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Claves para escapar del infierno climático en 2023

El 2022 fue un año donde la crisis climática manifestó de forma contundente. Aun así, hay señales para el optimismo.
Claves para escapar del infierno climático en 2023
Manifestación en la COP27 instando a que se detenga por completo toda forma de apoyo a los combustibles fósiles. Foto: FLM/Albin Hillert.

Es evidente que el mundo sigue calentándose desde que se firmó el Acuerdo de París en 2015. También es evidente que seguimos en camino de sobrepasar umbrales de calentamiento relativamente seguros, y que las empresas contaminantes y gobiernos no están haciendo sus deberes. El desastroso 2022 se puede resumir como otro kilómetro más en la ‘autopista hacia el infierno climático’ donde las catástrofes empeoraron y las emisiones continuaron aumentando. A escala global, el año se caracterizó por el aumento del uso del carbón sobre todo en Reino Unido y China. La guerra en Ucrania y el empecinamiento en mantenerla están arrastrando a todo el planeta a un aumento de las emisiones, lo que conlleva acercarnos a un punto donde las consecuencias serán todavía más impredecibles. Y aún así, podemos encontrar señales importantes de la humanidad contra la emergencia climática que van a tener su continuidad en 2023 y que van a contribuir a descarbonizar el planeta. 

Los impactos económicos a escala global en las cosechas, las materias primas, el hambre, etc., han determinado que varios países hayan visto golpeadas sus economías por catástrofes meteorológicas extremas, agravadas por el calentamiento global. Al mismo tiempo, se ha visto que los elevados precios de los combustibles fósiles y la crisis energética han actuado como acelerador de una transición hacia las energías limpias.

La energía solar creció tan rápido que la Agencia Internacional de la Energía (AIE) llegó a la conclusión de que podría eclipsar al carbón como mayor fuente de electricidad mundial en apenas unos años, en 2027. Las energías renovables se duplicarán durante el próximo lustro en comparación con los cinco años anteriores, y superarán la cuota del carbón en el total de la energía en 2025. También es positivo que la Unión Europea haya empezado a cumplir su promesa de reducir las emisiones un 55% en 2030 (respecto a los niveles de 1990). 

También han sido significativas las medidas tomadas por Europa y Estados Unidos. La victoria demócrata en las elecciones estadounidenses permitió que una de las primeras economías del mundo avanzara en la descarbonización con una ley que asigna en los próximos años 374.000 millones de dólares en gasto climático, siendo la pieza de legislación climática más agresiva del país hasta la fecha. Miles de millones de dólares que se destinarán a la transición energética, facilitando el despliegue de energías renovables, el desarrollo de tecnologías verdes y subvencionando la adopción por parte de los consumidores desde coches eléctricos hasta bombas de calor. Solo esta ley puede eliminar de una país tan contaminante como EE. UU. unas 4.000 millones de toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero. Además, ponen dinero público a disposición de la investigación de nuevas innovaciones climáticas. El dinero empezará a llegar en 2023 y cambiará el paisaje estadounidense y la vida de la ciudadanía de a pie. 

En Europa, por un lado, se ha adoptado el gravamen del CO2 en la frontera para establecer el Mecanismo de Ajuste Fronterizo del Carbono, un impuesto sobre las emisiones de algunas importaciones destinado a proteger a las industrias europeas intensivas en se impondrán costes adicionales a los productos importados de países que tienen una legislación más laxa. Por otra parte, el récord de precios de carbono ha sido un señal positiva para empresas e inversores. Finalmente, la revisión del mercado del carbono de la UE hará que se amplíe al transporte por carretera, la navegación y la calefacción. 

