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Otra de las múltiples consecuencias del cambio climático sobre los ritmos de la naturaleza: los vientos soplan cada vez menos, y cada vez más calmados, en las latitudes altas o septentrionales –de Londres hacia arriba, en el caso de Europa–. Un estudio científico publicado este martes en la revista Proceeding of the National Academy of Science (PNAS) evidencia este fenómeno y analiza los efectos que tiene en la vegetación y en su papel como mitigadora del cambio climático.
El equipo de especialista alerta de que esta falta de viento puede retrasar el envejecimiento y la caída de las hojas en las áreas de altas latitudes. Así lo explica Josep Peñuelas, autor del artículo e investigador del CSIC y del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales de la UAB (CREAF): «El viento seca las hojas y las lleva hacia la senescencia y caída típicas del otoño. Con menos viento, este efecto disminuye y puede ser uno de los motivos que expliquen esta ralentización».
«Con este estudio, alertamos de que las dinámicas de los vientos se deben introducir lo antes posible en los modelos que se están utilizando en todo el mundo para medir los efectos del cambio climático en los ritmos de la naturaleza», añade Peñuelas, en referencia a que la forma de cómo afecta la temperatura o las precipitaciones está científicamente más controlada.
El estudio analiza 183.448 observaciones fenológicas –es decir, la repercusión que tiene el clima sobre fenómenos biológicos que se producen de manera periódica– a 2.405 emplazamientos, medidas a largo plazo de vapor de agua, de dióxido de carbono y 34 años de datos de satélite que miden el verdor del paisaje. Además, se han comparado las diferencias interanuales que se han vivido en estos lugares durante caída de las hojas –la fenología del otoño–.
Efectos positivos y predicciones sobre el clima futuro
Los vientos son clave en el ciclo del carbono y la calma que experimentan parece, según la investigación, tener efectos positivos sobre la producción neta de los bosques y la vegetación. Esto es importante a la hora de mitigar el cambio climático, ya que cuanto más crece el verde, más CO2 retira de la atmósfera para producir troncos, ramas y hojas.
Tal y como señalan desde CREAF, por un lado, cuanto más tiempo tienen hojas las plantas, más tiempo hacen la fotosíntesis. Por otro, el trabajo demuestra también que la disminución de los vientos reduce la evapotranspiración, lo que se traduce en menos pérdidas de agua del suelo y, en consecuencia, en condiciones de crecimiento más favorables a finales del otoño. Además, con menos viento hay menos enfriamiento de las superficies de las hojas y se podrían, por tanto, reducir los daños por heladas.
De hecho, las tierras no urbanizadas de las altas latitudes septentrionales –por encima de los 50 °– son actualmente un gran sumidero de carbono, pero han experimentado un gran aumento de la temperatura del aire. Por este motivo, en estos ecosistemas la productividad neta anual ha aumentado año tras año, entre otros motivos porque la primavera se ha adelantado y las hojas ahora caen de los árboles más tarde.
Sin embargo, la investigación no olvida que el clima futuro puede ser más variable, con mayores cambios en la temperatura y en las precipitaciones. Según Peñuelas, «predecir cómo cambiarán las velocidades del viento con un clima cambiante sigue siendo un reto, pero las pruebas sugieren que las velocidades de viento serán más extremas en varias regiones, aunque la velocidad media anual siga disminuyendo. La combinación de vientos extremos y crónicos tendría un impacto significativo en el crecimiento de las plantas. Estas consecuencias podrían llegar a ser negativas para la captación regional y global de carbono y tan importantes como las derivadas de las variaciones de temperatura y precipitación».
Uno de los principales resultados de este estudio es que ha dado lugar a un algoritmo útil en los modelos que predicen la evolución del ciclo de carbono que dibujan un escenario totalmente contrario hacia el 2100, donde la caída de las hojas podría adelantarse de nuevo debido a estos vientos extremos dando un efecto de bola de nieve –o retroalimentación positiva– que agravaría el mismo cambio climático.
La Mejor Vacuna es relocalizar la economía.
Algunos estudios estiman que hasta el 39 % de la deforestación y el 23 % la pérdida de biodiversidad a nivel global están ligadas al comercio internacional (asociadas a la producción de mercancías destinadas a mercados internacionales) especialmente en países del Sur. Solo cuatro productos -carne de res, aceite de palma, soja y madera- fueron responsables del 40 % de la deforestacion tropical entre 2000 y 2011 en el Sudeste asiatico y Latinoamerica.
Cada vez más productos se convierten en commodities para la exportación, que se compran y venden en mercados financieros. Los países se ven empujados a una especialización productiva cada vez mayor y el abastecimiento de productos esenciales depende cada vez más de cadenas de valor muy largas que requieren el transporte de miles de toneladas de mercancías a grandes distancias.
Las macrogranjas de cerdos en España, por ejemplo, que necesitan piensos fabricados con soja brasileña para funcionar, exportan buena parte de su producción a países tan lejanos como China. Este sistema solo tiene sentido desde el punto de vista de la rentabilidad económica porque no se responsabiliza del desastre ambiental y social que genera, y tampoco de las enfermedades infecciosas emergentes que provoca.
https://www.ecologistasenaccion.org/167991/la-mejor-vacuna-es-relocalizar-la-economia/