Una autopsia por la supervivencia: de ciencia, fracaso y acción climática

La ciencia ha sido un gran éxito a la hora de identificar el cambio climático, pero ha fracasado estrepitosamente en cuanto a enfrentarse a sus causas. La autora reflexiona sobre cómo salir de esta situación.
Una autopsia por la supervivencia: de ciencia, fracaso y acción climática
Lección de Anatomía del Doctor Willem van der Meer, por Michiel Jansz Miereveld (1617) Foto: LeccionDeAnatomia

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No aprender de los errores del pasado es el único error realmente imperdonable en ciencia. Y en cuestión de cambio climático, la comunidad científica (en su mayoría) ha cometido una negligencia criminal a la hora de observar y, especialmente, a la hora de aprender de su propio pasado. Este artículo es una autopsia en cuatro actos: una anatomía del fracaso, para que, ojalá, podamos aprender, actuar y cambiar. Rápido.

Primer Acto: la ciencia como éxito

Dejemos algo claro: la ciencia física del cambio climático ha sido un éxito sonado, fenomenal y triunfante. Como dijo hace poco un compañero de la Universidad de Leeds, “llevamos décadas en lo cierto”. Esto hace que escribir los informes de evaluación del Grupo de Trabajo I del Panel Internacional de Expertos en Cambio Climático (IPCC) –el que se dedica a la física–, sea un pérdida de tiempo total: “¡Aún estamos en lo cierto!” [Esto es una broma, por supuesto. Siempre hay enormes cantidades de nueva ciencia sobre la que informar: tan solo son las grandes líneas las que no se han movido nada]. Así que no hay mucho que aprender  en cuestión de errores en ese campo. ¡Bien hecho, físicos y físicas! Habéis observado y modelado la realidad externa. Lo habéis clavado.

Segundo Acto: fracasando cada vez más

Dejemos una segunda cosa clara. La ciencia, como organismo conjunto de instituciones, personas y conocimiento, ha fracasado en cuanto al cambio climático. No es la única que ha fracasado (la verdad es que los gobiernos y la industria probablemente han fracasado aún más), pero lo ha hecho. “¡Pero si hemos publicado estudios! ¡Hemos aconsejado a los gobiernos! ¡Hemos escrito informes largos, exhaustivos y definitivos! ¡Incluso nos han dado el premio Nobel en escritura de informes largos y exhaustivos!”. Todo eso es verdad, y es cierto que refleja unos esfuerzos titánicos. Pero la prueba del fracaso no se encuentra en las páginas de los informes ni en los registros de los consejos dados a los gobiernos: está escrita, a lo grande, en el cielo, en la tendencia creciente de las emisiones, año tras año. Parece que estar en lo cierto en la ciencia física no es suficiente. Ni de lejos.

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