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Hay un rincón en el planeta que lleva más de 60 años monitorizando la salud de la atmósfera. Ese lugar está en medio del Pacífico, en la isla de Hawái, y solo ha parado su actividad durante lapsos breves por causas de fuerza mayor. Como la que comenzó el pasado domingo 27 de noviembre. Ese día entró en erupción el volcán Mauna Loa. A unos pocos kilómetros está el observatorio del mismo nombre que registra, desde antes que ningún otro, la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, es decir, el principal gas que calienta el planeta e impulsa el cambio climático.
«Son cosas que pasan, pero tenemos un grupo muy capaz de científicos y de técnicos que están trabajando muchísimo para llevar esto adelante», cuenta optimista Ariel Stein. Nacido en Córdoba (Argentina), actualmente es el director interino del Laboratorio de Monitorización Global, del que dependen cuatro observatorios, incluido el de Mauna Loa. Además, es director del Laboratorio de Recursos del Aire. Ambos centros forman parte de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), organismo científico de referencia y que pertenece al Gobierno de Estados Unidos.
Actualmente, la erupción continúa principalmente por la fisura 3 y, en menor medida, 4. Las fisuras 1 y 2 no están activas, según el Servicio Geológico de Estados Unidos. No se espera actividad más allá de la zona noroeste y no corre peligro ninguna persona. También están a salvo las propiedades, incluida el observatorio. Aun así, el río de lava ha logrado interrumpir las mediciones desde el pasado lunes de este histórico lugar. Pero Stein tranquiliza: «Este tipo de lagunas en los datos no tienen una influencia muy notable ya que para determinar las concentraciones a nivel global se realiza un promedio de todas las mediciones de todas las estaciones que haya disponibles a través del mundo».
Para él y su equipo ha sido una semana frenética, y tiene pinta de que va para largo. A la espera de que la erupción cese, la prioridad ahora es encontrar un emplazamiento provisional para realizar las mediciones de CO2. Ariel Stein, licenciado en Ciencias Químicas, máster en Control de la Contaminación Ambiental y doctorado en Meteorología, trabaja desde Washington DC. Desde allí nos atiende por videollamada la tarde del viernes.
El domingo entró en erupción el volcán Mauna Loa, en la isla grande Hawái. Es el volcán en activo más grande del mundo, y se da la situación de que allí se sitúan unas instalaciones claves para el estudio del cambio climático.
Las instalaciones de nuestro laboratorio en Mauna Loa poseen el récord más largo de mediciones de gases de efecto invernadero, en concreto, de dióxido de carbono. Estas mediciones se vienen tomando desde el año 1958. Su importancia viene dada por el hecho de que fue donde se comenzó la famosa Curva de Keeling, que es la que nos muestra los aumentos de dióxido de carbono a través de los últimos 60 años que llevamos con las mediciones. También allí se miden otro tipo de variables meteorológicas y atmosféricas.
Tenemos muchas colaboraciones a nivel nacional e internacional. Es como la meca de las mediciones en la troposfera libre. Ustedes en España tienen una estación que está hermanada con Mauna Loa: el Centro de Investigación Atmosférica de Izaña. Yo tuve la suerte de ir a Tenerife y ver la estación. Tiene características muy similares; ambas son zonas montañosas rodeadas de mar donde intentamos medir variables tanto meteorológicas como atmosféricas.
Para llevar a cabo las mediciones, Mauna Loa alberga características únicas, como ser un sitio elevado y no tener influencias naturales, es decir, no hay mucha vegetación en la isla, lo que nos permite medir estas concentraciones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. Básicamente estamos midiendo el pulso del planeta a nivel global.
¿Cuánta gente trabaja en el observatorio?
Ocho personas que están continuamente allí. Casi todos tenemos ingenieros y técnicos. El trabajo allí tiene que ver con calibración y mantenimiento del lugar.
¿Dónde está situado exactamente el Observatorio respecto a la erupción?
Está a poca distancia. A entre 3 y 5 kilómetros del volcán. Nuestro sitio de medición, por suerte, está fuera del alcance de la lava. Pero, lamentablemente, el río de lava ha cortado la ruta –muy precaria– que tenemos desde la ciudad de Hilo para llegar a la estación. También se ha cortado la línea de electricidad, por lo que no podemos hacer las mediciones. Llevamos desde el lunes sin tener mediciones.
Es decir, el volcán de forma directa no va a afectar al observatorio, pero sí de forma indirecta.
Lamentablemente, sí. Estamos haciendo todo lo posible para tener acceso a la estación. En este momento, las autoridades no nos permiten entrar por cuestiones de seguridad para nuestro personal.
En cuanto nos den permiso vamos a intentar volar hasta allí. Vamos a tratar de acceder vía aérea con un helicóptero y encender alguno de nuestros instrumentos, ya que tenemos generación por paneles solares en el lugar. Lo único que no tenemos son baterías para acumular energía y así continuar con las mediciones de noche. Para solucionar esto último, estamos haciendo las compras de las baterías. En cuanto las tengamos y podamos ir, las vamos a conectar para comenzar nuevamente a tener mediciones en esa zona.
Estas son cosas que pasan. Estamos preparados para ello. Tenemos un grupo muy capaz de científicos y de técnicos que están trabajando muchísimo para llevar esto adelante. Creo que no vamos a tener ningún problema y que lo vamos a sacar adelante. Es más, la estación va a ser muchísimo más ambientalmente sostenible con la adquisición de las baterías y los paneles solares.
