Etiquetas:
La historia del deporte está plagada de gestas memorables. Atletas que pulverizan récords que parecían inalcanzables poco tiempo atrás, equipos que se mantienen invictos durante años o personas cuya habilidad con un balón, una raqueta o su propio cuerpo parece digna de otro mundo.
Entre las disciplinas más proclives a hazañas sobrehumanas, pocas tan épicas como las que se realizan sobre una bicicleta. Y dentro de sus distintas modalidades, ninguna como el llamado ultraciclismo. El nombre ya da pistas: quienes lo practican pedalean larguísimos trayectos fuera de los circuitos convencionales, generalmente sin asistencia alguna. Un deporte con un número creciente de personas aficionadas y que cuenta con toda una serie de pruebas alrededor del globo, cada cual más desorbitada: la Transcontinental Race cruza Europa de este a oeste; la Race Across América une las dos costas de Estados Unidos, y la Trans-Siberian Extreme recorre las hostiles tierras siberianas a lo largo de los más de 9.000 kilómetros que separan Moscú y Vladivostok. Solo para valientes.
El italiano Omar di Felice es uno de ellos. Pero más allá de la épica de pruebas de ultraciclismo como las citadas, en las que ha participado, ha decidido unir pasión y compromiso medioambiental. Hace poco más de una década decidió abandonar el ciclismo profesional y centrarse en retos individuales concebidos para concienciar sobre el que considera el mayor reto que afronta la humanidad: el cambio climático. Como otros muchos, está convencido de que, a través de su esfuerzo personal, es posible aportar su grano de arena en aras de un mundo un poco más justo. Para ello ha creado la iniciativa Bike to 1.5º, con la que quiere concienciar sobre la necesidad de no superar ese incremento en la temperatura global.
Una retirada a tiempo
Con ese objetivo en mente, en 2022 Omar se embarcó en una de las travesías en bicicleta más complejas jamás realizadas: Antarctica Unlimited. Una epopeya de más de 1.500 kilómetros a lo largo del remoto continente helado. Con la autosuficiencia como máxima, se enfrentó a temperaturas de hasta -50 ºC. Pedaleó durante semanas con la única compañía de su inseparable bicicleta. Y sufrió lo indecible. A las durísimas condiciones atmosféricas se unieron una serie de problemas familiares que le obligaron a abandonar el reto y ser evacuado. Ahora, quiere volver a intentarlo.
«Mi hermana se puso enferma, y decidí volver a casa», relata en conversación con Climática al recordar aquel primer viaje. «Cuando te dispones a llevar a cabo un reto tan extremo como este, tienes que estar concentrado al 100% en lo que estás haciendo. Si hay distracciones o estás pensando en otra cosa, es preferible dejarlo y volver a intentarlo más adelante, en un momento en el que las circunstancias sean más apropiadas».
La fría soledad
De todo se aprende. A pesar de aquella retirada, el viaje fue enormemente fructífero para el deportista. “Había estado antes en lugares remotos como Alaska o Siberia, pero en la Antártida es diferente. Sobre todo, porque estás realmente sólo durante miles de kilómetros: no hay opción de encontrar ningún pueblo, ni nadie con quien comunicarte. Tienes que estar mentalmente muy fuerte para sobrellevar esa soledad. En cuanto a los aspectos puramente técnicos, el primer viaje también me dio la posibilidad de entender que necesitaba, por ejemplo, una tienda más resistente al viento”.
Ese contacto directo con la naturaleza es, en parte, responsable de la toma de conciencia de Omar respecto a la amenaza que representa el cambio climático. «Cuando viajas en bicicleta no tienes el filtro de un coche o una moto. Viajas mucho más despacio y observas todo a tu alrededor. He visitado glaciares año tras año y he visto con mis propios ojos cómo están cambiando. También lo he percibido con los fenómenos meteorológicos extremos, que cada año son más frecuentes». Su mente hizo clic hace cuatro años. «Me pregunté a mí mismo qué podía hacer para tratar de llamar la atención sobre este problema global de cara a concienciar a gente que sólo me seguía por cuestiones deportivas».
