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La causa de la crisis es la misma y siempre lo ha sido. Hace 20 años, en No Logo, Naomi Klein (Montreal, Canadá, 1970) puso el foco en los costes humanos de la globalización, denunciando la falsa promesa del “filtraje hacia abajo” (trickle down) de un bienestar generalizado. Hoy, escribe en un nuevo libro, “la indiferencia ante la vida que se expresaba en la explotación de trabajadores individuales en las fábricas y en la destrucción de montañas y ríos individuales se ha venido filtrando hacia arriba para zamparse al planeta entero, convirtiendo tierras feraces en saleros, preciosas islas en escombros y chupando toda vida y todo color de nuestros arrecifes, antes tan vibrantes”.
On Fire: The Burning Case for a Green New Deal (Ardiendo: un argumento urgente por un New Deal verde), que sale publicado esta semana, parte de unos 16 ensayos y reportajes escritos durante los últimos diez años en medios como The Guardian, The Nation y The Intercept. En muchos sentidos, es un compendio de su libro anterior, Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima (2014).
El título es un juego de palabras que capta la carga paradójica de la colección. Por un lado, el planeta está ardiendo: la subida de las temperaturas causada por el uso masivo de combustibles fósiles está haciendo estragos, destruyendo ecosistemas y desplazando comunidades enteras. Por otro, el activismo climatológico también está que arde: más poderoso, unido y decidido que nunca, gracias, sobre todo, al activismo de mujeres jóvenes como Greta Thunberg, la sueca de 16 años, y Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), la congresista latina en Washington, D.C., de 29. Para Klein, veinte años mayor que AOC, el activismo climático de las jóvenes es una fuente de inspiración. “Vivan donde vivan, esta generación tiene algo en común”, escribe: “Son los primeros para quienes la disrupción climatológica a escala planetaria ya no es una amenaza futura, sino una realidad vivida”.
Con su libro, Klein se une a Thunberg y AOC en su llamamiento por un Green New Deal, la frase con que AOC y otras congresistas de color, como Rashida Tlaib, Ayanna Pressley e Ilhan Omar, resumen un ambicioso plan de inversión pública que busca transformar de raíz la economía de Estados Unidos. El éxito de sus atrevidas propuestas queda reflejado en el hecho de que varios candidatos demócratas a Presidencia de Estados Unidos las han hecho suyas.
La frase New Deal invoca el “acuerdo nuevo” con que el Presidente Franklin D. Roosevelt logró mitigar los efectos desastrosos de la Gran Depresión de los años 30, y que unió la creación de un sistema de seguridad social a grandes proyectos infraestructurales y una batería de subsidios culturales. Eso sí, las que proponen este nuevo New Deal también aspiran a evitar algunos de los grandes fracasos de la política de Roosevelt, que estaba fuertemente centralizada e hizo poco por cambiar las jerarquías raciales y de género que caracterizaban Estados Unidos en aquel momento, por no hablar de los nefastos efectos medioambientales a largo plazo del crecimiento económico.
“No es que simplemente nos haga falta un New Deal pintado de verde, o un Plan Marshall con paneles solares”, apunta Klein. “Lo que necesitamos son cambios de carácter diferente. Necesitamos fuentes de energía eólica y solar que estén distribuidas y que, donde sea posible, sean de propiedad comunal… Necesitamos viviendas urbanas hermosamente diseñadas, racialmente integradas, de emisión cero, construidas en base a una participación democrática de las comunidades de color”.
Y no es aceptable bajo ningún concepto que la urgencia sirva como excusa para erosionar o cancelar los procesos democráticos –convirtiéndose en lo que la propia Klein ha denominado una doctrina del choque–. “Necesitamos estar en guardia contra la posibilidad de que el estado de emergencia se convierta en un estado de excepción, en el que poderosos intereses explotan el miedo y el pánico del público para revertir derechos ganados con dificultad, o forzar soluciones tan falsas como rentables para ellos”,
Es verdad que el New Deal verde propuesto por AOC y otras exigirá una inyección de fondos públicos de dimensiones gigantescas, tema que las campañas de la derecha y del centro enarbolan como espantapájaros para asustar a los votantes. Pero no tienen por qué ponerse tan nerviosos, observa Klein: “En los mismos años en que los fondos disponibles para la transición climática han sido virtualmente inexistentes, se han gastado miles de millones de dólares en guerras interminables, rescates bancarios y subsidios para combustibles fósiles”.
