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Una vida frente a Ence

La ría de Pontevedra fue el paisaje de su infancia, y Leonor González, ‘Nené’, lleva medio siglo tratando de restaurarlo. El desmantelamiento de la fábrica de celulosa que contaminó sus aguas aún está pendiente de la decisión del Tribunal Supremo.
Una vida frente a Ence
Leonor González, ‘Nené’, durante una entrevista en el programa 'Salvados'. Foto: LA SEXTA / ATRESMEDIA

«Estábamos llegando a Pontevedra y empezamos a sentir un olor muy raro. Nadie en el autobús sabía de dónde venía. Eran las 4 de la mañana y todo estaba oscuro. Nos fuimos a dormir sin saber qué era». Era julio de 1969 y Leonor González Prieto, más conocida como Nené, volvía a su ciudad tras 13 años viviendo en Sudamérica. «Por la mañana me contaron de dónde llegaba el olor. Cuando vi aquel monstruo supe inmediatamente que no podía ser. Aquella ya no era mi ría».

Desde ese día, la oposición de Nené a la fábrica de pasta de celulosa de Ence en la ría de Pontevedra ha sido frontal. Lideró un movimiento incipiente de protesta cuando casi todo el mundo en la ciudad y en la ría callaba. Hoy, a sus casi 89 años, retirada de la primera línea, pero todavía activa, espera el momento en el que empiece el desmantelamiento de la fábrica. Y es que más de 60 años después de su instalación, Ence parece tener sus días contados en Pontevedra.

¿Ence 2073?

La denominación oficial, hoy, es la de biofábrica. Pero la planta de procesamiento de pasta de celulosa es más conocida en la zona como la fedorenta (apestosa, en gallego, en alusión al olor provocado por los productos usados en la producción de papel). Instalada en dominio público marítimo terrestre desde sus inicios, el gobierno en funciones de Mariano Rajoy le concedió una prórroga en 2016 que autorizaba a la fábrica a seguir allí hasta, al menos, 2073.

Aquel fue un golpe fuerte para el movimiento de lucha contra la fábrica. Pero no significó su sentencia de muerte. La decisión del gobierno central provocó un aluvión de recursos. Dos, presentados por el Ayuntamiento de Pontevedra y por Greenpeace, acabaron siendo estimados por la Audiencia Nacional. El año pasado, la sala de lo contencioso-administrativo les dio la razón y anuló la prórroga concedida en 2016. Ence tenía que abandonar la ría gallega.

La decisión final todavía está pendiente de los recursos presentados ahora en el Tribunal Supremo, los recursos de quienes piden que Ence se quede. La presencia de la celulosa no deja indiferente a nadie en Pontevedra: una parte de la sociedad defiende los trabajos directos e indirectos que genera en la zona; otra, cada vez más numerosa, pide desmantelarla, restaurar la ría e intentar vivir con algo más de respeto por el entorno.

«Es verdad que habrá quien pierda su trabajo, pero encontrarán otro. Lo mismo pasó con Tafisa [otra fábrica instalada en la ciudad y cerrada hace más de una década]. Al final no pasó nada y hoy toda aquella zona está restaurada», explica Leonor González. «Hay que buscar una alternativa para que la gente trabaje sin destruir el trabajo de los demás. La ría, estando sana, tiene riqueza para todos».

Una mujer y una piragua

«Estoy vieja, pero todavía me rige la cabeza». Contesta a la llamada en la calle, en Vigo, adonde ha ido para intentar ver una conferencia de Manuela Carmena. «Conduzco, camino… Hago todo lo que tengo que hacer, ya cerca de los 89. Físicamente me encuentro bien. Aunque tengo un menisco roto, no me operan porque dicen que van detrás de mí y no consiguen cogerme», bromea Nené. Su vitalidad es contagiosa, aunque sea por teléfono. Y entonces empieza a contar su historia.

Hija de dos maestros, su infancia fue agradable, pero sin grandes lujos. «No teníamos yates ni casa en la playa. Pero sí pertenecíamos a un club en el que podíamos tomar prestados botes de remos. Desde pequeñas, nuestros padres nos enseñaron a usarlos». Con 13 o 14 años, Leonor cogía su piragua, un libro y una manzana y se iba a remar por la ría de Pontevedra. Era a finales de los años 40 del siglo pasado y aquello no era para nada lo normal en una chica joven.

«Los domingos, en la misa, el cura no quería darme la absolución porque decía que yo cogía mi piragua y me iba en bañador a provocar a los hombres. Pero yo y mi bañador, lleno de volantes, éramos de todo menos provocadores. Solo iba a disfrutar del mar», recuerda. «La ría era un lugar que nos surtía de todo lo que necesitábamos. Todo estaba limpio, sin una gota de contaminación. Era una maravilla». Y así seguía siendo cuando, en 1956, Nené se fue a Sudamérica, acompañando a su marido.

«Cuando yo me marché de aquí, la ría era nuestra, era de todo el mundo que la quisiera». Cuando volvió, ya con cinco hijos y tras vivir en Argentina, Ecuador y Perú, todo había cambiado. Aquella misma mañana de julio de 1969, todavía en plena dictadura franquista, empezó a moverse. «Comencé a buscar a gente que quisiese luchar contra aquello. La ría estaba asquerosa, el olor era insoportable, la habían convertido en una cloaca».

Los inicios a tientas del movimiento ecologista

Hace mucho que sabemos que el desarrollo descontrolado puede causar daños irreversibles en nuestro entorno. Sin embargo, no hace tanto que empezamos a hablar abiertamente de ello. Al principio, el ecologismo no era un movimiento político organizado sino una suma de acciones locales aisladas, repartidas por todo el mundo. La fe en el progreso era inquebrantable y solo unos pocos la cuestionaban. Ese puñado de locos se aglutinó en Pontevedra alrededor de la figura de Nené.

