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Este texto es un fragmento del prólogo de ‘Emergencia climática’. Este libro es un proyecto de crowdfunding a través de libros.com y será publicado próximamente. Aún se puede ser mecenas y recibir un ejemplar.
La autora del prólogo es Beatriz Felipe Pérez.
Movilidad humana y cambio climático en tiempos de COVID-19
En abril de 2020, cuando gran parte del planeta se encontraba en situación de emergencia debido a la pandemia causada por el COVID-19, el ciclón Harold afectó a diferentes pequeños Estados insulares en el Pacífico. Estos Estados se enfrentan a graves impactos climáticos, como son la elevación del nivel del mar y las tormentas, cada vez más frecuentes e intensas. Solo en Vanuatu, el 90% de las casas y otras infraestructuras sufrieron daños por el ciclón y cerca de 160.000 personas necesitaron ayuda. En Fiji y en Tonga, el panorama era igual de desalentador, ya que muchas personas afectadas por el ciclón fueron reubicadas en albergues temporales en los que mantener la distancia interpersonal resultaba casi imposible. De hecho, en Vanuatu se tuvieron que levantar las medidas de distanciamiento para que las personas pudieran acudir a estos albergues temporales.
En la frontera norte de México, una parte del corredor migratorio más importante del mundo se localiza en territorio fuertemente afectado por las sequías. En esta región, como en tantas otras, los albergues de personas migrantes acogen a mucha más población de la que cabría en condiciones dignas. En la misma línea, en Cox’s Bazar, un campo de personas refugiadas y apátridas en el sur de Bangladesh (país azotado por las inundaciones, los ciclones y la elevación del nivel del mar, con innumerables casos de migraciones inducidas por el cambio climático) las organizaciones humanitarias temen por los impactos que pueda tener el COVID-19 entre la población confinada. Al respecto, Alex Randall (coordinador de la Climate and Migration Coalition) señala que las medidas de confinamiento son totalmente opuestas a las necesarias en casos de desastres, en las que las personas han de huir para poder sobrevivir. Estos ejemplos demuestran la dificultad para protegerse ante el virus a la que se enfrentan muchas personas migrantes, que ven su derecho humano a la salud grave y especialmente afectado.
En algunos lugares, la migración puede entenderse como una forma de hacer frente a los impactos del cambio climático. Por ejemplo, ante patrones de lluvia cambiantes que afectan a los cultivos, algunas familias toman la decisión de enviar a alguno de sus miembros a trabajar a una ciudad cercana y así contar con ingresos económicos. Si bien en algunos países se están otorgando ayudas económicas a las personas afectadas laboralmente por las restricciones de movilidad por la pandemia, se ha de tener en cuenta que la mayoría de las migraciones climáticas tienen lugar hoy en día en el Sur global y que las respuestas gubernamentales tienen un alcance limitado.
La COVID-19 está llegando a áreas que ya eran sensibles a los impactos del cambio climático y a personas que se encontraban en situaciones difíciles. Desde la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) explican al respecto que la pandemia está añadiendo una capa más de vulnerabilidad a las poblaciones más frágiles. El virus no entiende de fronteras, ni de situaciones administrativas, pero sus efectos tienden, al igual que los de la crisis climática, a multiplicar las desigualdades y a perjudicar a unos grupos de población más que a otros. Como comentan desde la colectiva RIGEN “las pandemias sí saben de género, etnia, clase y territorialidad. Los grupos más vulnerabilizados están en la primera línea en la emergencia sanitaria”.
En este contexto, la mayoría de los Estados han impuesto medidas de restricción de la movilidad, tanto dentro de sus fronteras como a nivel internacional. Sin embargo, el cierre de las fronteras no quiere decir que las personas dejen de intentar cruzarlas, seguramente asumiendo mayores riesgos. Además, estas restricciones están dificultando que aquellas personas que se ven afectadas por los impactos climáticos puedan trasladarse en busca de un destino mejor, lo que está dando lugar a situaciones de inmovilidad forzada.
Beatriz Felipe Pérez es consultora independiente e investigadora asociada al Centro de Estudios de Derecho Ambiental de Tarragona (CEDAT) de la Universidad Rovira y Virgili (URV, Tarragona)
‘Emergencia climática’ es un libro escrito por Javier Bauluz, Santiago Sáez, Jairo Marcos, Mª Ángeles Fernández y Laura Villadiego. Prólogo de Beatriz Felipe Pérez.