El argumento central del libro es sencillo: la lucha por salvar una tierra habitable no es menos política que la lucha contra el racismo, la desigualdad o la explotación económica. Es más, está todo conectado. “Los factores que están destruyendo el planeta también están destruyendo la vida de la gente de muchas otras maneras, desde el estancamiento salarial a la rampante desigualdad, la erosión de los servicios sociales, la supremacía blanca o el colapso de nuestra ecología informática”. Pero, agrega Klein, precisamente porque todos estos problemas se interrelacionan y refuerzan entre sí, también la solución tendrá que ser ambiciosamente universal. Y antes que dejarse achicar, esa realización debe animarnos. Porque la verdad es que, al atacar las “fuerzas subyacentes” de la crisis climática, escribe, tenemos “una oportunidad de resolver varias crisis entrelazadas” al mismo tiempo.
¿Cuáles son esas fuerzas subyacentes? “Desde hace una década y media”, escribe Klein, “desde el momento en que estuve haciendo reportajes desde New Orleans con el agua hasta las caderas, después del huracán Katrina, he intentado averiguar qué es lo que está interfiriendo con el instinto básico de supervivencia de la humanidad”. Desde el comienzo, apunta, “me quedó claro que las teorías dominantes para explicar cómo habíamos acabado balanceando sobre el filo de la navaja, eran completamente insuficientes”.
En los 16 capítulos del libro, explora no solo las causas y efectos a niveles micro y macro de la crisis que amenaza con hundir a la humanidad sino que busca identificar las barreras –económicas, sociales, ideológicas– que nos han impedido asumir la seriedad de la crisis. Donde puede, también señala posibles caminos de superación.
Los textos, presentados en orden cronológico, se concentran en el mundo occidental. Esbozan un panorama desolador –“en la breve década que abarca este libro”, escribe, “el planeta ha sufrido daños enormes e irreparables”– pero también reflejan el proceso de concientización de la propia autora. Y, a su vez, encierran una lección para la izquierda. Klein desafía a la izquierda a pensar más allá de lo puramente económico: más allá, en otras palabras, del afán de “distribuir el botín del extractivismo”. Así también hay que abandonar la idea de que es necesario –o posible– primero salvar al planeta y después librar las batallas por una sociedad más justa e igualitaria. Ambas causas van de la mano o no van.
Otro desafío más reciente para la izquierda ha sido el auge global de una derecha identitaria que además insiste en negar el cambio climático: “Una fuerza que ha venido ensanchando su poder por el mundo entero, avivando el odio contra minorías étnicas, religiosas y raciales, un odio manifestado a menudo como un odio xenófobo contra aquellos que se han visto forzados a abandonar sus tierras”.
Para Klein, queda fuera de duda que estas tendencias climáticas y políticas están entretejidas en un ciclo vicioso, “una especie de diálogo letal”. Allí, sin ir más lejos, está el fantasma del ecofascismo enarbolado por el asesino de Christchurch en Nueva Zelandia, que casa el supremacismo blanco de siempre con fantasías de supervivencia y genocidio, aderezadas con teorías conspiratorias anti-islámicas y antisemitas.
El enfoque económico que adopta Klein también ayuda a explicar la impotencia de la clase dirigente. En el fondo –argumenta– la cuestión es sencilla: quienes más se benefician del status quo –incluidos la gran mayoría de los líderes políticos–, serán siempre los más resistentes a implementar políticas que cambien ese status quo. De ahí el poder –y la enorme amenaza a la clase política reinante– de representantes políticas como AOC o Rashida Tlaib, quienes provienen de, y representan, intereses bien distintos. “Los y las líderes políticas con raíces en comunidades flagrantemente abandonadas por el sistema actual”, escribe Klein, “están liberadas para adoptar una aproximación muy diferente. Si pueden proponer políticas climáticas que parten de un cambio profundo, sistémico, es porque el cambio profundo es precisamente lo que necesitan sus bases para prosperar”.