«Que una mujer pontevedresa, casada con alguien de buena familia, saliese a la calle a protestar no se contemplaba. En el periódico nos llamaban entonces “Nené y sus peludos” y “Nené y sus comparsas”, entre otras cosas», recuerda Leonor González. «La gente se daba cuenta de que Ence estaba hundiendo la ría, de que estaba acabando con nuestra riqueza, pero nadie se planteaba salir a protestar. Era el progreso, era el trabajo, era la industria que nos iba a enriquecer. Era la época del desarrollismo y a nosotros nos tocaba desarrollarnos con mal olor y con contaminación».

Después de seis décadas de funcionamiento, los vertidos han dañado severamente la biodiversidad de la ría y sus recursos naturales, de los que depende el trabajo sostenible de las mariscadoras de la zona. Además, la fábrica de celulosa ha favorecido la expansión de las plantaciones de eucaliptos, árboles de crecimiento rápido que han terminado por desplazar a las especies autóctonas y han implantado modelos intensivos de explotación forestal en muchas áreas del noroeste de la Península, tanto en el norte de Portugal como en Galicia y Asturias.

En las primeras protestas de los años 70 los aliados de Nené eran pocos y estaban mal organizados. Iban a hacer pintadas en los alrededores de la fábrica y gritaban a través de sus megáfonos. «Fueron años difíciles. Estuve más de una vez en comisaría y en el hospital, incluso estuve amenazada de muerte, pero son cosas que, la verdad, prefiero no recordar». Poco a poco, sin embargo, fue uniéndose más gente y en 1988 nacía la Asociación Pola Defensa da Ría. «La cosa se puso más seria. Yo hablaba con las tripas y el corazón, pero de repente teníamos también científicos que hablaban con los datos en la mano».

Tras años de manifestaciones, en 2002 llegó la primera gran victoria de la asociación, aunque no todo el mundo le dio el mismo valor. Aquel año, la Audiencia Provincial de Pontevedra condenó a seis directivos de Ence por delito ecológico, pero la sentencia se producía tras un acuerdo con la empresa, recién privatizada, y dejaba fuera de la mesa la retirada de la fábrica de la ría. Nené nunca estuvo de acuerdo con aquello y acabó dejando la presidencia de la asociación. Aunque siguió protestando.

En 2016, tras la decisión del gobierno central de prorrogar la concesión de Ence en la costa pontevedresa, su nombre volvió a las portadas. Por iniciativa suya, el pleno municipal había declarado a Mariano Rajoy persona non grata en Pontevedra, ciudad en la que el entonces presidente del Partido Popular había vivido desde los 15 años. «Si se llama a sí mismo pontevedrés y le concede a la fábrica 60 años de prórroga, algo falla», asegura Nené. «Supongo que pensará de mí que soy una histérica y una vieja loca. Que, como me dice alguna gente, cómo es posible que no me muera nunca».

Tras una vida frente a Ence, de amistades perdidas por el camino, de encontronazos con quienes no entendían la intensidad de su lucha, a Nené no le flaquean las fuerzas todavía. No se deja ni siquiera desanimar por una pregunta obligada: ¿qué pasa si al final Ence se queda? «No contemplo esa opción. No me voy a morir si no levantan la fábrica de ahí. Sin la defensa de nuestro entorno, no hay futuro que valga. Que cada uno me recuerde como le dé la gana, como si no me recuerda nadie. Pero me moriré tratando de defender aquello en lo que creo».

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COMENTARIOS

  1. Que mujer más admirable. Que fortaleza. Sin ir de feminista es uno de los mejores ejemplos del feminismo bien entendido.

    La ría y la zona además de «fedorentas» me imagino que también andarán sobradas de basura plástica y que con el uso de guantes y mascarillas en prevención de la Covid, parece ser que hoy hay más residuos plásticos que nunca, incluso en los mares.
    Desde las playas del sudeste asiático hasta la remota Antártida, la contaminación plástica está en todas partes, dañando a animales como tortugas y aves marinas y afectando la salud humana. Los científicos incluso han encontrado microplásticos en el aire que respiramos y los alimentos que comemos. Y debido a que la mayoría del plástico está hecho de petróleo y gas, y la industria sigue produciendo más, también está afectando el clima.
    A partir del 28 de febrero, la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente se reunirá en Nairobi, Kenia, para discutir un mandato para abrir negociaciones para un tratado global y legalmente vinculante sobre el plástico. Esto significa que la contaminación plástica estará regulada a nivel mundial y todos tendrán que cumplir.
    Pedimos un tratado mundial jurídicamente vinculante que abarque todo el ciclo de vida de los plásticos, incluida la extracción, la producción, el transporte, el uso, la eliminación y la remediación.
    Un tratado global fuerte significa mantener el petróleo y el gas en el suelo, significa que las grandes marcas cambien a sistemas de recarga y reutilización, significa trabajar en solidaridad con las comunidades de primera línea y significa un mejor aire y clima.
    ¡Diles a los líderes mundiales que apoyen un tratado global sobre el plástico que aborde todo el ciclo de vida de los plásticos!:
    https://act.greenpeace.org/page/98946/petition/1?utm_campaign=plastic&utm_source=plastic-treaty-full-list-noimage-22.02.09&utm_medium=email&utm_medium=email&utm_source=engagingnetworks&utm_ca

  2. Nunca debes subestimar tu poder para provocar un cambio, porque así es como empieza un movimiento mayor.
    (Líder indígena de la Selva Amazónica)

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