¿Sirven de algo las acciones de deporte extremo para visibilizar la crisis climática?

La mayoría de deportistas esquivan el activismo climático, pero hay quien utiliza el poder del deporte (en muchos casos, extremo) para llamar la atención sobre la crisis medioambiental. 
Omar Di Felice durante su reto en la Antártida. Foto: Mirror Media Art/Lymbus.

En A Coruña están de fiesta. En las últimas semanas, han celebrado nada menos que tres ascensos de categoría. El Basquet Coruña jugará el año que viene en la Liga ACB, el Depor Femenino lo hará en la primera división de fútbol, y el masculino en segunda tras cuatro años vagando por la tercera categoría. Las celebraciones dejan tras de sí números poco creíbles para una ciudad de menos de 250.000 habitantes: en el partido que certificó el ascenso del equipo de fútbol masculino se concentraron más de 80.000 personas (31.000, dentro del estadio, récord de la categoría).

Son cifras imposibles para casi cualquier otro evento. La atracción de la pelota y la emoción del deporte son un imán difícil de igualar. Según World Atlas, el fútbol es el deporte más seguido en el mundo, con 3.500 millones de aficionados, seguido del cricket (2.500 millones), el hockey (2.000 millones) y el tenis (1.000 millones). La final del último mundial de fútbol tuvo 1.500 millones de espectadores (según la FIFA) y los Juegos Olímpicos de Tokio fueron seguidos por 3.000 millones de personas en todo el planeta (según el COI).

Del Depor a Usain Bolt, las cifras del deporte lo convierten en un altavoz único para cualquier mensaje, en una herramienta de movilización y sensibilización sin igual a nivel mundial. Y, sin embargo, su poder casi nunca se utiliza para intentar resolver los grandes desafíos a los que nos enfrentamos como sociedad, como el cambio climático. Aunque, como en todo, hay excepciones. Algunos apuestan por el deporte extremo: nadadores de larga distancia que cruzan el mar para denunciar la crisis de los océanos, ultraciclistas que atraviesan la Antártida para inspirar la acción climática, esquiadores que recorren las montañas para intentar protegerlas. Pero, ¿sirven de algo sus acciones?

El deporte y el cambio climático

El cambio climático afecta al deporte y el deporte contribuye al cambio climático. El año pasado, el 75% de los 120 millones de usuarios de la app de deporte Strava aseguró que el calor extremo afectó a sus planes de entrenamiento. El porcentaje subió al 84% en España, según datos de la propia plataforma. Las altas temperaturas pueden generar situaciones de riesgo para la salud de los deportistas que practican sus disciplinas al aire libre. De hecho, cada vez son más habituales las pausas de hidratación o enfriamiento en deportes como el fútbol.

Y la temperatura no es el único problema. “En la última década, hemos experimentado niveles de agua muy bajos en períodos de sequía, así como inundaciones en períodos de fuertes lluvias. Son condiciones extremas que no solo empeoran las condiciones de entrenamiento, sino que también dañan las infraestructuras”, explica Urša Kragelj, piragüista olímpica eslovena y Embajadora Europea del Pacto Climático. El año pasado, tres cuartas partes de Eslovenia se vieron afectadas por inundaciones devastadoras, que también destruyeron las instalaciones de entrenamiento de piragüismo en Liubliana. En 2022, los mundiales de este deporte (celebrados en Alemania) estuvieron a punto de cancelarse porque el nivel de los ríos era extremadamente bajo.

“Otros deportes al aire libre se enfrentan a desafíos similares. Tienen que cambiar sus lugares de entrenamiento y adaptarse a las nuevas condiciones climáticas en función de las temperaturas, las sequías, el viento y los eventos climáticos extremos”, continúa Kragelj. Las nevadas son cada vez más escasas y las condiciones de alta montaña, más delicadas, lo que pone en riesgo la práctica del esquí e incluso la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno. La erosión costera afecta directamente a la práctica de deportes como el surf. Y la lista podría seguir durante unos cuantos párrafos.

Al mismo tiempo, el deporte también tiene parte de responsabilidad en el problema. De acuerdo con el informe Playing Against the Clock, la industria global del deporte genera alrededor del 0,6% de las emisiones globales de dióxido de carbono, unos 350 millones de toneladas (más que toda la economía española). “El impacto deportivo sobre el cambio climático, aunque modesto en comparación con otros sectores, es importante, mayor que el de algunos países de tamaño mediano”, señala Pau Mateu, doctor en ciencias del deporte y especialista en sociología del deporte.

El impacto del deporte extremo en el activismo político

A finales del año pasado, Omar di Felice pasó 48 días pedaleando a través de la Antártida. Recorrió en solitario casi 720 kilómetros a una temperatura que nunca superó los 10 grados bajo cero. La aventura extrema de este ultraciclista italiano, Antarctica Unlimited, forma parte de su proyecto Bike to 1.5 °C, con el que quiere concienciar sobre la necesidad de no superar ese incremento en la temperatura global y sobre el estado de la Antártida, uno de los lugares del planeta donde el calentamiento global es más evidente.

