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Este artículo refleja la opinión de su autora.
Nuria Blázquez es coordinadora de transporte de Ecologistas en Acción
El periodista de viajes Paco Nadal ha publicado un post en su blog de El País en el que afirma que no se avergüenza de volar. Según Nadal, el mensaje que transmite Greta al optar por atravesar el Atlántico en catamarán en lugar de volar de Los Ángeles a Madrid es que »no hay alternativa al avión». No se equivoca. La propia activista sueca reconoce que ella es una de las pocas personas que puede hacer algo así.
Y, sin embargo, el mensaje de Greta es bien distinto. Con sus largos viajes en tren, velero y catamarán ha conseguido que el impacto climático de la aviación haya pasado de ser el gran desconocido a un tema común en telediarios de todas las cadenas, prensa no especializada y entradas de redes sociales. A esto se suma un logro aún mayor: haber conseguido en cuestión de meses que haya planteamientos políticos para lograr el fin de la exención de impuestos al queroseno o la prohibición de algunos vuelos de corta distancia.
A menudo se critica que la aviación ‘solo’ supone el 2% de las emisiones globales de CO2. Pero la previsión es que, lejos de contribuir a la neutralidad climática que necesitamos para asegurar la vida como la conocemos, el sector podría suponer el 22% de las emisiones globales para 2050. Se convertiría así en una de las principales fuentes de gases de efecto invernadero.
Por otra parte, dejar de volar, más que una cuestión de vergüenza, es un asunto de coherencia y justicia climática. Para conseguir que la temperatura de la Tierra no suba por encima de 1,5ºC, cada habitante del planeta no debería emitir más de 1,5 toneladas de CO2 anuales. Esta cantidad es menor de la que emite una sola persona en un vuelo transatlántico de ida y vuelta. Es difícil gritar en las calles y defender en los despachos la necesidad de rebajar las emisiones de una manera drástica cuando las propias rompen los moldes.
Resulta tremendamente tentador dejar el trabajo en manos de la tecnología, o, como dice Paco Nadal, luchar porque los aviones sean más eficientes y los combustibles más limpios. Pero la dura realidad es que no existen estas alternativas. Si bien hay aviones más eficientes, ese aumento de la eficiencia no será suficiente para alcanzar las emisiones cero, y menos en un escenario en el que el número de vuelos va a continuar aumentando.
Desgraciadamente, no hay combustibles más limpios. Con el transporte por carretera se ha intentado ya reducir emisiones con el uso de de biocombustibles. Esta alternativa ha sido un estrepitoso fracaso que ha conducido a deforestación de selvas y vulneración de los derechos humanos.
Hay una alternativa de nombre futurista: los electrocombustibles, hidrocarburos sintetizados a partir de CO2 y agua mediante energías renovables. Sin embargo, por el momento, su producción no ha pasado del nivel experimental. Igualmente son experimentales los aviones eléctricos, y no se prevé que ninguna de estas alternativas esté disponible a gran escala en menos de 20 años. Para entonces tendríamos que haber dado pasos firmes para evitar la catástrofe climática.
Tiene parte de razón Nadal cuando dice que la opción de no viajar en avión es a menudo privativa. Es debido a que la aviación está fuertemente subvencionada: disfruta de exenciones de impuesto al combustible y, aunque casi nadie lo sabe, los vuelos internacionales ni siquiera pagan IVA. Esto se une a millones de euros que son entregados a las compañías low-cost por gobiernos regionales para promocionar ciertos destinos, o al hecho de que mantenemos decenas de aeropuertos inviables a fuerza de fondos públicos.
Pero si algo resulta tremendamente desafortunado en el texto de Nadal es la mención a las personas africanas o indias para ejemplificarlas las dificultades de dejar de volar. Precisamente India o África son lugares en los que el avión está al alcance de pocas personas: un cálculo de principios de siglo apuntaba que solo el 5% de la población mundial ha cogido un avión. América del Norte y Europa representarían la mitad de esos vuelos, a pesar de ser una minoría de la población mundial.
Esta es la otra cara de la injusticia climática. Una persona media de India solo podrá a viajar en uno de esos trenes atestados de gente y tremendamente impuntuales que caracterizan al país. Pero las consecuencias del cambio climático le afectarán igual, o probablemente más. Podría, además, ser una de las personas que se ven afectados por los incontables conflictos que generan los aeropuertos.