Cierra el libro Klein con un poderoso epílogo que presenta “un argumento compendiado” por un New Deal verde en nueve puntos interconectados: (1) será un motor de creación de empleo; (2) fomentará una economía más justa y menos desigual; (3) subrayará el carácter urgente de la crisis, liberándonos de los mecanismos psicológicos que nos permiten ignorarla; (4) un New Deal verde que nos dé un plazo de solo diez años, evitará la eterna táctica de dejar las cosas para más tarde; (5) será resistente a las recesiones, precisamente porque la inversión pública (como lo entendió Roosevelt) sirve como antídoto contra ellas; (6) a diferencia de medidas aisladas como el impuesto sobre los combustibles de Macron –que desató la protesta de los chalecos amarillos–, conectar medidas de justicia económica con una política climatológica evitará la impresión de que, si la tierra se salva, será gracias al sacrificio de los menos privilegiados; (7) generará un amplio frente político, precisamente porque une lo económico y social con lo climático: “El New Deal verde enfoca de lleno en conectar la reducción de la contaminación a las prioridades de los trabajadores más vulnerables y de las comunidades más marginadas”; (8) estas nuevas alianzas progresistas –por ejemplo, entre las élites urbanas y las comunidades empobrecidas en zonas rurales–, a su vez, debilitarán a una derecha que quedará cada vez más aislada en su negacionismo; y (9) no solo es que estamos todavía a tiempo para cambiar las cosas, sino también que estamos listos para ello: “hay decenas de miles de personas, y muchas organizaciones, que llevan décadas –y siglos, en el caso de las comunidades indígenas que han venido protegiendo sus formas de vida– preparando una ruptura al estilo del New Deal verde».
Los 16 reportajes de Klein subrayan la seriedad del desafío que supone el cambio climático. Y, sin embargo, el libro rezuma optimismo. Eso sí, es un optimismo que en ocasiones suena algo forzado. Viendo el panorama político, Klein percibe nada menos que el comienzo de un profundo cambio ideológico. Si es indudable “que los glaciares se están derritiendo y las capas polares se están rompiendo” también lo es que “se está disolviendo la ideología del mercado libre” promovida por Margaret Thatcher, Ronald Reagan y otros adalides del neoliberalismo. En su lugar, nos asegura Klein, “está emergiendo una nueva visión de lo que puede ser la humanidad”, basada en la antigua idea de “que todas nosotras, combinadas, configuramos el tejido de la sociedad”. “Y cuando lo que está en juego es el futuro de la vida, no hay nada que no podamos conseguir”.
Habrá quien le dispute a Klein el optimismo de su epílogo, o quien crea percibir un deje de final feliz de Hollywood o, peor, de libro de autoayuda. Pero la verdad es que la mayor parte del libro está escrito en un tono de feroz realismo difícilmente compatible con las gafas rosadas. En una entrevista en The Guardian, la propia Klein admitió que “no pasa un día en que no me asalte un momento de puro pánico, de terror crudo, de convicción total de que estamos condenados”.
Demasiadas ilusiones están depositando algunos en AOC del partido «Demócrata» USA. Al fín y al cabo este partido es derecha y no moderada precisamente y ha demostrado cuando ha gobernado que, lo mismo que los republicanos, todos ellos sirven al capital más salvaje y criminal. ¿Qué hace AOC en un partido así si de verdad aspira a un mundo más justo?.
Ojo con el capitalismo verde.
No me pongáis a estas mujeres a la altura de la pureza de ideales de Greta Thunberg.
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Manifiesto en defensa del futuro, de un planeta vivo y de un mundo justo:
https://drive.google.com/file/d/1xUd2VtLz5ltlD8f64NFRh724gGrm8DxN/view
La degradación planetaria y la creciente desigualdad tienen un origen común y se alimentan entre ellas. Así, por ejemplo,
muchas grandes empresas y bancos obtienen enormes beneficios a través de la especulación inmobiliaria, el desahucio,
la gentrificación o la turistificación que expulsa a las familias de sus casas, a los vecinos de sus barrios. Aunque cada vez
hay más inversiones en tecnologías para la transición energética, sigue habiendo muchos fondos que sostienen y financian
a las grandes empresas del oligopolio energético en su explotación del planeta, y cuyo resultado es el incremento de la
pobreza, incluida la energética.