“El deporte puede tener una influencia positiva en el posicionamiento de la comunidad sobre el cambio climático. Hacer deporte va, ante todo, de bienestar para el ser humano. Por eso creo que los deportistas y, en particular, los deportistas famosos, deberían involucrarse más y concienciar sobre este gran problema”, reflexiona Omar di Felice. Pero pocos lo hacen. Casos como el suyo son la excepción y la mayoría de deportistas ignoran el tema o deciden no tomar parte en ningún tipo de activismo político.

“Mi sensación es que la decisión de no involucrarse está basada, sobre todo, en dos factores: la presión de la industria deportiva y el temor a la controversia”, añade Pau Mateu. “Por un lado, es posible que algunos contratos de publicidad limiten, directa o indirectamente, el discurso público de los deportistas. Por otro lado, aunque la crisis climática y sus efectos son realidades apoyadas en evidencias más que sólidas y aunque el 74% de la población española afirme que el cambio climático le preocupa, los partidos políticos de derecha y extrema derecha tienden a adoptar posiciones que minimizan la realidad o cuestionan la necesidad de tomar medidas contundentes, por lo que es un tema que puede generar discusiones y enfrentamientos y acabar en críticas para los propios deportistas”.

Esto también tiene que ver con cómo el resto de la población percibe el activismo político. Un estudio reciente, publicado por investigadores alemanes del Institute of Sport Science, concluye que la población aprueba que los deportistas se expresen sobre temas políticos, pero que acepta mejor el activismo cuando está alineado con las creencias propias. “Las acciones de denuncia o concienciación más abstractas seguramente gocen de una mayor aceptación, mientras las expresiones más radicales que llamen, por ejemplo, a cuestionar el modelo productivo, corren el riesgo de generar más polémica”, añade Mateu.

¿Puede el deporte lograr un cambio positivo?

Los grandes eventos deportivos son una fuente de diversión y entretenimiento, pero también de emisiones. El transporte hacia y desde los lugares de celebración, la construcción de estadios, la fabricación de equipamiento deportivo o los residuos generados tienen un impacto ambiental significativo. Por ejemplo, de acuerdo con datos del Pacto Climático Europeo, los Juegos Olímpicos de Río 2016 generaron 3,6 millones de toneladas de CO2, mientras que el mundial de Rusia 2018 generó 2,16 millones de toneladas (las emisiones de 465.000 coches durante todo un año).

Además, el deporte también sirve para blanquear negocios y organizaciones que se venden como respetuosos con el medioambiente, pero no lo son. El mundial de Catar, el año pasado, prometió ser “climáticamente neutro”, pero ninguno de los objetivos que acompañaba a esta afirmación tan ambigua acabó cumpliéndose. Por último, también sirve de refuerzo para acciones y comportamientos que directamente parecen ignorar la crisis climática (atrás quedan las risas de Mbappé cuando le plantearon públicamente la posibilidad de que su equipo viajara en tren por cuestiones de sostenibilidad).

Por último, también hay quien utiliza la lucha contra el cambio climático para alcanzar sus propios objetivos como deportista. “La diferencia entre el greenwashing en el deporte y el compromiso real es grande. En mi caso, cuando lancé el proyecto no tenía necesidad de recaudar fondos y ya tenía el apoyo de los patrocinadores. Solo pensaba en usar mi posición consolidada para una buena causa, no en encontrar una causa para consolidar mi posición”, explica Omar di Felice.

Sin embargo, nada de esto elimina el poder de influencia de los deportistas. “Los deportistas somos unos de los influencers más poderosos del mundo, somos capaces de cambiar la forma en que nos comportamos como sociedad. Los deportistas de éxito tienen una voz muy fuerte que pueden utilizar para abogar por el cambio o presionar a los patrocinadores para que cambien a prácticas comerciales más sostenibles”, señala Urša Kragelj. “Lamentablemente, rara vez es así”.

A veces, las acciones de deporte extremo pueden servir para llamar la atención, pero Kragelj sostiene que lo importante es el día a día. “Tenemos que defender la lucha contra el cambio climático con la mayor frecuencia posible”, añade. “De lo contrario, el mensaje se pierde entre miles y miles de fragmentos de información que, en comparación con la urgencia del cambio climático, son irrelevantes”.

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  1. OTRAS ACCIONES ESTAN ENCAMINADAS A DISUADIR A LXS ACTIVISTAS DEFENSORXS DE LA NATURALEZA.
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    Con este comunicado manifestamos todo nuestro apoyo a nuestro compañero Adolfo Rodríguez, y pedimos que la Policía Científica y la Guardia Civil actúen rápidamente para localizar a los autores de lo que parece un siniestro intencionado y motivado políticamente.

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