Por todas estas razones, y muchas otras que quedan en el tintero, somos muchas las personas que defendemos que la única opción para reducir el impacto de la aviación es el decrecimiento del sector. Admitimos que hay muchos vuelos que serán imprescindibles, pero llamamos a repensar la voracidad con la que estamos usando el avión.
Termino devolviendo la razón a Paco Nadal. Es cierto que viajar es demasiado enriquecedor como para dejar de hacerlo. Pero es igual de cierto que el vuelo es la parte menos enriquecedora del viaje. Creo que no hay modo más bello de expresar la alternativa a los viajes rápidos y el turismo masivo que el poema Ítaca de Kavafis:
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo
lleno de aventuras
lleno de experiencias
….Ten siempre a Itaca en tu mente
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años.
Gracias, Nuria, por tu artículo razonado y sobre todo, escrito desde la educación y el debate en positivo (en estos tiempos en que la coz y el insulto es lo que impera en las redes). Comparto contigo mucho de lo que dices, y como ya reflejaba en mi artículo comparto sobre todo el que reduzcamos el uso del avión allá donde se pueda: distancias cortas, lugares donde la alternativa no suponga heroicidades, etc. Lo que sigo defendiendo e insistiendo es que solo con esas acciones no lograremos el propósito común de todos, tuyo y mío: reducir las emisiones. Al aviación es indispensable e imparable, solo con buenas intenciones no lograremos reducir su impacto. O con simplezas como «no viaje o no se vaya de vacaciones»; hacen falta además aportaciones contundentes desde la tecnología y la industria. Hace 50 años era impensable que un panel solar alimentara de energía una empresa o que un coche se moviera con electricidad. ¿Por qué no creer que invertir en I+D logrará nuevos carburantes y artefactos voladores? Pero vamos, no me tengas por un negacionista, más bien por un realista. Compartirmos más de lo que imaginas. Un abrazo!
Gracias por el comentario, y si, lo escribo desde el afecto. De acuerdo en que no es suficiente con dejar de volar. Pero muchas activistas que lo hacemos estamos a la vez movilizando conciencias, haciendo presión política porque las cosas cambien, construyendo debates al tiempo que nos movemos en tren o no nos movemos.
Cuando Greta llegó a Lisboa, había decenas de periodistas (que habían volado horas antes) recibiéndola. En cómputo de emisiones, su viaje no consiguió ahorrar nada, porque lo emitieron los periodistas que fueron a recibirla. Pero ella está provocando debates que, estoy segura, acabarán en políticas que impedirán un incremento infinito e infernal de los vuelos. De ahí su importancia.
Besos
Nuria
….en estos tiempos en que la coz y el insulto es lo que impera en las redes.
Es pura ignorancia Paco. ¿por qué crees que estamos como estamos y tenemos lo que tenemos?
Fíjate los comentarios que le dedican a la ministra de Transición Ecológica, Teresa Rivera, porque la mujer, en un gesto sabio que le honra, ha felicitado el solsticio de invierno en lugar de la navidad eclesial:
https://twitter.com/Teresaribera/status/1209398211049336832
Suscribo tu artículo de la A a la Z. Nuria.
Que alivio y cuanto se agradece que el Planeta, y sus hijos, contemos con personas sabias y activistas cómo tú.
CUANTO NOS DESCUBRIS: Tiene parte de razón Nadal cuando dice que la opción de no viajar en avión es a menudo privativa. Es debido a que la aviación está fuertemente subvencionada: disfruta de exenciones de impuesto al combustible y, aunque casi nadie lo sabe, los vuelos internacionales ni siquiera pagan IVA. Esto se une a millones de euros que son entregados a las compañías low-cost por gobiernos regionales para promocionar ciertos destinos, o al hecho de que mantenemos decenas de aeropuertos inviables a fuerza de fondos públicos.
LA INCOHERENCIA. (Y mucha que hay). Es difícil gritar en las calles y defender en los despachos la necesidad de rebajar las emisiones de una manera drástica cuando las propias rompen los moldes.
No quiero que mi dinero y mis actos, sigan alimentando a esa bestia insaciable que destruye todo rastro de vida.
Quiero que mi dinero y mis actos, sean coherentes con mi deseo de preservar la vida al menos con la diversidad existente a día de hoy, en este maravilloso planeta.