Una crisis climática que es consecuencia de un modelo de producción y consumo que ha demostrado ser inapropiado
para satisfacer las necesidades de muchas personas, que pone en riesgo nuestra supervivencia e impacta de manera
injusta especialmente a las poblaciones más pobres y vulnerables del mundo. No responder con suficiente rapidez y
contundencia a la emergencia ecológica y civilizatoria supondría la muerte de millones de personas, además de la
extinción irreemplazable de especies imprescindibles para la vida en la Tierra, dadas las complejas interrelaciones
ecosistémicas.
Realizar un giro de 180 grados en las políticas comerciales internacionales, acabando con la firma de tratados de comercio
e inversión que ahondan la problemática del aumento de gases de efecto invernadero vía incremento del transporte
marítimo interoceánico, así como de la aviación civil, que dificultan la lucha contra el cambio climático a través de las
cláusulas de protección de inversiones (ISDS). Las medidas de mercado no pueden sustituir la adecuada planificación de
la transición ecológica.
El deterioro ambiental de las condiciones de vida se sufre de forma desigual en función de la clase social, el
sexo, la procedencia, o las capacidades. Defendemos que la transición ha de enfrentar estas jerarquías y defender y
reconocer de forma especial a la población más vulnerable.
…La idea de un “capitalismo verde”, que elimine de forma íntegra y efectiva las causas que están en la base de la catástrofe ambiental global que nos amenaza y promueva un “desarrollo sostenible” de la humanidad y el conjunto de las especies que pueblan el planeta, es una quimera. La solución a la crisis climática global no puede nacer en ningún caso de las entrañas del mismo sistema que la produjo….
…Dentro del espectro de los defensores de un capitalismo verde existe una subvariante reformista que ha ganado mucho peso en el último período, proponiendo un programa con tintes neokeynesianos para hacer frente a la crisis. Es el llamado “Green New Deal” (GND). En EE. UU. esta política es defendida por algunos aspirantes a la presidencia del Partido Demócrata norteamericano, como Bernie Sanders y Elizabeth Warren, o por la autodenominada “socialista democrática” Alexandria Ocasio-Cortez, y también comienza a resonar en los discursos y programas de los social liberales europeos como el PSOE o corrientes neorreformistas como Podemos.
El GND, sostiene Ocasio-Cortez, permitiría a los Estados Unidos una transición hacia el 100 % de energías renovables en un plazo de 10 años, a la vez que promete crear millones de empleos ligados a la construcción de una red eléctrica eficiente en todo el país basada sobre energías renovables, entre otras medidas. ¿De qué modo? Promoviendo que las mega corporaciones milmillonarias, responsables de la crisis ecológica actual, sean las que desarrollen la infraestructura para salir del desastre. Y que para ello cuenten con millonarias subvenciones públicas del Estado.
La idea que subyace detrás de esta perspectiva es que si los gobiernos de los principales países industrializados del mundo y las grandes multinacionales toman consciencia de la situación, serían capaces de adoptar medidas en favor de la preservación del ambiente. Tanto el “Green New Deal” como otras propuestas similares (como la Agenda 2030 de la ONU), que son hoy referentes para buena parte de las fuerzas políticas “progresistas” en el mundo, se fundamentan en la idea de que es posible un “capitalismo sostenible” y que las corporaciones que han generado la crisis actual pueden reconvertirse en las salvadoras del planeta. Pero la ilusión de que se pueda armonizar la contradicción entre los intereses capitalistas y la preservación del ambiente y de la vida de cientos de millones de personas, es utópica y reaccionaria…
…El modo de producción capitalista está en total contradicción con la naturaleza y con los procesos naturales de desarrollo. Para el capital, el factor determinante en este proceso es meramente cuantitativo. La feroz competencia obliga a cada capitalista a buscar constantemente formas de reemplazar a los trabajadores por máquinas que aumenten la productividad del trabajo y la masa de bienes lanzados al mercado y, por ende, la cantidad de recursos naturales consumidos para producirlos. La repetición constante de este ciclo de producción y reproducción del capital exprime impiadosamente todos los recursos, sin tomar en cuenta el tiempo requerido para su producción y regeneración natural.
La causa de este tipo de desarrollo ecodestructivo más que la irracionalidad capitalista, es su lógica inherente; el resultado lógico de un sistema económico cuyo motor es la sed de ganancias de los capitalistas….
https://www.laizquierdadiario.com/El-capitalismo-destruye-el-planeta-destruyamos-el-capitalismo-138252
la foto no da muchas esperanzas, sobre todo porque la gente se cree lo que dicen estos