Tienen experiencia. Ya hubo una erupción en 1984 y también afectó al observatorio.
Tuvimos un corte similar donde perdimos unos 30 días aproximadamente de datos. Siempre, por una razón u otra, hay discontinuidad de datos. Este tipo de discontinuidades ocurren, pero en ningún momento el récord que llevamos se va a perder. Va a tener continuidad de una manera u otra. Vamos a poder sacar adelante estas mediciones.
¿Se pueden recuperar esas lagunas de mediciones?
Esta estación forma parte de una red internacional de estaciones que están localizadas en diferentes partes del mundo. Hay unas 300 estaciones por todo el planeta. Por supuesto, Mauna Loa es importante por cuestiones históricas y porque tiene el registro de mediciones más longevo.
De todos modos, este tipo de lagunas en los datos no tiene una influencia muy notable ya que para determinar las concentraciones a nivel global se realiza un promedio de todas las mediciones de todas las estaciones que haya disponibles en el mundo, y en el promedio no se nota estas diferencias. Es decir, se va a seguir detectando la cantidad de los incrementos de dióxido de carbono en el mundo.
Además, nosotros tenemos otras estaciones que tienen características similares. Están localizadas en Samoa Americana, en el Pacífico; en el Polo Sur; y en un pueblo que se llama Barrow, en Alaska. Son estaciones también muy remotas, parecidas a Mauna Loa.
Vamos, que hay plan b, c, d…
Sí. Es más, en este momento estamos buscando otro sitio alternativo para medir en Hawái y continuar con los registros. Es decir, que aunque se corten las mediciones en Mauna Loa, podemos hacerlo en algunos otros lugares en Hawaii.
¿La fiabilidad es la misma?
La fiabilidad es parecida. Lo que pasa es que para llevar las muestras es mucho más fácil para el personal tener un edificio que tener que ir con un medidor portátil de un lado a otro. Muchas de las mediciones se toman con unos pequeños contenedores de vidrio que se hacen por presión. Se produce vacío y se succiona una muestra que se lleva al laboratorio en Boulder, en Colorado, para su análisis. Eso lo hacemos para muchas estaciones en el mundo, y lo vamos a empezar a hacer en otros lugares de la isla para no perder la continuidad de los registros récord.
Es cierto que es un inconveniente la situación, pero no se va a producir ninguna pérdida que no sea recuperable.
¿Podría explicar más en detalle cómo se llevan a cabo las mediciones?
Hay varias formas de medirlo. Nosotros tenemos una torre de unos 40 metros de altura con una manguera que succiona aire y que va hasta una caseta donde hay un monitor en el que ingresa el aire. Ese monitor está calibrado y te dice cuántas partes por millón de dióxido de carbono hay.
Nuestro laboratorio de Boulder también es el centro de calibraciones mundiales de dióxido de carbono. Es decir, todas las mediciones que se hacen en el mundo se calibran en base a nuestros estándares. Nosotros producimos unos tubos de gases con cantidades estándares de gases que mandamos a diferentes lugares del mundo para que calibren sus instrumentos.
También llegan a Izaña esos tubos.
Exactamente, usan esa calibración, que se llama aire de Boulder.
Aunque ahora la prioridad es volver a la actividad como y donde sea, la normalidad en el observatorio tardará en llegar.
Sí. Primero tenemos que esperar a que la lava deje de fluir y luego que se enfríe. En este momento no se puede circular con ningún tipo de vehículo.
Esperamos que cuando deje de fluir la lava nos dejen entrar por vía aérea. Por suerte, podemos entrar con un helicóptero. Estamos trabajando con el Departamento de Defensa para ver si nos pueden prestar algunos helicópteros para llevar a nuestro personal.
¿La erupción era hasta cierto punto esperada o les pilló por sorpresa?
Ya sabíamos que esto podía ocurrir. Incluso estábamos planificando nuestro plan B. Lo que pasa es que entre la pandemia y demás se ha ido retrasando. Es más, yo estuve en Mauna Loa a finales de agosto para visitar diferentes lugares donde podíamos colocar nuestros instrumentos, pero con todos los retrasos en la cadena de suministros los instrumentos no llegarán hasta abril del año que viene.
Ante esto, un instrumento que iba a ir para nuestra estación de Samoa lo vamos a mandar ya mismo para Mauna Loa.
Antes salió Izaña, donde está el Centro de Investigación Atmosférica. ¿Cómo es la relación con este y otros laboratorios?
La colaboración más cercana es que todos los laboratorios comparten los datos y todos siguen el mismo protocolo de medición y de calibración. Esa es la forma de colaborar a través de la red mundial de mediciones de gases de efecto invernadero.
Desde el punto de vista de la investigación creo que en estos momentos no tenemos colaboración directa con Izaña, al menos en mi laboratorio. Pero entre NOAA y AEMET sí. Yo, por ejemplo, he tenido mucha interacción con la Universidad de Huelva. Hace bastantes años trabajamos con un sistema de prevención y de pronóstico de emisiones de polvo sahariano. Nosotros les enviamos nuestros resultados de modelos –matemáticos– de dispersión y transporte de aerosoles, e Izaña proveía los datos juntos con la Universidad de Huelva. NOAA tiene un memorando de entendimiento con la Universidad de Huelva, con el doctor Jesús de la Rosa. Hace muchos años que trabajamos con ellos en colaboración.