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Cuando La Marea-Climática me propuso cubrir la COP26, con la colaboración de medios como Crític o Catalunya Plural, supe que no iba a ser una tarea sencilla. ¡Pero ya estamos aquí!
Sé que Climática se caracteriza por abordar los temas de una manera particular, que se diferencia de otros medios que abordan la emergencia climática por ir más allá y poner el dedo en la llaga. Por algún motivo no admiten publicidad de las empresas del IBEX 35. Les gusta ser libres. Y lo son, por eso pueden escribir sobre Repsol, Iberdrola, Endesa o el Banco Santander. Un saludo desde Glasgow a todos ellos.
También sabía, desde hace ya unas semanas, que ir a la COP iba a salir caro. La cumbre más importante del año celebrada en una ciudad mediana como Glasgow ha hecho que los alojamientos se pongan por las nubes. Sin embargo, estos retos o dificultades han sido lo que menos quebraderos de cabeza nos han ocasionado.
Desde el principio teníamos claro que había que ir en tren. Hablar es fácil; predicar con el ejemplo es otra cosa. Si no, que se lo digan a Boris Johnson, que para ir de Londres a Glasgow (unas seis horas en tren) ha decidido usar un jet privado de una empresa británica.
Pero no nos despistemos: el tren es cómodo y agradable. Recorrer los campos europeos bajo el traqueteo del ferrocarril resulta gustoso y relajante: da para pensar, leer, escribir notas, escuchar música o asombrarse de la belleza (sí, aún existe) mirando por la ventana.
Sin embargo, lo curioso o sorprendente no es lo bonito que resulta viajar en tren, a pesar del incremento de horas que supone respecto a viajar con avión, sino lo caro que es: en un primer momento, los billetes desde Barcelona hasta Glasgow, solo la ida, ascendían a unos 450 euros, aproximadamente. En una frase: no nos lo podíamos permitir. Después de valorar diferentes opciones, y de darle varias vueltas, escogimos la opción más barata, pero no la más sencilla: comprar un pase de Interrail para usar en cuatro días distintos y pagar los suplementos necesarios (en este caso, la alta velocidad desde Barcelona hasta París) y el paso por el túnel del canal de la Mancha en el trayecto París-Londres.
Combinar estos trenes con un pase Interrail no ha sido una tarea fácil, pero tampoco me voy a extender: ahora ya estoy en Glasgow y esto es lo que importa. Poder volver a salir de Barcelona después de la pandemia ha sido una liberación, una premonición de que todo se va a poner poco a poco en su sitio, creo. También ha sido un shock: ver a toda esa gente paseando sin mascarilla por París o Londres (se usan muchísimo menos que en Barcelona), observar cómo la gente se aglomeraba en Chatelet, Paris Nord o London St Pancras me ha hecho preguntarme si realmente hemos aprendido algo de esta pandemia o no. Creo que no.
La odisea para llegar a Glasgow no queda aquí: el plazo de solicitud de acreditaciones para entrar en la Blue Zone (donde tienen lugar las conversaciones y las ruedas de prensa de la COP26) tenía que estar abierto hasta el 31 de octubre. Pero, sin previo aviso, el 8 de octubre se cerró. ¿El motivo? Habían dado más acreditaciones de las permitidas y tenían que cerrar el grifo. Climática fue uno de los medios que se quedó fuera, y, a pesar de haber enviado e-mails y haberlo intentado por activa y por pasiva, no hemos recibido ninguna respuesta por parte de la organización.
Es gracioso, o puro cinismo, cuanto menos, que el primer medio de comunicación en español especializado en la crisis climática se quede fuera de la COP26, mientras se acredita a decenas de equipos de prensa de mandatarios y empresas privadas. De hecho, esto es otro tema que merecería un artículo: el segundo día de la cumbre, la organización pidió que aquellos participantes y periodistas que pudiesen cubrir de manera remota los encuentros, lo hiciesen. La periodista argentina especializada en cambio climático y medio ambiente Tais Gadea colgaba el siguiente mensaje en sus redes sociales:
Más allá de la anécdota, esto puede derivar en falta de transparencia y en trampas. ¿No sería más lógico limitar la entrada de los equipos de prensa de los mandatarios y mandatarias y dejar pasar a la prensa para que haga su trabajo?
Sin avión, sin acreditación y sin deudas
Por todo lo explicado, podemos decir que no ha sido un camino fácil llegar hasta aquí, pero sin avión, sin acreditación y sin nada que deberle a nadie, aquí estamos. Han sido dos semanas de nervios, estrés y dificultades, pero nadie dijo que iba a ser fácil. Como aseguran las compañeras de CRÍTIC, “cómo viajamos para contar algo también es contar algo”. Y estoy totalmente de acuerdo.
A todos esos políticos y equipos que se llenan la boca de vocablos vacíos como “transición verde”, “sostenibilidad” y demás, les diría que prediquen más con el ejemplo, que se dejen las corbatas en casa y que se arremanguen. Que esto no va de hablar, que esto va de hacer. De legislar. De atar en corto a la empresa privada. De dar un golpe sobre la mesa. Que ya se nos ha pasado el tiempo de los acuerdos y las negociaciones. Que esto es cosa de todas. Que esto es urgente.