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El término ‘vuelos fantasma’ comenzó a hacerse familiar durante los primeros días de la pandemia de COVID-19. Aviones sin pasajeros –o con muy pocos– que efectúan su viaje para no perder sus franjas horarias y los espacios de despegue y aterrizaje en los aeropuertos. La última variante de coronavirus vuelve a traer el problema: con las nuevas restricciones y la situación de contagios, la historia se repite –aunque no es algo exclusivo de la época pandémica–, con consecuencias negativas para el clima. Esta vez, viene con queja de las aerolíneas y también de algunos responsables políticos, como el ministro belga de Movilidad, Georges Gilkinet.
La alemana Lufthansa asegura que este invierno deberá hacer volar unos 18.000 vuelos vacíos o con muy poca ocupación para no perder sus slots –derechos de vuelo–. Para esta compañía, son «vuelos sin sentido». Sin embargo, se trata de un sistema instaurado hace tres décadas en la Unión Europea que obliga a las aerolíneas a utilizar al menos el 80% de sus franjas horarias de despegue y aterrizaje para así conservarlas al año siguiente. Desde marzo de 2020, este umbral se redujo al 50%. Esta relajación en la normativa estará vigente hasta finales del próximo mes de marzo. A partir de entonces, la Comisión Europea establece que las aerolíneas tendrán que utilizar el 64% de las franjas horarias si quieren conservar sus derechos históricos.
El caso de Lufthansa no es el único. Desde Brussels Airlines calculan que deberán realizar 3.000 vuelos ‘fantasma’, principalmente dentro de Europa, hasta marzo. Su portavoz, Maaike Andries, asegura que preferirían cancelarlos. Para las aerolíneas, estos vuelos suponen pérdidas, pero también está sobre la mesa la contribución de estos vuelos –y del sector– al calentamiento global.
Contra los objetivos climáticos de la UE
La aviación ya ha sido señalada en numerosas ocasiones por obstaculizar el camino para hacer frente al cambio climático. Los ‘vuelos fantasma’ llevan esta cuestión al límite, ya que, según la plataforma internacional Stay Grounded, la aviación causa entre el 5 y el 8% del calentamiento global.
En un contexto de crisis climática, la normativa europea por la que los aviones siguen volando aunque estén vacíos puede resultar todavía más incomprensible. Así definió la situación el ministro belga de Movilidad, Georges Gilkinet. Según informa The Brussels Times, tras conocer el aumento del umbral al 64%, Gilkinet pidió a la comisaria europea de Transportes, Adina Valean, que reconsidere mantenerlo en el 50% actual hasta la próxima temporada de verano.
Para el ministro ecologista, además de los costos innecesarios para las aerolíneas, hay que tener en cuenta el daño al clima: las emisiones de los vuelos contradicen los objetivos climáticos de la Unión Europea, afirma.