Querer es poder
Más allá de esa labor, con su viaje Di Felice quiere «inspirar a la gente y motivarla para que salga de su zona de confort. A veces nos quedamos parados y pensamos que no somos capaces de hacer algo en concreto, cuando no es así. Nos ponemos límites a nosotros mismos. No hace falta que te embarques en una aventura extrema como esta, pero puedes hacer cosas que claramente están más allá de los límites que crees que tienes, y demostrarte a ti mismo que eres capaz de mucho más de lo que piensas».
Ya sea para superar límites personales o para recordar los que tiene el planeta, la bicicleta es siempre protagonista. «Es el vehículo más sostenible que existe, y una herramienta muy poderosa con la que podemos reducir nuestro impacto en el medio ambiente«, recuerda Di Felice. Para los interesados en las cuestiones puramente técnicas, el italiano utilizará para su aventura un modelo especial desarrollado por la marca Wilier Triestina y equipado con componentes Shimano. Una bicicleta a la que acoplará un trineo especial necesario para transportar todo su equipaje, así como el sistema de bolsas para bicicletas Missgrape. En cuanto al sillín, descansará sobre un Aspide Supercomfort Short de la marca Selle San Marco.
Con ella o con otra distinta, e independientemente de lo que ocurra en la Antártida, una cosa está clara: no será la última aventura de Omar. Eso sí: aún no ha pensado en ella. «Por el momento sólo pienso en superar este reto. No tengo ni idea de lo que vendrá después. Eso sí, lo primero que haré al volver a casa será descansar», ríe. «Voy a estar unos 65 días pedaleando, durmiendo, comiendo y viviendo a -45 ºC. Voy a necesitar unas vacaciones». Bien merecidas están.
LA NATURALEZA PRIMERO: Un llamado a la protección, la Restauración y la Reforma Financiera.
A medida que nos enfrentamos a más olas de calor, sequías, inundaciones, cada año y somos testigos de catástrofes climáticas, está claro que nuestro mundo natural, del que formamos parte, está en peligro. Una parte importante del problema es que los bancos y otras instituciones financieras prestan dinero a la agricultura industrial, la tala y los conglomerados mineros. Cada año, vemos la pérdida de bosques, lagos, ríos y otras áreas naturales, principalmente porque las grandes empresas destruyen estos lugares para la carne de res, la soja, el aceite de palma, la madera, el papel y la minería, todo para ganar aún más dinero.
Ellos no valoran lo que nosotros valoramos. Con el tiempo, la sociedad ha olvidado lo importante que es la naturaleza para nuestro bienestar y supervivencia.
Lanzamos la campaña Nature First se lanza para volver a poner a la naturaleza en primer lugar y detener el flujo de dinero que acelera la destrucción de la naturaleza.
El camino para desfinanciar la destrucción es sencillo: poner de relieve y avergonzar a las instituciones financieras y a los gobiernos que alimentan las actividades nocivas, al tiempo que se aboga por los compromisos asumidos en el marco mundial de la biodiversidad en diciembre de 2022. Este acuerdo internacional, firmado por 188 naciones, promete alejarse de las prácticas destructivas y una reforma en el sistema financiero para priorizar la protección, conservación y restauración de la naturaleza.
Este año, estas naciones deben presentar sus planes de acción y, a través de la campaña Nature First, estamos aquí para asegurarnos de que cumplan con estos compromisos.
¿Nos apoyas con tu firma?
https://www.greenpeace.org/international/act/nature-first-defund-destruction/?utm_source=hs_email&utm_medium=bc-email&utm_campaign=nat
Syahrul Fitra y Sandra Hieke
Co-líderes de la Campaña La Naturaleza Primero: Desfinanciar la Destrucción