presencia de energías renovables, con la convicción de que esa energía es consumida en otro sitio, lejos, y no deja un poso de progreso, de empleo o de coexistencia con otras actividades económicas a nivel local. Por tanto, de nuevo esa conciliación entre aspectos sociales, aspectos ambientales, aspectos económicos y percepción de valores por parte de los colectivos humanos es fundamental para el éxito. Y luego, obviamente, hay también quien pretende ganar tiempo, quien pretende estirar aquello que le ha servido hasta este momento y que no quiere que cambie. Esto nos ha ocurrido en algunos sectores productivos hace unos cuantos años. Es un debate muy relevante en el sector eléctrico.
Soy optimista porque creo que la capacidad de transformación que tenemos y el instinto en favor del progreso y de la mejora de nuestras propias circunstancias es muy importante. Creo que, además, vivimos en una sociedad solidaria que entiende que no se puede dejar a las personas sin alternativas en este proceso de cambio. Pero las dimensiones de esa transformación son tan grandes que no podemos descuidar ni tomarnos a la ligera ninguno de estos aspectos si de verdad estamos empeñados en la necesidad de éxito.





POR LA BIODIVERSIDAD, LOS MONEGROS DEBEN SER PARQUE NACIONAL.
Este valioso y amenazado espacio natural necesita contar con la máxima figura de protección que hoy existe en España. Tenemos que hacer todo lo posible por conservar las estepas y alejarlas del proceso de extinción que sufren por la Política Agraria Común.
Monegros es singular y tiene el perfil ideal para convertirse en el primer Parque Nacional español y europeo de tipología esteparia;
Monegros es un lugar único, tanto por su flora y fauna, como por su importancia ecológica y espectacular belleza;
El área presenta nueve hábitats de interés comunitario y una larga lista de especies de alto valor natural;
Su declaración como Parque Nacional sería clave para el adecuado mantenimiento del ecosistema y las especies que lo habitan;
y para garantizar su conservación y lanzar una clara señal a la ciudadanía de su importancia ecológica.
Firma nuestra petición dirigida al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico y al Gobierno de Aragón:
https://seoactua.org/peticion/monegros-parque-nacional?utm_source=Iterable&utm_medium=email&utm_campaign=campaign_4646540&hash=6664525e5ae8fc66048ae965d6660d70&l=32312&cod=30eb1
Es urgente aprobar planes y medidas para el ahorro de energía.
La Plataforma por un Nuevo Modelo Energético (Px1NME) ha pedido al Gobierno que apruebe con carácter urgente un RDL que establezca medidas de ahorro de energía en el ámbito de todas las administraciones públicas, empresas, edificios y transporte.
Ante la cada vez más probable falta de suministro de gas ruso derivado de la invasión de Ucrania, muchos países europeos están empezando a adoptar medidas, no sólo de diversificación de los suministros, sino también de ahorro de energía. Sin embargo, en España se ha instalado la sensación de que, por nuestra escasa dependencia del gas ruso, tenemos asegurado el suministro. Pero, aunque esa previsión sea real, no podemos olvidar que el precio del gas en cualquier caso se va a incrementar. Asimismo, es previsible que el precio de los derivados del petróleo siga aumentando y que también lo haga el de la electricidad, muy dependiente del gas por el funcionamiento del mercado mayorista.
En este escenario son necesarias medidas, no sólo de sustitución de combustibles fósiles por más energías renovables, sino también de reducción de la demanda de energía, disminuyendo los consumos de gas, gasoil, gasolina y de electricidad.
La Px1NME pide al Gobierno que apruebe una normativa, que por razones de urgencia debería adoptar la forma de Real Decreto Ley, que establezca, al menos, las siguientes medidas:
Obligatoriedad de realizar planes de medidas de ahorro y eficiencia energética en todas las administraciones autonómicas y en los municipios de más de 5.000 habitantes, así como en las empresas de más de 200 trabajadores.
Limitación de la temperatura en centros de trabajo, públicos y privados, o de locales de comercio o servicios abiertos al público de más de 1.000 m², excepto hospitales.
Obligatoriedad de que todos los comercios dispongan en el plazo de 6 meses de puertas, de apertura manual o automática, a la entrada de sus establecimientos.
Prohibición de la iluminación de vallas publicitarias en autovías, carreteras o en el interior de las ciudades y la de rótulos publicitarios luminosos en azoteas y tejados de edificios.
Prohibición de los sistemas de calefacción (eléctrica o de gas) en terrazas.
Limitación de la velocidad en carreteras y vías de alta capacidad a 110 km/h.
Obligatoriedad de apagar el motor del coche cuando se este estacionado/parado.
Las restricciones al consumo de energía no tienen porqué ser negativas y significar menos confort. La limitación de velocidad en carreteras hace más competitivo al transporte público y disminuye los accidentes de circulación. Las restricciones de iluminación publicitaria o del exterior de los edificios tampoco afectan a los ciudadanos y reduce la contaminación lumínica que repercute en la biodiversidad y a veces en las viviendas cercanas. Regular la temperatura a menos de 19 ºC en invierno y a más de 27 ºC en verano no afecta al confort de los usuarios y evita ciertas enfermedades derivadas del exceso de aire acondicionado. Con independencia de la coyuntura derivada de la guerra en Ucrania, se trata de medidas orientadas a recuperar el sentido común y evitar el despilfarro energético en un mundo de recursos escasos y emergencia climática.
https://www.ecologistasenaccion.org/204066/es-urgente-aprobar-planes-y-medidas-para-el-ahorro-de-energia/