Los resultados de diferentes elecciones por todo el mundo indica que la democracia va en la línea de la descarbonización. Desde Lula da Silva en Brasil hasta Anthony Albanese en Australia, la democracia ofreció varias lecciones a todo el mundo. Lula accedió al poder prometiendo acabar con la deforestación en la Amazonia. Los partidos a favor del clima también obtuvieron grandes victorias en las elecciones australiana donde desbancaron a la coalición conservadora que había convertido a uno de los países más vulnerables al cambio climático en uno de los más recalcitrantes a la hora de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

El nuevo gobierno, dirigido por el Partido Laborista, aprobó una ley que obliga a Australia a recortar drásticamente sus emisiones de aquí a 2030 y asignó un presupuesto para aumentar las energías renovables. En Colombia, Gustavo Petro también se toma en serio el tema del cambio climático y la conservación de la biodiversidad, atreviéndose a hablar incluso de decrecimiento. La cooperación entre China y EE. UU. –las dos principales economías (y emisoras de gases de efecto invernadero)– ha sido esencial para anteriores avances climáticos como el Acuerdo de París de 2015. Ambas naciones afirmaron que les interesa abordar el cambio climático de forma cooperativa. 

Las conferencias y los acuerdos internacionales también optan por el futuro mas sostenible. La Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP15) celebrada en Montreal en 2021 logró comprometer a 195 países a proteger y restaurar al menos el 30% de la tierra y el agua del planeta para 2030, así como obtener el compromiso de las naciones ricas de pagar unos 30.000 millones de dólares anuales hasta 2030 a las más pobres a través de un nuevo fondo para la biodiversidad. Esta conferencia se celebró después de la COP27 de cambio climático, que aunque fue decepcionante, logró alcanzar un acuerdo para que las naciones ricas financien un fondo de pérdidas y daños destinado a ayudar a los países en desarrollo afectados por el cambio climático, una reivindicación de décadas de las naciones que menos han contribuido al calentamiento del planeta y que se deberá de concretar de verdad en 2023. 

Asimismo, el año pasado se estableció la Asociación para la Transición a la Energía Justa para  ayudar a las economías emergentes que dependen en gran medida del carbón a abandonar el combustible fósil más contaminante sin dejar atrás a trabajadores y comunidades. El caso de Sudáfrica, que moviliza 8.500 millones de dólares anunciado en 2021, se convirtió en un modelo para estos acuerdos. Otros pactos promovidos en 2022 movilizarán 20.000 millones de dólares para Indonesia y 15.500 millones para Vietnam. Más de 150 países, incluido Australia, suscribieron un compromiso mundial para reducir emisiones de metano, que pueden proceder de pozos de petróleo y gas, vetas de carbón, vertederos y ganado. Estados Unidos, también impulsó normas más estrictas para obligar a empresas energéticas a controlar sus fugas de metano. 

Finalmente, la sociedad y la comunidad científica son cada vez más conscientes y exigentes. Las protestas se han vuelto más masivas y en algunos casos más creativas y valientes, desde desinflar neumáticos todoterrenos a cortar circunvalaciones de ciudades, o las famosas protestas en los museos que afortunadamente no afectaron a ninguna obra de arte y tuvieron una repercusión mediática enorme. Además, hubo manifestaciones en Egipto, incluyendo el tema de los presos políticos; en Sri Lanka donde se derrocó el gobierno; en Irán, donde los jóvenes y las mujeres protagonizaron una insólita revuelta nacional por la reforma social y política; así como en China o Perú.

Por último, hay que señalar que las petroleras y las gasistas han ganado más dinero que nunca al aumentar la demanda de petróleo y gas por la guerra y la crisis energética. Se espera que los ingresos netos del sector alcancen la cifra récord de 4 billones de dólares en 2022, el doble que el año anterior, según la AIE. Por ello, no es de extrañar que António Guterres desde Naciones Unidas pida un impuesto mayor a las energéticas y petroleras. 

En este complejo escenario, estamos inmersos en otro año de encrucijada en el que se puede avanzar o no hacia el infierno climático. Nosotros decidimos. 

Fernando Prieto, Observatorio Sostenibilidad.

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